Lika Mutal en el MAC: Un espejo de piedra que nos habla sobre el tiempo

Las esculturas de Lika Mutal son rocas de gran tamaño que han marcado su propia experiencia vital. / Foto: Difusión

Son las 8:45 de la noche del miércoles 7 de octubre de 2015. Estoy sentado al fondo de una sala amplia llena de gente y de piedras. Una chica de rasgos marcadamente asiáticos se aleja de una de esas piedras, la más próxima a mí, para tomar la mejor foto, entonces recuerdo las palabras que he leído hace un par de días en un artículo sobre Jeff Koons: «Una escultura es aquello con lo que tropiezas en un museo cuando caminas de espaldas para calibrar mejor una pintura».

La obra de Lika Mutal está en ese terreno en el que diferentes haceres artísticos se conjugan para hablar sobre un tema, que a su vez es el resultado de muchos temas, algunos pensarían que antagónicos, puestos en diálogo. El espejo de piedra, exposición individual en el Museo de Arte Contemporáneo de Lima, es a la vez una muestra de diversos trabajos, esculturas, fotografías, velos, y una narración, sobre el encuentro y el diálogo con una piedra en particular, la que abre la exposición y le da título: El espejo de piedra (2015).

Son las 8:15. Recorro el laberinto sin pasadizos que es la muestra. Me detengo frente al Río al origen (2013), una mujer mayor se acerca y la acaricia, luego repiten el gesto dos más. Me interrumpe el sonido del agua a mis espaldas, veo un niño que entra a jugar con la pequeña fuente de Rumi Macocha (2001), su risa se impone al ruido que hay alrededor, lo desafía.

Como los espejos, y como las piedras, la muestra tiene varias capas, algunas más opacas, otras más brillantes: los enormes velos que descienden como la muerte, cuya sombra se desliza sobre el suelo. Las fotos de una cuidada composición que desafían nuestra percepción del tiempo en su reiteración y, por supuesto, las piedras. Hay mucho más que el objeto encontrado en las piezas de Mutal, y no sólo por el trabajo que ésta imprime sobre aquellas, sino por la relación espiritual que las enlaza.
 


La artista pone en diálogo saberes y creencias tan extremas como la física cuántica y el chamanismo. / Foto: Difusión

Son las 8:05. A través de Cóndor (2013), uno de los velos que ha tejido Lika Mutal en su proceso de acercamiento con la piedra, veo unos ojos enormes que me miran fijamente y una sonrisa cómplice que los sigue, sólo dura un instante pero éste se expande infinitamente, hasta que los ojos continúan su transitar por la sala.

La artista pone en diálogo saberes y creencias tan extremas como la física cuántica y el chamanismo, construye historias pero también contagia experiencias. Nos hace mirar esos objetos/seres con la mística y el respeto que lo miraron los primeros hombres. Nos hace volver una y otra vez sobre cada pieza para entrar en contacto con su superficie, para explorar sus irregularidades. Sus obras, como espejos, nos hablan del tiempo, de su paso sobre nosotros, de nuestra finitud, nos seducen y nos aterran porque nos ponen en contacto con nuestra mortalidad. Son dispositivos, tal vez tótems, para activar nuestro pensamiento.

Es julio de 2012 y Lika Mutal encuentra una fotografía suya de 1971, aún no es la Lika Mutal que tengo al frente, aún no sabe que este día existe. En ese mismo instante, a miles de kilómetros, miro mi reflejo en la ventana detrás de la cual está la noche de mi ciudad. Ambos llegamos por caminos distintos hasta el día de hoy, 7 de octubre de 2015 a las 7:30 de la noche, ella para poner frente a mí el espejo que tiene todos los tiempos y todas las historias en el fondo de su reflejo, yo para mirarme en él y recorrer mi propio laberinto en esta casa de los espejos que es el MAC.