'Sin Título, Técnica Mixta': La memoria como un campo de batalla de los sentidos

© Musuk Nolte

Crítica de teatro por Javier Gragera

Al principio, es difícil evitar el desconcierto. Cuando uno accede a la Casa Teatro Yuyachkani para ver Sin Título, Técnica Mixta, uno se enfrenta a una sala que más bien parece un museo de la memoria. Las paredes del recinto están cubiertas de distintos elementos que nos empujan al recuerdo: las palabras garabateadas en el muro, los documentos fotocopiados, las esculturas y los monigotes, la imagen congelada de las fotografías, un vestido, un remo asháninca, una bandera roja con la sobreimpresión de una hoz y un martillo… Los actores, en un primer momento, también forman parte del decorado, como piezas en exhibición que pronto iniciarán el ritual de darle vida al pasado. ¿Cómo ubicarse en una sala de teatro donde, para empezar, no hay patio de butacas ni (aparentemente) escenario? ¿Dónde posicionarse; hacia dónde mirar; cómo saber la manera de comportarse?

Una de las principales virtudes de la obra Sin Título, Técnica Mixta, creación colectiva del Grupo Yuyachkani, es su capacidad para romper con los esquemas preconcebidos del teatro, y ofrecer al público una experiencia única e inclasificable. Esta propuesta escénica, que rehúye del teatro clásico para sentirse más cercana a las artes visuales y la perfomance, tiene como meta hacer una revisión de nuestra memoria histórica, y para ello centra su mirada en dos acontecimientos que afectaron al Perú en el arco temporal de un siglo: la Guerra del Pacífico contra Chile y el conflicto armado interno. Más que contarnos una historia, Los Yuyas pretende contarnos la Historia, o al menos algunos de sus capítulos más relevantes. Un reto mayor que, a pesar de su envergadura, no se les queda grande.

La alegoría y la intensidad expresiva siempre han sido dos de los puntos fuertes de los trabajos del Grupo Yuyachkani. En Sin Título, Técnica Mixta, la fuerza del gesto, la contundencia del acto enunciado y el simbolismo de los elementos puestos en escena nos introducen en una trama compleja y desconcertante que necesita de un espectador activo y despierto, capaz de rellenar los huecos vacíos de todo aquello que le es expuesto de manera fragmentaria y que, por supuesto, también sepa ponerse a salvo cada vez que el escenario móvil sobre el que se ubican los actores quiera embestirlo. Esta relación conflictual con el espacio, en el que el espectador tiene que acomodarse a tientas y es impelido constantemente a moverse de un lado para otro, nos hace entender el pasado como una realidad que se nos puede venir encima, que nos obliga a posicionarnos, a tomar partido y elegir un punto de vista. Imposible, por tanto, mantenerse al margen o ser un testigo indiferente de nuestra identidad histórica, a no ser que uno acepte el daño de ser arrollado por un escenario con ruedas, o recibir el golpe del mástil de una bandera o, más patético aún, ser agredido por una carpeta escolar de madera empujada por una niña desquiciada.


La obra propone un ejercicio de memoria colectiva. / Foto: Musuk Nolte

Miguel Rubio, director de la obra, demuestra gran audacia en esta puesta en escena, que es sostenida con enorme poder de persuasión por todo el elenco de actores del Grupo Yuyachkani. Nombres propios como Ana Correa, Augusto Casafranca, Teresa Ralli o Leo Zevallos, entre otros, hacen de esta una experiencia brutal y palpitante, y empujan al público a un carrusel de emociones. La historia se te atraganta, se te clava en el ojo, te retumba en el oído. ¿Quiénes somos? ¿Qué hemos hecho? ¿Por qué luchamos? Estas y muchas otras preguntas flotan en el espacio de techos altos del teatro, pero no se ofrece ninguna respuesta. Uno debe formar su propio rompecabezas interior con las piezas que se la ha dado (piezas seleccionadas con un fin altamente subjetivo y contestatario), y sacar sus propias conclusiones. El teatro se transforma así en un agresivo ejercicio de memoria colectiva que se activa con el espectador, parafraseando al propio Miguel Rubio.

Hay obras que nunca deberían dejar de estar en temporada por, entre otras cosas, su importante función social. Sin Título, Técnica Mixta, ya un clásico del teatro peruano contemporáneo, es una elocuente clase de historia a la que ningún peruano debería faltar.

Sin Título, Técnica Mixta se puede ver en la Casa Teatro Yuyachkani hasta el 9 de abril 2016, con funciones los viernes, sábados y domingo a las 8:30 pm.

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