El cascanueces: entre los sueños y la realidad

Diversión, fantasía y optimismo son las palabras clave de 'Cascanueces'. | © Lucy Quintanilla

Por Lucy Quintanilla

La luz del sol penetra por las ventanas que rodean la sala, las luces artificiales terminan de iluminarlo todo. En una esquina, una bailarina ha colgado su tutú y se ata las puntas; en la otra, hombres rompiendo los convencionalismos y en posición de absoluta entrega y búsqueda de la perfección en escena; mujeres que, envueltas en tul y también en sus papeles protagónicos, resultan el sinónimo de las flores, de las hadas, de la delicadeza y también de la fuerza que rompe cánones contemporáneos desde una leyenda clásica contada de generación en generación y que, una vez más, emerge al olor del presente y también del futuro próximo a estrenarse en pocos días en el Teatro Municipal de Lima: El cascanueces. La música que alguna vez Peter Ilich Tchaikovsky compuso para una historia de navidad. 

La obra que se estrenó a nivel mundial en 1892, y que Perú lanzó como una de las piezas maestras de nuestro ballet clásico en 1988, vuelve al escenario a cargo del Ballet Municipal de Lima desde el miércoles 6 de diciembre 2019. La mágica historia de Nochebuena que incluye a todos entre sus tejidos narrativos regresa con más dulces, malabares, luces y nieve, ese relato que abraza a todo aquel que quiera participar del mundo de la danza por uno o mil minutos más, ya sea desde el escenario, detrás de bambalinas o desde el público.

Entrega total
Los maestros son el motor del grupo, severos y tolerantes a la vez, jueces y también amigos, por momentos con ecos paternales. A veces necesitan llamarles la atención a los bailarines “¡Concéntrense! ¿Qué les pasa? ¡O quieren que cortemos la clase aquí!”, sentencia Claudio Valdivia, maestro y asistente de dirección. “Lo más importante es el respeto y la disciplina. El trabajo en el ballet es un sacrificio, y claro que te gusta porque amas lo que haces, los bailarines gozan, pero hay que sacrificarse, hay que ser disciplinados, hay que trabajar duro y ser constantes”, afirma el instructor que, junto a la maestra ensayadora, Patricia Cano, y la maestra repositora, Guadalupe Sosa, dirigen a los bailarines de la compañía, unos que en medio de la entrega y las ganas de lograrlo a veces se distraen y se pierden, mientras que otras depositan el foco total en lo que están haciendo, casi de forma feroz, hasta conseguir una entrega que supera sus propios límites y emociona hasta las lágrimas, como ya ha ocurrido en más de una ocasión. “¡Tiene que haber confianza!”, agrega Claudio, “porque a veces los chicos tienen problemas, sabes que alguno está mal y ves que su trabajo no está siendo el ideal. Necesitas hablar con ellos, saber qué pasa, un poco de aliento, de apapacho, de cariño para que se sientan mejor”. En esta sala de ensayos ningún día es igual al otro, ningún bailarín tiene las mismas necesidades, ningún gesto pasa desapercibido y ningún detalle es olvidado. 

Sientes entusiasmo al ver el esfuerzo depositado en cada intento, las piruetas que besan los límites de lo ficticio pero que son totalmente reales, el cambio de registro cuando la escena lo demanda, las miradas fijas, las sonrisas, los dedos en movimiento hablando entre sí, las piernas crucialmente estiradas finalizando siempre en las puntas de los pies que jamás están quietas. Las bailarinas envueltas en moños, pantys rosas, blancas, leotardos de colores pastel, granates y también negros, las espaldas descubiertas, las pieles sudorosas, los cabellos despeinados y la música que jamás cesa. Probablemente, en la vulnerabilidad y la imperfección de nuestros bailarines es que radica la perfección de sus pasos, esa que constantemente se avecina y por la que tanto trabaja esta generación de intérpretes.

“Esta es una tradición del Ballet Municipal de Lima y creo que es la función más llena de todo el año, las entradas se agotan, el público viene a la puerta a pedir más. A veces es muy difícil bailar el 25 de diciembre porque sacrificas varias cosas como visitar a tus seres más queridos, la cena navideña, tus horarios después de las fiestas. Es parte de nuestro trabajo, ya nos hemos acostumbrado al ritmo”, comenta Solange Villacorta, primera bailarina de la compañía y actual Hada Confite. “Hay chicos que no son peruanos y no pueden pasar ese día con sus familias, algunos viven solos y entonces los invitamos a nuestras casas. Sin embargo, a pesar de todo, esa emoción, esos sentimientos hacen que la función salga más linda, el público aplaude mucho y para nosotros su aplauso te levanta lo que sea, es la mejor compensación.”

En el año 2010 había 800 versiones de El cascanueces en todo el mundo. Al día de hoy es, probablemente, la pieza icónica que abraza la diversidad entre sus hilos y propone un rango único de tradiciones que van interpretadas en espacios de danza española, china, rusa y árabe. Así, Clara, su hermano Fritz, el famoso tío Dosselmeyer y su irrepetible Cascanueces llegan en algunos días para unirse a unos ratones que quieren comerse el mundo y acabar con los personajes de este cuento. Con ellos, llegan también los soldados, las hadas, la Reina de las Nieves, el viaje al otro lado de los sueños y la realidad compartida con una historia totalmente inclusiva.

Diversión, fantasía y optimismo son las palabras clave de esta obra dirigida por Lucy Telge, creada para grandes y chicos. Este es el regreso a la niñez por un instante y también es el lenguaje sencillo hablado por todos cuando la vida parece perfecta, ese llamado felicidad.

Comentarios

Añadir nuevo comentario