Homofobia, racismo y clasismo en "No se lo digas a nadie"; ¿qué tanto hemos cambiado desde los años 90?

"Apunta pensando que le vas a disparar a un cholo", es el consejo de Luis Felipe a su hijo Joaquín.

El film de Pancho Lombardi, ambientado en los años 90, desató un escándalo al ser la primera película peruana que trataba abiertamente la homosexualidad, en este caso masculina, denunciando abiertamente el machismo de la sociedad peruana hacia la comunidad gay. "No se lo digas a nadie" (1998), la adaptación de la primera y polémica novela de Jaime Bayly, denuncia los diversos conflictos sociales de Lima, el Perú y aquellos que llevan sus riendas, llevando a una toma de conciencia sobre la influencia nefasta de las mismas.

Por Gerónimo Stoll

El protagonista Joaquín Camino es gay en un país donde expresar su identidad abiertamente equivale a un crimen. Joaquín, a diferencia de sus amantes, es un gay atormentado ya que su entorno, un país machista llamado Perú, al parecer jamás lo aceptaría. Durante los años 90 en el Perú, lo mires por donde lo mires, era mucho más fácil y seguro para la integridad física, social y laboral, ser heterosexual y eso, Joaquín ya lo sabe, sintiéndose abrumado por la imposibilidad de ejercer su identidad abiertamente:

—En este país puedes ser coquero, ladrón, mujeriego o lo que te dé la gana, pero no te puedes dar el lujo de ser maricón.

El entorno en que se desarrolla el protagonista muestra los prejuicios e hipocresía de la clase “alta” limeña. El argumento se centra en el despertar sexual de Joaquín, pasando por sus vivencias en la adolescencia hasta su adultez. Frente a la presión familiar y social, Joaquín intentará empezar una relación sentimental con Alejandra, pero no será del todo feliz. Aparece Gonzalo, su primer y verdadero amor gay según el film; así también, aparece Alfonso, un amante como consuelo a sus problemas y con quién se verá envuelto en el licor y las drogas, abriéndose a sus pasiones así como a los abismos de las mismas.

Sin embargo, la película no se queda en explorar la homofobia desde una mirada, por momentos cómplice con el espectador desde el humor. Destapa el clasismo, sexismo, machismo y racismo de las clases altas hacia el resto de la pirámide socioeconómica. Ante la pregunta de Joaquín a Alfonso acerca de si realmente odia a los gays, éste responde una de las frases más lapidarias, ilustrativas e hilarantes acerca de la idiosincrasia racista en nuestro país:

—Oye Alfonso, yo pensé que odiabas a los cabros.
Solo a los cholos rosquetes. Esos cojudos malean el ambiente.

Resulta clave el personaje de Luis Felipe, el padre de Joaquín, para entender las taras de la clase alta peruana. Luis Felipe, detenta toda la carga de lo peor que existe en nuestro país al ser un hombre abiertamente machista, homofóbico, racista y clasista. Luis Felipe detenta todo el capital masculino que resulta inalcanzable para su hijo dentro de la ideología machista, oprimiéndolo al tratar de llevarlo por la misma senda. Luego de observar que Joaquín es “lorneado de maricón” por sus compañeros del colegio, Luis Felipe emprende un viaje con Joaquín para encaminarlo hacia la hombría, que para él significa saber pelear, cazar y follar; es decir, el uso de la fuerza y la veneración del falo.

Durante ese tiempo de mentoría de Luis Felipe hacia su hijo, al regreso del viaje, el padre atropella en auto a un ciclista en la carretera asesinándolo y es allí, en ese momento de silencio, en que suelta la frase de mayor denuncia hacia el racismo de las clases altas, quiénes se jactan incluso del mismo, dejando al espectador en shock.

—¡Bien hecho, carajo! Por cojudo. No cazé nada en la hacienda pero al menos me bajé un cholo de regreso.

Ante tal grado de racismo avalado en las clases altas es que surge la cuestión de si el país ha cambiado. Ahora hay un racismo “asolapado” o de gente que no se da cuenta del mismo, en dónde se sigue atribuyendo características o atributos casi innatos a las personas por su color de piel, con mayor incidencia en aquellas de origen andino. Sin embargo, es lamentable constatar que en el Perú, todos se “racean”, se “cholean”, todos se discriminan por cualquier motivo y últimamente, mucho más. Y nadie está a salvo. Ahora todos se sacan los ojos, no hay código y este film, evidencia de dónde proviene aquel odio que nos mata como peruanos, aquellas taras que aún intentamos erradicar; sin embargo, realmente sólo lograremos mitigarlas, reduciendo su prevalencia e incidencia. Basta con observar las redes sociales para constatar como todos los grupos sociales del país se lanzan granadas de memes en función de su color de piel o posición social.

Han pasado 23 años desde el estreno del film en 1998, y éste aún denuncia la dominación que ejercen quienes detentan poder hacia sus subordinados al auto-considerarse hegemónicos y socioculturalmente respaldados en sus actos. Dicha hegemonía, pasa a ser vista casi como algo natural por la estructura social, producto de siglos de prácticas aceptadas con resignación por la psique colectiva. Muchas personas llegan a tratar a sus subordinados con una obstinación por detentar el poder al darles órdenes, que realmente denigra su humanidad e incluso, sin darse cuenta, se sienten dueños de una barrera que los diferencia. En la película observamos una escena clave que expresa como, quien es jefe, puede traspasar barreras que incluso implican el cuerpo:

—A mí también se me ha parado. Si quieres toca nomás. Te doy permiso.

Esta frase es enunciada por Joaquín a sus 15 años mientras se baña en el río con Jhony, el hijo de Sixto, uno de los trabajadores de la casa de campo. Durante un momento en que dos adolescentes hablan sobre sexualidad, surgen en Joaquín deseos por explorar y le otorga a Johny el “permiso” de tocarlo, quien responde con una rotunda negativa. Sin embargo, luego Joaquín toca a Jhony e intenta masturbarlo pero este lo rechaza con énfasis y furioso lo amenaza con delatarlo a los padres de ambos. Resulta clave que Joaquín sí puede tocar a Johny sin exigir ningún “permiso” o consentimiento, el mismo Jhony demora un poco en actuar contra Joaquín ya que se trata del hijo del patrón, resultaría un desastre si él no preserva la integridad física de Joaquín; sin embargo, el “permiso” de Joaquín no parece provenir únicamente del mutuo consentimiento, sino desde una posición de autoridad que Joaquín y Johny han interiorizado inconscientemente, la dicotomía patrón-subordinado. Es en aquella última que se reflejan las formalidades de Jhony para con Joaquín al tratarlo de "usted", las dudas frente a la invasión de Joaquín e incluso de defenderse de él, del mismo modo, los insultos y órdenes gratuitas de Joaquín hacia Johny, un chico de su edad más fuerte físicamente que él. Es casi como si Joaquín pudiese traspasar los límites del cuerpo sin denuncia producto de esa jerarquía en que se encuentran, ya que la familia de Johny come de la familia de Joaquín. Es por ello que Johny se refiere a Luis Felipe como “padrino”.

Al final de aquella trifulca entre Joaquín y Johny, estos terminan peleándose con Joaquín ahorcando a Johny quien parece dudar en defenderse, hasta que los separa Luis Felipe, el padre de Joaquín, quien celebra que su “cachorro” es un hombre al haberle pegado al otro muchacho. La cara de este al final de esa escena lo dice todo: 

la impotencia que experimenta de no poder denunciar o reportar que ha sido tocado por el hijo del patrón, de no poder defenderse, de no poder remediar su situación, resignado al dolor de aceptar la dominación de clase hasta límites que transgreden su cuerpo. Cabe destacar que lo anterior, a pesar de que guarda relación con la época de las haciendas y gamonales, por el contrario, puede trasladarse a la actualidad en donde aún hay gente que siente que el otro le pertenece.

Por otro lado, el sufrimiento de Joaquín en el film radica en que no puede cambiar el entorno donde vive, lo deja atónito y asombrado observar conductas tan salvajes como las de su padre o la resignación de sus amantes frente a la homofobia. Una de las frases del film que expresa con mayor claridad, la imposibilidad de un cambio radical inmediato, así como la resignación y decepción frente al sistema, es enunciada por Gonzalo, el amante de Joaquín Camino ante el requerimiento de este último por vivir abiertamente su amor en forma exclusiva y abierta:

—¿Y qué cosa quieres? ¿Salir conmigo de la manito por la calle como un par de rosquetes? Si no te gustan las cosas como están, lo mejor es que te olvides de mí.

El sistema es así y tienes que adaptarte. Es humano encontrar desgracias, no puedes forrar a todos con Vinifan en la Uniformidad del buen vivir. Hay que abrir los ojos ante la candidez a la cual se puede caer al soñar por la justicia y el progreso; pero ello no implica que dejes de luchar por una causa justa. Se necesitan personas rebeldes y que alcen su voz de protesta con coraje, para llegar a un cambio y quién sabe, tal vez, dentro de mucho o poco tiempo, se consiga erradicar la opresión en todo su espectro, pero es una tarea enormemente difícil que se logre el sueño mientras aún sigues con vida. Eso es lo que sabe Joaquín Camino. Por eso vive atormentado. Ya que lo rodea la imposibilidad de cambiar la adversidad que lo rodea.

"No se lo digas a nadie" fue un hito al atreverse a denunciar lo que todo el país deseaba encubrir, sus peores miasmas para con sus semejantes; sin embargo, ante la pregunta de si realmente hemos cambiado, la respuesta deja un sabor amargo. Las calles aún demuestran que la gente sigue buscando justicia social y dignidad frente a grupos dominantes y mayoritarios que conciben lo diferente como una desviación. No es gratuito que hallamos tenido candidatos a la presidencia que abiertamente discriminan a la comunidad LGBITQ+, y que se jactan con orgullo de declaraciones machistas encubiertas por una enferma beatitud católica.

A pesar de todos los esfuerzos por generar un cambio social en cuanto al racismo y clasismo, este sigue perpetuándose de manera asolapada y el clasismo, con la polarización actual de la segunda vuelta, se ha destapado como una alcantarilla vomitiva. Las personas privilegiadas tienen miedo de caer en su estatus y convertirse en aquello que tanto despreciaban, en quienes dominaban, en ser víctimas de un trato como el de Luis Felipe hacia su hijo, competidores, trabajadores y subordinados, ya que algo de Luis Felipe hay en dichas personas.

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