Hazael Valecillos | 16.05.2016
Pingüinos, duendes, un niño y su amigo imaginario cuya única forma de comunicación es repetir la palabra Olga, una aceituna, mimos frustrados, un hombre misterioso, una pareja entregada al amor, un conejo con lentes que a veces tiene bloqueos para resolver su tira diaria, y, por supuesto, Enriqueta, la furibunda lectora que junto a su gato Fellini y su oso Madariaga se pregunta cosas. Todos macanudos, todos diferentes fragmentos, diferentes registros de una misma vocación, de una misma mente que nunca dejó atrás la pasión por dibujar historietas.
Ricardo Liniers Siri (Buenos Aires, 1973) creció leyendo la Mafalda de Quino y el Tintín de Hergé, por eso ha confesado muchas veces que pasó parte de su infancia sin saber que las historietas tenían autores, pues esos nombres “raros” y condensados en una sola palabra sonaban más a editorial que a seres humanos; por eso también consideraría más tarde que Ricardo Siri tenía poco que ver con sus héroes y, en cambio, Liniers estaba más cerca de lo que quería lograr.
Liniers fue un niño tímido que se refugiaba en el dibujo ante su confesa incapacidad para jugar al fútbol en los recreos; que se hacía acompañar de su amigo imaginario Han Solo en el patio del colegio para tomar valor frente a los gigantes de sexto que siempre estaban amenazantes, al acecho. Un niño que se aburría mucho y que ante el aburrimiento no tenía más armas que la imaginación. “Los chicos se tienen que aburrir”, repite siempre frente al impulso actual que lleva a los padres a distraer a sus hijos con distintos aparatos.
Intentó con el Derecho, como su padre, también con la Publicidad, pero la necesidad creativa estaba permanentemente con él y ante la sugerencia de un amigo que lo veía dibujando en clases colaboró con una modesta publicación hasta que se presentó la oportunidad de publicar una tira semanal en el suplemento No de Página 12. Lo hizo durante tres años (1999-2002) bajo el título de Bonjour, porque era una muestra de educación saludar a los lectores que abrían el periódico en la mañana con un buenos días y le daba un toque de clase hacerlo en francés. Allí, combinaba su característico dibujo naif con un tomo marcadamente cínico en una vitrina de personajes.
Luego, por recomendación de Maitena, se vio ante la oportunidad de tener un espacio en La Nación, un medio más conservador que Página 12. Aceptó teniendo en mente que se enfrentaba al reto de generar una tira diaria, pero que le permitiría trabajar un registro más amplio de humor gráfico, con personajes recurrentes en algunos casos, fugaces en otros, e incluso participar como personaje a través de la autoparodia. El único condicionamiento que se impuso a sí mismo fue la exigencia de trabajar una idea por día. Tituló la tira Macanudo [Estupendo, magnífico] por ir a contracorriente del clima pesimista generalizado que había en la Argentina luego del corralito financiero y la inestabilidad política. La sigue publicando, a diario, desde hace 14 años, ha publicado libros (van 10 de Macanudo), ha dado múltiples conferencias en ferias del libro e incluso se ha convertido en el primer argentino en dibujar la tapa del New Yorker.
Como sucede en toda actividad creativa, hay mucho de Ricardo Siri en Liniers; o lo que es lo mismo, hay mucho del caricaturista en sus personajes y sus chistes. La importancia de la imaginación que se expresa no sólo en la existencia de Olga, sino en las aventuras de Enriqueta y Fellini o en los juegos de los pingüinos.
También hay mucho de espacio interior, de existir dentro de sí mismo y hasta cierto punto separado del mundo. No por nada esas viñetas en las que del mundo adulto apenas si aparece la voz de la madre de Enriqueta, siempre fuera de cuadro. “Los dibujantes somos unos tímidos”, recuerda el argentino en una entrevista, con esa sonrisa a medio camino entre inteligente y nerviosa, detrás de los lentes de pasta y del gorro.
Sus gustos e influencias también se transparentan a través de su obra, como el peso determinante que tuvo Star Wars en su vida y sus primeros trazos para tratar de capturar la esencia de la experiencia que tuvo en el cine y llevársela a casa; además, el enorme valor que tiene la música en su proceso, desde The Beatles, que aparecen de cuando en cuando como alusión, referencia o parodia dentro de sus tiras, o Bob Dylan, Lou Reed y hasta su amigo Kevin Johansen, con quien sale de gira para dibujar en el escenario mientras aquel canta. La lectura también tiene un papel protagónico, con obras como Huckleberry Finn o Moby Dick como pilares.
La temática de Macanudo ha sido en ocasiones tachada de simplista o incluso de ingenuidad pop, pero en realidad la obra del caricaturista tiene un gran registro, desde posturas abiertamente cínicas y descreídas hasta tiras crípticas que se quedan flotando en el aire, como los duendes, sin terminar de asentarse en la comprensión.
Lo que sí hay en todo Liniers y, por extensión, en Macanudo es una invitación a mirar nuestro paso por el mundo como un parpadeo y en consecuencia hacerlo significativo, abrazarnos más a las personas, tener mayor curiosidad y dejarse perder más seguido en ese bosque recurrente de sus caricaturas que es la imaginación.
Liniers nos enseña que nunca somos lo suficientemente adultos como para no salir a jugar con un amigo imaginario.
El caricaturista argentino Liniers estará realizando diversas actividades los días 18, 19 y 20 de mayo en el Museo de Arte Contemporáneo de Lima, en el marco de la exposición Pensemos bien con Liniers.
Añadir nuevo comentario