'Cielo Abierto': No apartar la mirada ante tanta intimidad

Wendy Vásquez y Alberto Ísola protagonizan 'Cielo Abierto' / Foto: Difusión

De los mecanismos que tiene el teatro para construir su artificio, quizá uno de los más valiosos sea el escenario que enmarca y distancia la acción. Cuando se sale del escenario, o cuando éste transmuta en una imagen sin marco, dejamos de ser espectadores y nos convertimos en algo más culposo, pero más magnético, nos convertimos en unos voyeurs que devoran con avidez las pasiones, los conflictos y las emociones humanas, ahí, al ras del suelo, donde la pasta se cuece mientras dos ciegos juegan a hacerse daño.

Cielo Abierto (1997), del destacado dramaturgo inglés David Hare, se sitúa en el último encuentro de dos ex amantes, un rico empresario y una cada vez menos joven maestra en el diminuto departamento de ella. Ese último encuentro se va desgajando en confesiones, recriminaciones y los últimos estertores de una pasión trunca que se quiebra aún más por las diferentes posiciones políticas de ambos.

La puesta en escena está bajo la dirección de Mateo Chiarella, quien logra que la inmersión en el helado departamento por parte del espectador sea inmediata, casi rozando los muebles, las maletas y el exceso de cotidianidad regada por todo el lugar. Con apenas unos pocos momentos musicales pensados para enfatizar acciones concretas. 
 

Las actuaciones despuntan con un Tom Sargeant (Alberto Ísola) que grita, se infla, escupe al hablar y se saca unos cuantos reveses inteligentes para ganarse la sonrisa de su antiguo amor, mientras que la Kyra Hollis que interpreta Wendy Vásquez realiza un alarde de talento al cocinar una pasta que hace salivar a todos los espectadores sin salirse en ningún momento de papel.

El atractivo de Cielo Abierto funciona en dos niveles; la facilidad con la que Hare hace pasar sus personajes del drama íntimo a las visiones políticas sobre el mundo sin que resulte forzado, y unas actuaciones que saben sostener sus papeles de una manera que, pese a la pulsión voyerista que nos mueve, sintamos por momentos la necesidad de apartar la mirada ante tanta intimidad.

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