Nuestras favoritas | 23 Festival de Cine de Lima

'La camarista' nos invita a reinterpretar el silencio y pensar en el valor de quienes pasan sin ser vistos.

Aquí van algunos comentarios sobre las películas que más nos gustaron durante la programación del 23 Festival de Cine de Lima PUCP.

La camarista
La vida de Eve (Gabriela Cartol) discurre entre el piso 42 y el sótano de un exclusivo hotel en Ciudad de México, entre sábanas blancas y objetos o despojos que huéspedes van dejando atrás: en las habitaciones vacías, en el desorden ajeno, Eve, joven madre y camarista, encuentra un momento de intimidad que le permite soñar con un cambio de vida. En La camarista (México, 2018), ópera prima de la directora mexicana Lila Avilés, el hotel funciona como una brillante alegoría de una sociedad en la que aquellos que habitan los espacios de arriba —aquellos que pueden costearlo— se permiten ignorar a las personas que desde abajo llegan con la misión de limpiar un lugar que no les pertenece, que no será suyo. La convivencia es real, su presencia es real, pero queda claro que unos existen más que otros. Si bien para los huéspedes se trata de una experiencia pasajera, para Eve no. Ella debe repetir la rutina con el mismo rigor porque es fundamental para que el hotel —o la sociedad— siga funcionando como lo ha hecho siempre. Solo una esperanza la mantendrá en pie. 

Avilés nos muestra el complejo mundo de una mujer comprometida, pero atada a un trabajo infértil, obligada a cumplir órdenes de quienes no la toman en cuenta: Eve es madre, pero funge de nana extraoficial para que una esposa adinerada pueda darse un baño;  Eve desconfía de su entorno pero al abrirse, sufre una traición; Eve da y no recibe, o, si bien lo hace, el placer le es momentáneo, y deberá enfrentar la desilusión con rabia y confusión. Tímida, buscará acabar con el agobio y alcanzar la felicidad, que yace en ocuparse de la limpieza del piso más lujoso o en hacerse de un vestido rojo olvidado. En algunos momentos, la trama se vuelve difusa, sobre todo al inicio, pero es importante prestar atención a los detalles que van revelando el viaje íntimo de la protagonista y su lucha por formar parte de lo visible. Ciertamente, pareciera que estamos frente a un drama duro, pero entonces llegan momentos de humor y distensión gracias a personajes memorables como Minitoy.

Avilés se tomó ocho años para gestar esta obra hoy elogiada y candidata a mejor film de ficción en el 23 Festival de Cine de Lima PUCP, que incluso fue una obra de teatro en sus inicios. Hoy nos invita a reinterpretar el silencio y pensar en el valor de quienes pasan sin ser vistos.

La vida invisible de Eurídice Gusmão

Más allá de ser la historia de dos hermanas que, sin saberlo, viven separadas en la misma ciudad, “La vida invisible de Eurídice Gusmão” (Brazil, 2019) trata sobre cómo los hombres pueden arruinar las vidas de las mujeres silenciándolas y abusando de ellas bajo el pretexto de la protección. 

Este drama del director Karim Aïnou —basada en la novela homónima de Martha Batalha— remonta a los años 50’ en un Río de Janeiro atravesado por el duro conservadurismo, con una puesta en escena impecable en los astilleros y los barrios antiguos de la ciudad. Si bien la trama resulta un tanto predecible, la tensión que nos va jalando hasta el final desemboca en rabia y conmoción por la injusticia cometida. La actuación de Carol Duarte y Julia Stockler, o Eurídice y Guida, respectivamente, es de elogiar. En cuanto a la edición, quizá una que otra transición se siente tan abrupta que descoloca. La verdadera fuerza del film está en ahondar en temas aún vigentes, como las violaciones en el matrimonio, el machismo disfrazado de honor familiar, el exilio y la marginalización de la mujer libre, entre otros. Lo peor que uno puede hacer es culpar al destino por la separación de Eurídice y su hermana Guida. Los culpables son otros. 

Lemebel

La cineasta Joanna Reposi Garibaldi pasó los últimos días de Pedro Lemebel con su cámara encendida: le había pedido él que, pase lo que pase, no dejará de grabar. “Lemebel (Chile, 2019) nace de largas horas de conversación con el escritor y artista performático, cuya muerte en 2015 cayó como una sorpresa. Pero, ¿quién fuera Lemebel, sino un fabricante de alas para los que nacieron con una alita rota? La yegua reina del apocalipsis para los cuerpos politizados —siempre desgarrados, diría él—, para las colizos y teresos, las maricuecas y las cabras. Porque antes del artista, afirmaba, estaba el homosexual de barrio bajo, que a pesar de no haber sido perseguido, padeció en vida por todos aquellos que deben cargar con una existencia doblemente segregada: los pobres que además son homosexuales o madres solteras, los mapuches masacrados o cualquier otra minoría eternamente en lucha contra la discriminación. 

Siguiendo su obra performática, el documental es también una instalación artística que repasa diapositivas y lugares significativos en la vida de Lemebel. Reposi Garibaldi juega con las texturas y crea con su cámara una sensación de constante movimiento y oscuridad. La música de Jeanette como telón nos acompaña a repasar la vida de este ídolo gay con corazón de poeta. 

Miriam Miente

Miriam miente cada vez más y no sabe en qué acabará todo: el chambelán que la acompañará en su quinceañero no existe, pero su madre piensa que es el hijo de un diplomático. Al fin y al cabo, Joan-Louis suena lo suficientemente blanco y francés, que es lo único importante para ella. Sin embargo, Joan-Louis es un adolescente negro, como Miriam. Solo se conocen por chat, nunca en persona. La madre, obsesionada con la raza y con codearse con la alcurnia blanca, jamás imaginará ver su propio drama reflejado en el de su hija. “Miriam miente” (República Dominicana, 2018), nos llama a reflexionar sobre las taras del colonialismo en América Latina, los tipos de racismo como herencia y su efecto en la formación de identidades en nuevas generaciones. Hasta la música que escuchan los personajes dice algo sobre ellos y lo que buscan en la vida. El final es único. Aún escucho a Miriam cantar: 

Llorarás y llorarás
Sin alguien que te consuele
Y así te darás de cuenta
Que si te engañan, duele 

Los testigos de Putin

Hay algo siniestro en la mirada del joven Putin: es nochevieja de 1999 y acaba de sustituir a Boris Yeltsin como presidente interino de Rusia. Las familias, en casa, se preparan para escuchar el mensaje presidencial de quien hasta hace poco era un desconocido. No lo anuncia, pero se está preparando para ser el primer presidente electo del nuevo milenio. ¿Qué se trama desde su oficina de imágen? ​Vitaly Mansky, un funcionario de la televisión estatal rusa, filma los primeros días de Putin en el Kremlin, mientras lidia con la guerra chechena y visita a su maestra de colegio. Se infiltra luego en reuniones privadas con sus funcionarios de confianza, lo entrevista en su despacho, e incluso logra meterse a la casa del viejo Yeltsin la noche en que su discípulo, a quien cree haber llevado a ganar las elecciones, se convierte en presidente de 140 millones de rusos. Un año después, Yeltsin lo llamaría “rojillo”, en desprecio. “Los testigos de Putin” (Letonia, Suiza, República Checa, 2018) es un documento exquisito en la voz de un testigo real que busca confirmar la sospecha de muchos: que Putin es un hombre frío y calculador, obsesionado con controlar todo. 

Sin embargo, algunas preguntas asoman: ¿qué llevó a Mansky a preparar un documental en detrimento de Putin? ¿Qué piensa el mismo Putin sobre la cinta? Sabemos que quienes se opusieron a él terminaron misteriosamente muertos, humillados en público o pasándose a los bandos de oposición. ¿Mansky vive en paz? Lamentablemente, estas preguntas quedan en el aire, pero poco le resta al suspenso de este documental sobre el ascenso de un tirano. 

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