Nuestro Gran Caballo de Troya | Crónica

A Dream of the Past: Sir Isumbras at the Ford, 1857 | © John Rverett Millais

Hay algo que me pesa grave en el alma hace ya un par de días. Una suerte de nostalgia molesta. Algo me duele hondo y no entendía qué era. Una pena densa como la niebla que se traga el morro al amanecer.

Pensé que era la molestia natural que me nace cuando quieren asustarme. Me asusto como todos, pero ante el miedo me crece La Rabia, y gracias a esa Rabia me pongo de pie, y me vuelvo a reír, y venzo mis minihumanobatallas. Pensé además que era lógico mi malestar, porque estoy convencida de que este asunto del virus con corona no es más que Las Vacas Locas, la gripe Porcina, la Aviar, o el Anthrax antes de los ataques de Irak. Tampoco hay nadie que me convenza de que el hueco que se abrió en el pentágono fuera producto de la caída de un avión de pasajeros (me gusta la ciencia y el ángulo de impacto es sencillamente imposible), como tampoco creo posible que dos aviones se acerquen sin responder a sus radios al World Trade Center y que los Amos Del Aire de los Primos Gringos no los hayan pulverizado antes. Que no tuvieran información.

No me creo nada de eso.

Creo en los muertos. Y que este virus, como todos, se contagia. Creo también que hace rato tienen la vacuna para este, y tantos otros males. Creo que las transnacionales alimentarias están agotando su stock. Creo que la farmacéutica es el gran business de los Mefistos de hoy. Creo en la especulación y en el dinero. Creo en la especulación y en la rabia desesperada de los Afectados y de los sufrientes. Por eso sé que ningún banco va a cerrar, y que sí, estaremos muy bien abastecidos, y que sí, se ofrecerán amables y generosos créditos. Pero cómo no.

No creo, que sean tantos muertos como dicen. Mi Deuxxx y mi Gran Madre me perdonen. No lo creo. Ni aunque lo dijera Trump.

(…?)

Soy hija de la Desconfianza, hermana de los Engañados, filósofa y parte del Homo Bestialis, víctima de las promesas y aterrada asesesina de mis temores. Como muchos.

Pero qué es ésto que tanto duele. Porqué duele este silencio calmo, esta alegría de estar serena en casa en la feliz cultura del non far’ niente. Con lo que me gusta a mí estar de vaga en la sala mientras siento el sol de la tarde caer, con mis hijos. Con mis cachorros en casa, cerca. Con lo que me gusta a mí cocinar. Pintar. Escribir. Estar callada.

Y entonces me doy cuenta:

Es que éstos son los años felices. Es ésta la Nostalgia que duele.

Estos son Los Años Maravillosos.

Hay algo en éste silencio forzado que me recuerda a los Viernes Santos en los que la gente no comía carne ni gozaba carnalidad alguna. Cuando venían todos de misa, y la abuela seguro está en la cocina metiendo algo al horno. Hay algo en éste silencio intransitable que me recuerda a los perros muertos colgados en los postes de luz, a los bombazos y el consecuente apagón, a ése fantasma que estaba tan lejos de Lima entonces, como por allá en la selva, la sierra y en ésos cerros inalcanzables por donde esperan las torres eléctricas. No se sentía, nunca antes se sintió, hasta Tarata. Antes de que esa calle reventara sólo convivíamos ignorantes con el enemigo invisible. Sólo entonces conocimos el Miedo. El llegar a casa corriendo, porque sin celular es difícil saber si acaso alguien en la familia no ha vuelto, no habrá de volver jamás.

Hay algo en todo esto que me recuerda al Terrorismo.

Los sobrevivientes de situaciones extremas, traumáticas, a veces guardamos en las capas más frescas de la memoria los mejores recuerdos, para seguir adelante. Borramos otros, los archivamos dentro. Tú, que tal vez no habías vivido cómo fue la cosa, te cuento que se parecía un poco a esto. Silencios largos por terrores ahogados y además por muchísimo menos tránsito. El clásico grito de Mamá, se fue la luuuuzzz, y a veces más gritos y el espanto constante, en ése tiempo no por cualquier estornudo sino por cualquier estruendo: posible bomba. El miedo al Otro también era constante. Podía ser “un terruco”. Puede ser un Portador del Virus. La brisa cantada de la desconfianza cada mañana, cada tarde, cada noche.

Se parecía a esto: Nos juntábamos todos en casa, para saber si estábamos bien. Si todos en la familia, estamos bien. Porque, ante las dimensiones de la Señora Muerte, todo cobra proporción. Se cocina en casa. No hay Rappi. Cuando las cosas están horribles nos reunimos alrededor del fuego como antaño, como los primeros, hace tres décadas ante una vela, ante la tele ahora. En el encierro es inevitable escuchar las historias de los padres, o las de los abuelos, los temores de los niños. Jugamos cartas, Tuttifrutti. La diferencia es que en ése tiempo, a veces, sin luz, podías subir al techo y ver en alguno de nuestros cerros pintada con fuego, inmensa, bien visible para todos, La Hoz y El Martillo, ardiendo. Podías ver bien quién te encerró en casa. Quién era, “el Enemigo”.

¿Y quién es hoy el Enemigo?

Ayer le decía a un amigo, No me jodas, ¿te acuerdas cómo era cuando éramos más chicos? Claro que la gripe mutaba. Claro que venía cada vez más fuerte. Pero no caía cada dos años una pandemia. ¿Qué es esto? Hay mil pruebas de que esto es producido en laboratorio y a posta. ¿Dónde revienta el virus? En China, el país con mayor densidad demográfica. ¿A dónde vuela? En primera clase a Milán. ¿Cómo llega a Lima? Desde Europa y de frente a un colegio fichazo. El mensaje para mí, es claro y el mismo de hace años: ni los ricos, ni los pudientes están a salvo. Sientan terror. Y sentimos terror.

Ahora, también es dable, claro, es en verdad plausible que, en las últimas décadas, cada año mutase el virus de la gripe de manera más feroz. Claro que es posible: el Ser Humano se ha convertido en un virus para el planeta en sí mismo. Es usual que la Naturaleza se intente deshacer de sus parásitos. Es una suerte de sistema inmunológico del ente vivo que habitamos, pulgas mías, llamado Planeta Tierra.

Pero, volviendo a la gota densa que empaña el alma, déjame decirte: Disfruta.

Estos son los recuerdos de mañana, de cuando los viejos caminaban, o hablaban (incluso si jodían). Es el tiempo de tus hijos pequeños, chiquitos. Es tu ocasión de crear un tiempo precioso que no se esfume en el sinsentido del tráfico. Es tu oportunidad de avanzar ese proyecto que es en verdad lo que más quisieras hacer cada día en la vida. Es tiempo perfecto para botar lo viejo. Replantear comportamientos. Redefinir relaciones. Es nuestra oportunidad de mejorar como familias.

Quieren, tal vez, llenarnos de miedo.

Y podría ser, ésta cuarentena mundial, nuestro gran Caballo de Troya.

Si mejoramos como familias y como seres humanos, nos deslindaremos de manera natural al menos un poco del cáncer del consumismo. Al encerrarnos, si Deuxxx quiere, vamos a tener q ser más consientes, generosos, gracias a la perspectiva de la Muerte Inminente en el aire.

Yo creo que, con suerte, tal vez, esta cuarentena con corona sea la mejor manera para que el ser humano se re-humanice un poco. Sienta un poco de miedo en casa para saber cómo se siente el otro, el hoy hermano idéntico: el Frágil. El Expuesto. Nos ha encerrado el Mundo y, para sobrevivirlo, tenemos que mantenernos unidos. Al menos como familias.

Nos inyectan viruses, y terror y encierro. Y es posible que nosotros terminemos pariendo una sociedad mejor, más sufrida y por eso más consiente, más sensible al dolor ajeno, más dispuesta a luchar, a perdonar, mejorar. Más limpia y ahorrativa, también. Menos enferma del mirar afuera. Acostumbrada recién a mirar adentro. Nacida recién Gran Razón.

Tú eres el recuerdo. Tú la madre preparando el guiso. Tú el padre que juega. Tú, quién seas, llegado con comida para quienes te aman y esperan. Tú la sonrisa. Tú, el hoy brillante del mañana. Este es el recuerdo de ti, joven, cuando caminabas, cuando hablabas, y los amigos estaban vivos y los chicos, sobrinos o hijos, pequeños. Tú, una Lima serena, quieta. Hasta segura en casa, escuchando como un animalito tras los arbustos de los Viejos Bush. Tú eres el ahorro, el amigo que curará a otro, el que compartirá un papel higiénico con alguien muy querido, el que recibirá un jabón o un panadol de alguien que ahora sabes, es tu amigo incondicional.

Son tiempos de guerra invisible. Estado de emergencia.

Terrorismo, le llamábamos entonces.

Lo bueno, era estar en casa con los nuestros.

Todos vivos, todos juntos.

Todos sonriendo, jugando las rondas de La Muerte.


APARTE

Los pastrulos ya no están en la esquina. Parece que tenían familia. La vecina pesada ya no pasea a sus perros siete veces al día. Creo que lo hacía por presumir higiene. Ahora estará nadando en detritus. Ví un mototaxi lleno de ph en el camino a Tottus, porque la Paradita (ajjj, informales) la cerraron al toque. Dentro de la moto que me lleva, toso. Silencio, terror. Pensé que el mototaxista me iba a bajar de la moto en una, apuntándome con su calibre 38. Soy fumadora, me excuso. Es tos con flema, toso siempre. No pasó nada. Ambos nos desinfectamos al bajar.

La Costa Verde no está desierta. Está poblada por miles de aves costeras como si hubiéramos desaparecido hace ya cien años. Parece pinche Paracas. Esto lo ví la última vez que fui a ver a mamá en el privilegio de un taxi. El otro día dieron toque de queda. El presidente no quiso usar ése término porque Nos recuerda a los peruanos una época oscura, dijo. Antes de ayer hubo apagón. La gente gritó, como si nunca hubiera visto el color carbón. Salí armada con mi palo de perros a buscar velas. En la calle negra sólo caminaban Los Más Valientes Ayer por la noche la gente aplaudió. No entendí. Pensé que habían suspendido el Coronavirus. No, eso no es posible, no es dable, pienso científica. Grité por la ventana ¿Qué pasa? Una voz me lo explicó desde el fondo de su casa: Han quedado en eso en las redes, aplaudir a las ocho, cuando comienza el toque de queda, por los Héroés, dijo. Ah, qué paja, pienso, aplaudo, y recuerdo los gloriosos tonos de toque a toque. Por la noche, también, sobrevolaron la ciudad helicópteros con alarmas y luces. Me pregunté ¿Qué hace ese helicóptero-discoteca volando sobre mi casa? ¿Ya están fumigando las ciudades en helicóptero, como en Europa? No. Era Metemiedo Méteteatucasa, nomás. Ok. Los países cercanos han cerrado sus fronteras colindantes a nosotros en una clara muestra de sus antiguos celos por nuestros amados turistas. Nosotros cerramos nuestras fronteras de vuelta, habráse visto.

En Italia se requiere un metro de distancia entre humano y humano para tomar café en los bares. En España hubo colas de pavor y déficit de abastecimiento al darse la noticia de la cuarentena: buscan tabaco. En Venecia los pestilentes canales negros que la conectan han regresado a su transparente turquesa natural. Se han fotografiado delfines en sus aguas, Jabalíes en las calles, lobos en las plazas, y en Roma, patos en la Fontana di Trevi y en las fuentes de Piazza Navona.

Recuerdo a Brad Pitt en los 13 monos.

La mitad de mi familia vive allá.

En la ciudad de Lima se agotó el básico recurso del papel de toilette, nombre de batalla, alias, ak, papel higiénico. Asombrado el mundo se pregunta si hemos desarrollado en nuestra mágica cultura culinaria, acaso, Milanesas de Toilette, Causas de PH, o tal vez Saltadito Higiénico.

Mi hijo menor rompió mi teléfono nuevo le pedí ayuda al bodeguero no quiso le escupí un ojo qué clase de humano de peruano eres para negar ayuda en tiempos de guerra me largué digna me olvidé el vuelto. Rezamos, se arregló el teléfono. Mi padre cree que no compré nada para comer en casa me deprimo igual lo amo y tanto me concentro. El teléfono se jodió de vuelta. Mi hijo mayor tiene un gato nuevo es negro lindo y se llama Microbio no lo educa se caga. Levántate en la mañana temprano haz tu trabajo sin jefe, no llores no te quejes te ven. No hay limones en la calle no hay ph pero compraste cigarros todo está bien. Mamá está lejos inflo mis llantas me voy en bici qué mierda me necesita yo llego cual rappi filial.

Estos son Los Años Maravillosos.

A disfrutar.

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