Manuel V. Tudela | 20.11.2015
Hace una semanas se realizó en Cusco un seminario de negocios musicales y marketing, con mucha gente de Lima y de varias partes del mundo trayendo nuevas ideas. Esto me dejó cosas en la mente, sobre todo en cuánto podríamos aprender de los intercambios, de nosotros mismos trabajando juntos sin viejos patrones, sin diferencias. Entonces, en base a la pregunta: ¿Qué podemos aprender los limeños de los cusqueños y qué podemos aprender los cusqueños de los limeños?, nace este post. No espero que compartan mis opiniones, son bastante personales y generalizadas también (disculpen la imprecisión). Si hiero la susceptibilidad de mis hermanos cusqueños y/o limeños, lo siento. Lo digo con cariño y sinceridad. Ahí va.
Lo que podríamos aprender los limeños de los cusqueños:
- La familia y el compartir: en Cusco vi cómo hacen espacio en la mesa para cualquiera. No importa si la olla es corta: siempre habrá comida en casa para compartir aunque seas un desconocido. He visto cómo reparten un plato entre varios, cómo parten su dinero si lo necesitas, cómo hacen espacio en la sala para que te sientes, cómo habilitan una habitación para que duermas bien aquella noche donde no tienes dónde caer.
- La vuelta a la tierra: Cusco ya no es la tierra consciente que saluda al sol todas las mañanas, pero muchos lo hacen y antes de comer agradecen su comida, antes de sembrar piden a la Pachamama por el cultivo o saludan a sus santos y montañas con reverencia. Si en Lima volviéramos a tener contacto con la naturaleza, todo nuestro potencial creativo e innovador se vería multiplicado por mil. Estoy convencido de aquello.
- Abrazarse: fue difícil para mí, pero Cusco me enseñó a abrazar a las personas sin temor. Tengo amigos y amigas que me abrazan, en cualquier momento, solo porque quieren hacerlo, y nos quedamos enlazados por largos segundos, solo porque nos queremos y deseamos darnos amor y compañía. Aquellos abrazos me han sanado más que cualquier cosa en este mundo. Si en Lima nos abrazáramos más y por más tiempo seríamos una sociedad más amorosa y consciente.
- El conocimiento: Cusco tiene conocimiento, sabiduría vieja, en sus montañas, en su gente, en su día a día. Está ahí, servido para todos y sólo los que prestan atención pueden verlo. Aquel conocimiento que hace recordar nuestra esencia, nuestra identidad, nuestra historia, nos puede liberar.
Lo que podríamos aprender los cusqueños de los limeños:
- Mejorar las reglas del juego: Lima innova, levanta sus estándares de servicio cada día, crea alineado con las tendencias del mundo, se globaliza cada mañana, tiene ideas que se mejoran, se renuevan y no se estancan. Está informada de los cambios. Si en Cusco tuviéramos el impulso creativo que hay Lima, las ganas de inventar nuevas cosas, de transformar, de presentar nuevas propuestas artísticas, de hacer lo que nadie ha hecho antes, todo estaría mejor. Lima tiene calidad de servicio, de organización, de producción. Cusco está, a mi parecer, lejos de eso hoy. Creo que debe y puede hacerlo. Va hacia eso.
- Visión y amplitud: Será el mar, no lo sé, pero Lima ve más allá de sus fronteras. No se encierra, no se limita. Ambiciona experiencias. Se despierta ansiosa de ver qué está pasando afuera. Por eso investiga, estudia y replica lo que aprende en la calle, en el parque, en un museo, en el cine, en la universidad. Sus profesionales quieren ser más especializados, cada vez en cosas más específicas y valiosas, sin seguir el ritmo de siempre.
- Limpieza y orden: Lima no es Ámsterdam, pero en los últimos diez años aprendió a ser organizada y limpia. Cusco sólo conserva limpio el centro porque es el paso del turismo. Lo que está fuera de ello está lleno de basura, desordenado, tugurizado y contaminado. A mí me duele ver esta ciudad potencia, que tiene para ser todo lo que quiere ser, enterrada bajo sus propia basura y conflictos sociales. Lima puede enseñarnos a ser más ordenados, limpios, consecuentes con nuestro discurso de amor a la tierra y realmente amarla en los pequeños actos.
Tanto por aprender entre nosotros. Creo que si cada uno pusiera lo mejor de sí tendríamos una sociedad modelo. Basta ya de diferenciarnos, de pelearnos, de crear pullas. Cusco tiene tantas cosas hermosas por enseñar como las tiene Lima. Son dos ciudades fascinantes, ricas en sus diferencias y enlazadas podrían crear cosas que harían los grandes cambios. Están hechas para juntarse, para hacerlo.