"Parasite" en Netflix: 5 miradas sobre la multipremiada película surcoreana

Los hermanos de la familia Kim en un fotograma de "Parasite".

La película más popular y premiada del 2019, año prodigioso en estrenos cinematográficos, se estrena hoy en Netflix. Parasite, del surcoreano Bong Joon-ho, también llamado 'el spilberg coreano', es considerada todo "fenómeno de masas" y ha escrito su propia historia fuera de la pantalla grande: levantó la Palma de Oro en el Festival de Cannes, y arrasó en los premios Oscar llevándose varias estatuillas doradas a su país natal, Corea del Sur, entre ellas a la de Mejor Película. Era la primera vez que una cinta de habla no inglesa se hizo con el galardón principal. Parasite haría lo mismo en decenas de festivales, como en los Premios Globos de Oro y BAFTA. En este último, además, se cruzaría en las mismas categorías con una tal Retablo. Sí, la misma. La asombrosa Retablo.

Recordemos también que el 2019 no decepcionó en cuanto a cine, y vino acompañado por estrenos de directores legendarios como Tarantino, Scorsese, Almodovar, Dumont. Pero la película de Bong Joon-ho se los llevó de encuentro a todos. ¿Qué la vuelve tan fascinante? Le preguntamos a una directoria de arte, un crítico de cine, una antropóloga, un comunicador y un editor qué opinan sobre la película que fue tendencia durante todo el 2019, y que la sigue contando en el 2020. Estos son sus comentarios. 

LA ROCA ES SOLO UNA ROCA
Por María Cristina Martínez, directora de arte

Una característica indiscutible de Parasite es la cantidad de detalle y simbolismo que deja ver cada cuadro de la película. Cada rincón posee uno o tantos más significados que retratan desde lo particular hasta lo colectivo de una sociedad, una herida abierta con la que alguien se podría identificar en cualquier parte del mundo.

La historia acompaña una familia sin trabajo y sin dinero, que vive en una casa tipo semisótano en la que reina la acumulación, el tumulto de cables expuestos y el descuido de lo íntimo, cuando de pronto, aparece junto a una roca sobre un pedestal, la promesa de una mejoría, de una oportunidad de ascenso. Es este último término, y su contraparte, el diagnóstico de los símbolos que hallaremos en Parasite: la idea del poder, el acceso y el privilegio amarrado a “lo de arriba y lo de abajo”: Sótanos, colinas, escaleras, y cada peldaño que enaltece lo que en teoría es importante y rezaga lo infravalorado a los subsuelos.

¿Es esta roca sobre un pedestal una manera de decir que no importa realmente quién sea una persona, sino dónde se ubica? ¿O acaso una vez que le ponemos título y la colocamos sobre un altillo, se convierte la roca en algo más? Tal vez la roca es un personaje que va mutando a lo largo de la película, y Bong Joon-ho la colocó para que nosotros encontremos su propósito, y la titulemos.

UN FASCINANTE ESTUDIO ENTOMOLÓGICO
Por Juan Carlos Ugarelli, crítico de cine

Como en otras películas de Bong Joon-ho, la obra maestra Parasite sigue un recorrido de 360° para volver en el desenlace al punto de partida: desde la ventana de un pequeño departamento ubicado en un semisótano observamos el mundo exterior casi al ras del suelo, como lo vería un pequeño insecto. La familia Kim que habita allí está cansada de ser tratada como si fueran bichos y a partir de la simbólica entrega de una piedra, encuentran la oportunidad de treparse al cambio que ella les ofrece. Al llegar a trabajar a una casa en lo alto de una colina, pueden mirar hacia abajo, como lo hacen las aves de presa.

El extraordinario guion explora con mucha inteligencia y un humor mordaz las grietas causadas por las profundas desigualdades sociales. La impecable puesta en escena refuerza constantemente esa diferencia entre la adinerada familia Park y la familia Kim que trabaja para ellos, pues cada vez que comparten un encuadre alguna línea los separa y marca la distancia entre ellos. Incluso las recurrentes frases despectivas sobre el olor de los Kim se vuelven un detonante para los sucesos que se precipitan en el clímax.

Bong Joon-ho desafía nuestras expectativas con ingeniosas vueltas de tuerca, en las que se revelan capas cada vez más asombrosas sobre la propia condición humana y sobre ese enorme planeta llamado capitalismo en el que todos somos diseccionados como insectos al ser puestos bajo la lupa.

HUELE RARO
Por María José Montoya, antropóloga

Recuerdo cuando vi el tráiler de Parasite. Fue hace poco más de un año. Terminaba de tomar lonche en la casa de un amigo y llegó otro amigo suyo, aún desconocido para mí, algo agitado y muy convencido de estar mostrándonos algo maravilloso y sin precedentes. Ansioso, esperando nuestras impresiones, llenó nuestros silencios: “lo tiene todo... va a ganar un montón de premios”. Yo, como siempre, me mantuve escéptica. Hasta que la vi. No quiero spoilearlxs. Solo puedo aconsejarles que la dejen rondar por sus cabezas. Me sentí reconfortada de haber visto por fin una película en la que se narra el encuentro y el choque de personas de clases sociales distintas sin caer en moralismos o clichés. Sobre todo pensando en nuestro país, en el que combinar las palabras lucha de clases es subversivo y muchxs creen que el racismo es un cuento viejo. El concepto de clase atraviesa toda la trama, al punto de estar manifestada en el olor de los personajes. Parasite me dejó pensando, hasta ahora, en todo el simbolismo que carga decir que alguien “huele raro”. En que la higiene y la limpieza son un marcador de superioridad. En cómo las diferencias de clase nos atraviesan los cuerpos. Sutiles y viscerales al mismo tiempo, nos impregnan.

IDEAS-PARÁSITO
Por Rodrigo Ahumada, comunicador

¿Puede un pensamiento ser un parásito? Esta pregunta la sigo arrastrando desde la noche que vi la película surcoreana. Yo creo que sí. La película en ningún momento plantea esta interrogante, pero las ideas alrededor de esta pregunta están en la historia.

Dentro de la película vemos como todos los elementos que la componen recrean una danza sobre la gran metáfora que plantea el título. Pero más allá de una familia que vive de otra, hay un componente que no pertenece al mundo de los objetos. Son las ideas que habitan en los pensamientos de estos seres, que confirman aquello que les da la razón de ser. Todo parásito (humano) construye su propio mundo de ideas para poder existir en coherencia. Nada de lo que hace está mal. Todo lo contrario, para un parásito lo que hace es parte de la justicia de vivir. Estas ideas y conceptos que construyen una forma de pensar están enquistadas en su pensamiento y se alimentan de sus acciones, de aquel modus operandi que los acompaña como un accionar condicionado por fuerzas mayores que ellos.

Normalmente hace falta un síntoma, como en la película, para detectar la existencia de un parásito. Pero cuando se trata de ideas-parásito, ¿qué síntomas nos arroja el cuerpo para detectarlo?

PARÁSITO ERA UNA FIESTA
Por Diego Arévalo, editor

Curiosamente, lo que más recuerdo de Parásitos no es escena alguna de la película, sino las risas que estallaban en el Auditorio Central de la Universidad de Lima en su Semana del Cine 2019. Son esos momentos en que uno recién entiende el cine como un fenómeno capaz de sustraer, por completo, al público; de mantenerlo en una tensión emocional de principio a fin, al unísono, y sin control remoto. Juro que nunca había participado –no exagero– de un jolgorio similar al que se armó ese día en la sala oscura. Un grato recuerdo sin duda.

Otro detalle curioso de la película que hiciera historia en los premios Oscar es su nombre. No me parece casualidad que la celebración de esta película a nivel mundial coincida con la llegada del bicho… y su expansión de cuerpo a cuerpo –y de conciencia a conciencia, claro– no es lo único que comparten. Al igual que el virus, la presencia del “parásito” en la película desequilibra el orden establecido y pone a todos en modo “sálvese quien pueda”, quebrando la falsa armonía que supuestamente existía entre las familias de clases sociales distintas. El “parásito” desestabiliza, vuelve a poner las cosas en su lugar y saca a la superficie nuestra faceta más primitiva y lamentable. Cuando el coronavirus aterrizó por aquí, la película seguía en la cartelera comercial de cine en nuestra ciudad.

Mis recuerdos de Parásitos son brumosos, dado que la experimenté “de verdad”; pero inolvidables y perfectas son la escena musical del durazno y la del cuchillazo en el pecho a la actriz Park So-dam.

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