La distancia que no nos separa. Testimonio de una peruana viviendo en Madrid

Vigilia por el asesinato de Inti y Bryan en la Puerta del Sol de Madrid. © Claudia Alva

Lo único que me importaba era revisar las noticias peruanas y las redes sociales a cada momento, sin descanso. La historia nos demuestra que la reacción de la policía peruana frente a las manifestaciones del pueblo siempre es bruta y sabemos que puede ir a peor. Me fiaba, sobre todo, en lo que las personas que estuvieron en primera línea publicaban en sus cuentas personales. Me levantaba pensando si la noche anterior habría dejado algún muerto y prendía el celular angustiada.

Por Sofía Alvarez Capuñay | Fotógrafa, artista e investigadora peruana radicada en Madrid 

Me contaron que fueron trescientas las peruanas y peruanos que se reunieron en la Puerta del Sol de Madrid el 12 de noviembre. Yo no pude contar porque estuve observando atónita y grabando la efervescencia y el clamor de la gente. “Plantón simultáneo a la gran marcha nacional en Perú”, decía el cartel que organizó el colectivo Peruanxs en Madrid que empezó a circular por las redes sociales un día antes.

El corto tiempo de aviso del plantón no fue un impedimento para que muchas personas lleven carteles, banderas, micrófonos, arengas y reunieran sus cuerpos en una noche de otoño en plena pandemia mundial. Se creó un cronograma específico para la manifestación, pero fue imposible respetarlo. La espontaneidad avanzaba al unísono de la rabia y la impotencia de les participantes. Todas las voces de lucha querían hacerse escuchar y se superponían las unas a las otras. En un momento pensé que no estaba en España sino en Perú, en una placita de algún distrito limeño que había convocado a una manifestación en sus barrios porque no querían aglomerarse en la Plaza San Martín de Lima por miedo al contagio del Covid o a la represión policial. Mi imaginación volaba y hasta olvidé la presencia de unos cuantos policías españoles a nuestro alrededor, atentos a si se generaba más movimiento del autorizado o si nos extendíamos más de las dos horas que nos permitían estar ahí. Un cartel me trajo cable a tierra: “Que todo el mundo sepa que en Perú hay un golpe de Estado. Madrid 2020”.


© Claudia Alva

Un par días antes, dándole la espalda al hecho de que Perú es uno de los países más afectados por el Covid-19, la mayoría de congresistas había votado a favor por la moción de vacancia del ex presidente Martín Vizcarra. De un momento a otro, Manuel Merino, el entonces presidente del congreso, juramentó como el nuevo Jefe de Estado a las 9 am, tres horas antes de lo habitual, para asegurarse que ese puesto iba a ser suyo sí o sí. Estando lejos nos toca visibilizar y dar a conocer los motivos de la crisis política y la indignación de los y las peruanas a los medios españoles e internacionales. Sin embargo, ¿realmente nos reunimos para informar? ¿Dónde queremos que nos escuchen en España o en Perú? Ninguna respuesta es incorrecta y las dos son verdad, pero yo prefiero que me escuchen en Perú. Queremos que nuestros compatriotas sepan que aquí estamos, que a pesar de los años viviendo en otro país, no olvidamos de donde venimos y que, aunque nos separe la distancia física, la emocional se mantiene intacta, como si nunca nos hubiésemos ido. Estamos y estaremos siempre atentas y atentos a cualquier ataque a la democracia y a la vulneración de los derechos humanos de nuestras hermanas y hermanos, sin importar que ahora vivamos entre cañas y jamón ibérico. Quizá por eso nuestra reacción fue inmediata, rápida, sin rodeos ni dubitaciones.


Detalle de la performance “Yana Killa. Mujeres por la memoria” del colectivo Peruanxs en Madrid dirigido por la actriz Lelé Guillén el 18 de noviembre. © Giovanna Fernández

Actuar por pura intuición es diferente a actuar sin pensar. Y la nuestra nos decía que nos manifestemos, que salgamos, que nos juntemos, que unamos nuestras energías para apoyarnos y apoyar a la gente que estaba pronunciándose contra ese gobierno usurpador. Ahora, un mes después de aquel primer encuentro, pienso que menos mal fue así porque, sin saberlo, nos estábamos preparando para el momento más álgido y doloroso de esa semana.

Durante los siguientes días era imposible dormir bien. El aire que respiraba estaba impregnado de miedo e incertidumbre. Lo único que me importaba era revisar las noticias peruanas y las redes sociales a cada momento, sin descanso. La historia nos demuestra que la reacción de la policía peruana frente a las manifestaciones del pueblo siempre es bruta y sabemos que puede ir a peor. Me fiaba, sobre todo, en lo que las personas que estuvieron en primera línea publicaban en sus cuentas personales. Me levantaba pensando si la noche anterior habría dejado algún muerto y prendía el celular angustiada. Dentro de mi casa, mi interacción con otras personas se basaba en conversaciones interminables por whatsapp con las y los compañeros de Peruanxs en Madrid para ver qué medidas tomábamos según lo que pasaba en Perú. Lo extraño era salir de mi habitación, ir al salón, prender la televisión y no encontrar noticias sobre lo que sucedía. Aquí no podíamos pegar carteles en nuestras ventanas porque nadie los iba a entender. Era angustiante salir a la calle y no poder hablar con cualquier persona sobre la brutalidad de la represión policial mientras compraba el pan o iba al trabajo.

Si alguien me preguntaba cómo estaba, vomitaba toda la crisis política de Perú y no sabía decir en qué momento empezó todo. Mi mente y mi cuerpo estaban en distintos lugares cada uno a 9 503 kilómetros de distancia y 6 horas de diferencia del otro. La distancia me separa de mí misma. Sin embargo, el trabajo en colectivo me resguardó y me preparó para enterarme el 15 de noviembre del asesinato de dos jóvenes manifestantes: Inti y Bryan. La policía los había asesinado a perdigones y había violentado y desaparecido a muchos más. En las noticias y redes sociales de Perú decían "luto nacional", pero yo diría que fue internacional porque los que vivimos fuera, también lo sentimos como si hubiésemos perdido a alguien de nuestras familias.


Dos manifestantes durante la vigilia por el asesinato de Inti y Bryan. © Claudia Alva

Al estar lejos, el dolor se siente más fuerte por la impotencia de no estar ahí. Ese mismo día convocamos a una nuevo plantón. Esta vez las voces no eran altas ni estruendosas, eran calmadas, suaves y continuas, pero cargadas de sentimiento. Un mar negro formado alrededor de unas flores iluminadas por velas se veía en la Puerta del Sol. Los carteles ya no decían #MerinoNoEsMiPresidente ni #EsteCongresoNoMeRepresenta, las palabras de la gente iban dirigidas hacia esos dos jóvenes de veintitantos años que decidieron salir a ejercer su derecho a la protesta y no volvieron a casa. Esa vigilia fue para ellos y sus familiares. Cantos, bailes, poesía y manifiestos se escucharon alrededor de un altar que se fue creando en honor a los caídos. Me encargué de prender muchas velas y de intentar que se mantenga la distancia entre las personas siguiendo las medidas de seguridad que nos exigía la Delegación de Madrid. ¿Cómo pedirle a las personas que se mantengan lo más separadas posible si lo que necesitan es apapacharse para calmarse y sentirse más cerca de Perú? Vi muchos ojos brillosos y un par de lágrimas derramadas. Pensaba en lo importante que era generar ese espacio y tiempo para el duelo y la congoja. No nos imaginaba solos en nuestros pisos de Madrid viendo las pantallas de nuestros celulares, necesitábamos acuerparnos. En esa noche también me di cuenta del significado del trabajo en comunidad y del gran apoyo que son mis compañeras y compañeros del colectivo Peruanxs en Madrid.


Algunos integrantes del colectivo apartidista, antirracista y feminista Peruanxs en Madrid. © Claudia Alva

En momentos de crisis, y en realidad en general, necesitamos estar y trabajar de manera relacional. Es una manera eficiente de generar cambios: dejar la individualidad de lado y pensar que somos una red de personas que funciona en colectividad y que nos necesitamos para sobrevivir y para hacer respetar nuestros derechos. Nuestra voz se hace más fuerte si somos más. De otra forma, ¿cómo explicaríamos que la mayor marcha de Perú logró sacar a un presidente ilegítimo a los tres días de haber juramentado? Es por eso que todas las voces importan, estemos en donde estemos. Mientras más se escuchen, más efecto de reverberación habrá y más desestabilización de estructuras corruptas se generará. Nuestra última manifestación fue el 18 de noviembre y nos presentamos a través de una performance en memoria de los asesinados. Un grupo de mujeres nos reunimos vestidas de negro y acompañadas de banderas negras y blancas. Nos movíamos al ritmo del impacto de una cuchara contra una cacerola y de los versos del poema “Los desgraciados” de César Vallejo. A un mes de la muerte de Inti y Bryan, ya nos hemos puesto el el alma, el sueño, el cuerpo y el sol y con esas armas seguiremos movilizándonos hasta encontrar reconocimiento, justicia y reparación. 

Comentarios

Muy buen artículo escrito con sentimientos de dolor y esperanza !!! Gracias Sofía Alvarez Capuñay por expresar pesares mutuos

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