100 años con Bukowski: 4 razones para (re)leer al viejo indecente

Un inusual Bukowski con gafas oscuras en el interior de su famoso 'volocho'.

Estamos celebrando a este autor de culto en el peor momento posible. Las bromas, las ironías, los ladridos, los insultos, las reflexiones contra la condición del ser humano parecen quedar fuera de lugar en la inclasificable nueva normalidad peruana. Las cifras no nos dan tregua para nada. Sin embargo, debido al amor de las redes sociales por el calendario, y al amor de algunos lectores por Charles Bukowski, queremos compartir de todas formas algunas impresiones sobre este autor que tantas risas nos ha regalado. Detalle en absoluto menor cuando un vistazo a la realidad lo último que genera es risa, y lo más difícil es reírse solo.

Desde sus respectivos encierros, algunos lectores y lectoras han querido celebrar los 100 años del viejo, que cumpliría mañana 16 de agosto 2020. Estos son sus comentarios.

BUKOWSKI LOVER

Lo que más me gusta de Bukowski es su habilidad para contar historias impactantes con pocas y sencillas palabras. Sé que ha escrito poemas y novelas, pero para mí Bukoswki es sobre todo cuentista. Lo conocí sin tener mayor referencia de la que publica Wikipedia, pero el primer cuento que leí de él fue su mejor carta de presentación. Recuerdo que la historia era tan sencilla y, sin embargo, me dejó maravillada. Por eso releí varias veces el cuento solo para satisfacer el deseo utópico de descubrir en dónde recaía el encanto, la magia, el secreto. Ese cuento es “Hijo de Satanás” y es uno de mis cuentos favoritos en todo el mundo. No hay palabras “soeces” en exceso; no hay sexo “exhibicionista”; no hay odio “desmesurado” hacia el sistema capitalista. Hay una historia demasiado común escrita de una manera que la hace extraordinaria.

Con más de 25 años como lectora, estoy convencida de que los libros y los autores llegan a las personas en momentos específicos. Quizás si hubiera conocido a Bukoswki con cualquier otro texto, no estaría participando en este homenaje. No es que sus otros textos no me gusten; pero fue “Hijo de Satanás” el texto que me hizo una “Bukowski Lover” incondicional. 
(Viviana Gálvez, escritora)

LO PEOR DE NOSOTROS MISMOS

¿Cómo recomendar a Bukowski después de ver el video en que patea a Linda Lee Beighle? ¿Cómo celebrarlo y no dejar de admitir que el tipo era racista, homofóbico, dentro y fuera de sus ficciones? Quizás sea que a Bukowski solo se puede volver. Como visitar a nuestro tío salvaje que nos parecía tan gracioso cuando éramos niños y que más tarde descubrimos inadecuado, insalvable, agonizante. No hay cómo cambiarlo ni excusarlo, acaso solo aferrarnos a la luz que intuimos en él; eso que transformaba sus anécdotas en artefactos adictivos y reconfortantes. En Bukowski: la claridad del perdedor, la honestidad del feo, la dignidad con que retrataba incluso a quienes aborrecía (podemos decir que casi a todos).

Volver a él es reencontrarnos con lo peor de nosotros mismos y a lo mejor es por eso que lo seguimos leyendo. Será que no hemos cambiado tanto. Con Bukowksi nos conmovemos todavía; reímos todavía. Y de pronto la ilusión de quedarnos con lo que nos gusta de él y tirar lejos aquello que queremos arrancarle (y arrancarnos) sabe tibio y soso. Será que volvemos a Bukowski porque es el paquete completo de conflicto. Las ganas de abrazarlo y de pegarle. El placer y la culpa. La lengua brillante y furiosa, pero también sus remates toscos, al filo de lo inacabado. El mal escritor que supo decir algunas cosas mejor que nadie.

Bukowski es imposible hoy y está bien que así sea ¿Podemos seguir recomendándolo? No sé. Probablemente no. Pero tampoco lo necesita. Ya está muerto.
(Giacomo Roncagliolo, escritor)

¿CUÁNTA VIDA ME ESTÁ COSTANDO MI TRABAJO?

En la víspera de sus cien años, Bukowski ha llegado a mí en forma de podcast y de novela. “Carta de Charles Bukowski sobre el carácter alienante del trabajo” y “Factótum”. Pareciera que me mandó estos textos desde el mundo de los muertos. Sus reflexiones sobre el trabajo en el aplastante sistema en el que hemos venido a existir y el viaje de Henry Chinaski de contratos y despidos y contratos y sexo y borrachera y despidos, han llegado para salvarme. Es esperanzador saber que habiendo estado tan inmerso, Bukowski pudo salir del sistema y sobrevivir para contarlo. Y es refrescante seguirle los pasos a un personaje que trabaja para vivir (y escribir), en lugar de vivir para trabajar. Como yo, frente a mi computadora, en una jornada laboral que va durando 5 días, con breaks para comer y dormir. Me quedo con esta frase de una carta a su editor, John Martin. Resuena en mi cabeza mientras me miro al espejo:

Lo que duele es la pérdida constante de humanidad en aquellos que pelean por mantener trabajos que no quieren, pero temen una alternativa peor. Pasa simplemente que las personas se vacían, son cuerpos con mentes temerosas y obedientes. El color abandona sus ojos, la voz se afea, el cuerpo, el cabello, las uñas, los zapatos….todo.
(María José Montoya, antropóloga)

EL JARDÍN DEL PADRE

La obra de Bukowski no es posible ni se explica sin el maltrato del padre. El mismo escritor lo cuenta en “Born into this”, su famoso documental. “Bienvenidos a la casa del horror”, les dice a los documentalistas cuando visitan su vieja casa familiar. Allí, en el baño, mientras describe las mismas escenas de su libro más autobiográfico, “La senda del perdedor”, remata: “Fueron los azotes de mi padre que me hicieron escritor”. En este sentido perverso y triste, Bukowski considera al padre su “maestro” en literatura.

Si bien toda su obra esta empañada por el resentimiento, el humor y la lucidez, hay dos cuentos complementarios que nos permiten conocer el lado más íntimo y sensible del autor: “La muerte del padre I” y “La muerte del padre II”. En el primero, degrada a tal extremo la memoria del padre que el lector se descubre sometido al “efecto” Bukowski: sentir espanto, indignación y risa al mismo tiempo, cruce emocional aparentemente imposible. En el segundo, pareciera que el escritor no quiere dar su brazo a torcer valiéndose de una comedia de enredos. Sin embargo, en la última línea del cuento queda expresado de manera sutil, y que solo los fieles lectores podrán vislumbrar, la compresión y el perdón hacia su progenitor. El espacio favorito de este siempre fue el jardín, y Bukowski cierra este episodio regando los rosales.
(Diego Arévalo, editor)  

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