'Narcos': De vuelta a Cocalombia

Artículo escrito por Diego Arévalo

La serie Narcos sigue siendo endiabladamente entretenida. Y para sorpresa de muchos, lo sigue siendo sin Pablo Escobar. Como bien señalan algunos reviews, la tercera temporada está lejos de decepcionar a los espectadores aunque a muchos no les guste por presentarnos la historia, entremezclada con ficción, del negocio que moviliza la economía del mundo desde una óptica “gringa”. Siguen siendo diez los episodios –a razón de 6 millones de dólares por cada uno– de un rigor implacable en los que nada sobra, los giros narrativos siguen siendo geniales y todo es tenso. Aquí les dejo las coordenadas principales de la nueva temporada que, aunque las escenas de acción son menos, cuando ocurren alcanzan relieves tarantinianos.

El regreso del llanero solitario: el agente Peña
Sin duda es el personaje que el público ha escogido querer más. Héroe y antihéroe al mismo tiempo, el carisma del personaje interpretado por Pascal es irresistible para esta historia con tintes épicos. Es el hombre con un destino que cumplir. Un destino que lo sobrepasa –así como los místicos buscan el encuentro con Dios, él hace lo mismo con los capos de la mafia– y arrebatárselo sería despojarlo de su esencia. No está hecho para el hogar ni para las compras en el supermercado; es el típico hombre de acción y el eterno viajero; un detective y un solitario que, como sabemos, está dispuesto a cruzar las fronteras de lo permitido –de las instituciones que lo respaldan y las de su propia moral– para conseguir su objetivo principal que, por cierto, es absurdo: ganar la guerra contra el narcotráfico. Me parece extraordinario que la cruzada que justifica su razón de ser ya esté perdida de antemano. Esto le da otra dimensión al entrañable agente Peña.

En esta nueva entrega aparece convertido en el rock-star de la DEA por sus hazañas frente al Cartel de Medellín. Promovido de puesto y con un aumento salarial de nueve mil dólares, cambia la ropa de agente encubierto por el saco y la corbata. Si antes él solicitaba los permisos, ahora él se encarga de darlos y tiene el poder suficiente para tomar decisiones. Dentro del sistema, el agente Peña es desengañado: la guerra contra el narcotráfico es puro teatro. Pero no solo eso, se da cuenta de que es peor.   

Por otro lado, si bien la continuidad y calidad de la serie se ponía en tela de juicio tras la muerte de Escobar –la nueva temporada demuestra lo contrario– seguramente sí que puede resultar imposible imaginarla sin en el agente Peña. Primero estuvimos en la cabeza de su camarada,  el agente Steve Murphy, quien nos seducía con su voz en off contándonos los hechos que marcaron la historia de Colombia y que servía como hilo conductor para los espectadores. Murphy ya no está y ahora estamos en las entrañas de Peña y la narración en off le pertenece a él.

Los caballeros de Cali
Son cuatro y operan el negocio de tal forma que la imagen mitificada –y santificada– de Escobar queda relegada a la de un vulgar matón. Perciben cualquier forma de exposición como sumamente perjudicial para el Cartel y evitan a toda costa cualquier derramamiento de sangre. Además –y precisamente sobre esto va la nueva temporada– están negociando un nuevo trato con las autoridades americanas: su entrega junto con la de todo el negocio a cambio de un check out prácticamente inmediato y quedar libres de polvo y paja y con muchísimo dinero, claro está. Todo ya está pactado pero, por supuesto, aparece el aguafiestas del agente Peña.

Los hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela. Al primero se le conoce como “El ajedrecista”. Damián Alcázar da vida a este hombre que es el líder del Cartel de Cali: un hombre carismático, culto, siempre dispuesto para la conversación, los buenos negocios y apasionado por el dinero. Miguel, por el contrario, es reservado, silencioso, incluso torpe para cuestiones sociales, pero implacable para las finanzas. Las cualidades de los hermanos son perpendicularmente opuestas, pero tienen una muy buena relación.

Helmer “Pacho” Herrera. A él ya lo conocíamos pero en esta nueva entrega brota un nuevo relieve: su homosexualidad. Curiosamente, en el primer episodio lo vemos montado en su moto a lo Brando en The Wild One, símbolo de la virilidad total. Acompañado siempre por jóvenes con pinta de serafines y rodeado de elementos que materializan su hedonismo –jacuzzis y morenos, lujos de narco, una inmensa luna llena–, Pacho es un personaje actualizado en tiempos en los que la comunidad transgénero ha decidido alzar la voz como nunca antes. Ni en el cine ni mucho menos en una serie, había visto un beso tan largo y vehemente –quizá hasta alcanzar lo vulgar– entre dos hombres. 

Chepe Santa Cruz Londoño. El nuevo asesino por naturaleza. Maneja los movimientos en Nueva York y si quieres que alguien “se haga cargo” él es el hombre indicado. De sangre fría, no es de muchas palabras, pero cuando hace ruido lo hace a punta de balas.      

Y sin embargo, el verdadero protagonista de la serie es…
No es ni Peña ni ninguno de los Caballeros de Cali, no. El verdadero protagonista se llama Jorge Salcedo, uno de los encargados de la seguridad de los hermanos Rodríguez Orejuela. Y si bien hemos sido testigos de todo lo que ha venido sucediendo a lo largo de la serie ninguno conoce –o al menos padece– el infierno como este personaje. El infierno moral, por supuesto.

Salcedo no es un sicario ni un matón. Es un hombre de familia que espera salirse pronto del negocio para vivir tranquilo, pero los narcos se lo impiden: es demasiado bueno haciendo su trabajo. De una inteligencia superior a la del resto, se gana la entera confianza de Miguel por anticipar así como solucionar los peligros que pueda afrontar el Cartel.

El dato: la tercera temporada está basada en el libro En la boca del lobo de William C. Rempel, reportero que tuvo acceso al verdadero Jorge Salcedo quien actualmente sobrevive protegido en los Estados Unidos.

Los detectives salvajes versión gringa             
Con el nuevo ascenso del agente Peña y su descubrimiento de que la guerra contra el narcotráfico es tan solo un vulgar teatro, aparecen como espejos dos nuevos agentes jóvenes con la apariencia de los chicos de la sitcom That´s 70 show. Románticos al cien por ciento, ellos son tan crédulos como Peña y Murphy al inicio de la serie y debido a su juventud todavía no meten al bien y al mal dentro de un mismo saco. Ansiosos por un poco de acción e ignorantes del funcionamiento del sistema en el que se encuentran inmersos, quieren viajar a Colombia para realizar su labor de agentes encubierto.

Su situación es tan hilarante que, al ser recibidos por un policía local, lo primero que hace con ellos es darles un tour mientras les explica cómo es que los líderes del Cartel de Cali son los dueños de toda la ciudad. A pesar de que la información brindada es oro, no pueden hacer absolutamente nada por una cuestión legal. Sin embargo, detrás de su ingenua apariencia está la astucia del zorro y lo que les costó a Peña y Murphy dos temporadas enteras, a ellos tan solo les toma un capítulo. Esta dupla –que parece sacada de El tonto y el más tonto– será un verdadero dolor de cabeza para los encargados de la seguridad de los hermanos Rodríguez Orejuela.

Y al igual que los míticos protagonistas de la novela de Bolaño, Arturo Belano y Ulises Lima, los nuevos agentes toman su odisea como si fuera un juego. No literario, pero sí detectivesco. Estos nuevos personajes son un gran acierto para la serie. Le otorgan la verdadera dimensión y perspectiva al tema de la serie en apariencia trágica: una comedia de policías y ladrones en los que nadie sabe para quién trabaja.

¡Bienvenidos al puto México Mother Fuckers!
Es lo que le dice Amado Carrillo Fuentes, más conocido como “El Señor de los Cielos”, a “Pacho” Herrera cuando lo recibe en México con un avión similar al modelo Hércules atiborrado de cocaína. Líder del Cartel de Juárez, Amado Carrillo Fuentes es el encargado de la distribución de la merca por todo Norteamérica. Y acordémonos de que el que la distribuye es el verdadero rey.

A pesar de tener la apariencia de un lobo hambriento por su delgadez y rasgos duros, Amado Carrillo Fuentes es un personaje entrañable: la parquedad y hostilidad de los narcos es reemplazada por la de un tipo siempre amable y de buen humor. De su boca sale que el negocio de la coca no se puede dejar así nomás por tratarse de un estilo de vida, es decir, que el que renuncia está también dejando de lado lo que realmente es y para lo que se nació.    

En esta tercera entrega lo vemos poco ya que, a pesar de que viajamos por diferentes partes del mundo –Nueva York, México, Curazao–, todavía seguimos en Colombia. Pero desde ya se anuncia el reinado de los carteles mexicanos que opacarán la cuarta temporada para seguir avanzando en la historia del narcotráfico, el negocio más rentable del mundo. 

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