Hazael Valecillos | 29.09.2015
Cables por el suelo, afinaciones, anécdotas, los músicos parecen mortales cuando no está el público frente al escenario. Alejandro mira las luces, chequea que todo vaya estando en su lugar, intenta una afinación, sonríe, me devuelve la mirada y dice: “Es la cosa con la autogestión, te toca estar en todo”. María Laura llega cargada, luce exhausta pero sonríe dulce y serena como su voz. Se emocionan, recuerdan otros escenarios, antiguos músicos, esa particular valija que va llenando cada banda en la sinuosa carretera que es su historia. Ríen.
Alejandro y María Laura vienen trabajando como dúo desde 2009, con dos discos a cuestas -Paracaídas (2011), Fiesta para los muertos (2013)- y un tercero en preparación. Han ganado algunos premios, incluyendo el Luces del año pasado a mejor grupo. Quienes gustan de clasificaciones los etiquetan como indie folk, pero se pasean con bastante libertad por otras calles. Han tocado en varios escenarios, algunos más grandes, otros más chicos, al sur y al norte de América. María Laura recuerda un concierto en Philadelphia donde se presentaron entre salseros y raperos. Alejandro al trombonista, músico e hipnotista a partes iguales, que “creía que nos hipnotizaba” antes de cada concierto. Les ha ido bien, les irá mejor.
La lluvia, esa mentira piadosa que de cuando en cuando nos varía el paisaje y las sensaciones, despeja la noche para el concierto. Es el primero de una serie de cuatro recitales en el Centro Cultural de La Católica. Una vez al año preparan un concierto más o menos así, pero esta vez es distinto, esta vez no han querido un espacio grande para un único concierto, sino un espacio acogedor y familiar para hacer una serie de cuatro, más íntimos, “nos gusta mucho este espacio”, dice María Laura, “es bonito estar cerquita”. Y tiene razón, unas horas después, con la lluvia que cae suave y generosa por el Camino Real, va apareciendo el público.
La gente se cruza, se saluda, conversa; por un momento no puedo dejar de sentir que soy ajeno a una experiencia muy privada, muy cercana, pero esto dura hasta que se apagan las luces y comienza a rodar el video de El pez cachetón de China. Tras el merecido aplauso, entran Alejandro y María Laura, con su nuevo formato de banda, desde ese momento y durante más de una hora soy también parte de la experiencia, me siento uno más. Los chicos logran eso, con su talento musical, con su puesta en escena, con su pasión y alegría por la música.
Alejandro y María Laura forman una de las duplas más frescas de la escena del indie peruano en Lima. / Foto: Javier Gragera
“Al inicio, el público peruano puede ser muy exigente”, me ha dicho Alejandro unas horas antes, con el auditorio aún vacío. Están expectantes acerca de lo que traes o a quién te pareces. Una de las tareas pendientes, según ambos, de la industria musical peruana: trabajar en su autoestima e identidad. De alguna manera, y en esto también coinciden, la escena musical limeña es un pez cachetón, por su diferencia. “Estamos en una ciudad con muchas bandas muy creativas que están haciendo proyectos muy distintos la una a la otra y que están corriendo riesgos constantemente. Y yo me siento orgulloso de ser parte de esa escena”, me dice Alejandro. “Siento que lo que nos une a la escena es que cada uno está haciendo lo que cada uno quiere”. María Laura añade además que faltan espacios, no solo para tocar, sino para ser escuchados, pero todos, La Lá, Kanaku y El Tigre, ellos, están en lo mismo ahorita, “tratando de empujar el mismo carro”. De alguna manera, pienso mientras los escucho, ser músico en Latinoamérica es creer el doble y trabajar el triple.
Alejandro y María Laura han sabido nadar a contracorriente, con lo imposible que puede sonar el tag indie peruano, y con lo limitado para hablar de su complejidad y mestizaje musical, se han ganado su lugar, seguidores que les envían fotos de las ilustraciones que han hecho de sus canciones, madres que le estampan al pijama de sus bebés el pez cachetón de China. “Sentimos que hemos generado un público propio para lo que hacemos, que antes estaba ahí pero no nos habíamos encontrado”, dice María Laura con el orgullo y altivez de quien sabe lo que le ha costado que esa sala se llene.
Y lo hace, horas después, cuando el público entero está coreando sus canciones, cuando nos reímos con ellos, cuando escuchamos a los excelentes músicos que los acompañan, cuando somos parte de esa religión sin dios llamada música, nos convertimos todos en peces cachetones. Y ahí, mientras veo cómo la gente sube al escenario para agradecerles por hacer música y por creer en lo que hacen, cómo un chico los considera el mejor regalo de cumpleaños posible y una recién casada celebra su relación de pareja, recuerdo las palabras de María Laura, justo al despedirnos: “Lo bacán de ser uno mismo es que a la larga encuentras a otras personas iguales a ti. Quizá al comienzo cuesta más, pero es más gratificante cuando las encuentras”.
Alejandro y María Laura se estarán presentando cada miércoles a las 9 pm hasta el 14 de octubre en el auditorio del Centro Cultural PUCP. La entrada cuesta S/.25.