Entrelíneas | 06.11.2015
Soy Miguel Ángel Vallejo Sameshima, nací en Lima en 1983 y veintiún años después me dieron el grado de bachiller en Literatura en la UNMSM. He trabajado como periodista, corrector y editor de textos, gestor cultural, etc. Hoy dirijo la revista literaria Altazor. He publicado la saga de novelas para niños sobre la elefanta Flor, como los libros de cuentos Monstruos de ayer, hoy y uno de mañana (2014) y Móviles en difuminado (2003), entre otros títulos. A veces pienso que la ficción realista y la fantástica (periodismo incluido) son la misma cosa, aunque cada género con ciertos códigos particulares que es divertido romper. Acabo de publicar Vallejo Urreta. Historias de una familia peruana.
1. ¿De qué trata tu libro?
Es una narración de no ficción, a modo de reportaje, sobre mi familia paterna, que usa testimonios de veinte parientes y cubre cinco generaciones, desde mis tatarabuelos en Oyón (sierra norte de Lima) hasta la migración de mis abuelos hacia otros pueblos y finalmente Lima. Es una suerte de biografía colectiva, donde en las pequeñas historias, tan comunes a muchas familias alrededor del mundo, se ve el sueño de la educación y la globalización de la cultura. Eso me dice mi amigo Raúl Rosales, que es antropólogo.
2. ¿Por qué este libro ahora?
Fue un encargo de mi padre para el cumpleaños noventaidós de mi abuela Mamá Nemesia, el 8 de octubre último. Tuvimos una bonita fiesta. Pero sí siento que surge en el momento de una pequeña movida de la literatura familiar, de los hijos, sobre todo en Perú (Renato Cisneros, Juan Manuel Robles, Francisco Ángeles), Chile (Alejandro Zambra, Diego Zúñiga, María Paz Rodríguez) y en menor medida, Colombia (el gran Héctor Abad). Sin embargo, mi acercamiento vino desde el lado de la no ficción. Es otra forma válida, me parece. Y a escala regional más amplia, es un momento de auge de las biografías (en general, de la no ficción) en lengua castellana.
3. ¿Cómo es tu proceso creativo?
Para textos de no ficción, como este libro, anoto las entrevistas con papel y lapicero, bien old school, e intento pasar las anotaciones en limpio lo más pronto posible para mantener el estado de ánimo que me dejó la entrevista. Luego armo un esquema global para el texto a partir de lo que consiga. En el caso de Vallejo Urreta… dividí los capítulos por los lugares donde se ambientan, con algunos saltos en el tiempo para romper la monotonía y enlazar más los sentimientos e ideas de los personajes. Escribo por las madrugadas, con horarios y plazos infranqueables, y me tomo más tiempo en corregir que en escribir. El resto del tiempo anoto ideas o apuntes en mi teléfono sobre el texto que escribo, algunas de ellas acaban siendo útiles.
4. ¿Tu libro es pura ficción o está basado en hechos reales?
Se basa en hechos reales, es un reportaje, pero asumo que algunas cosas que me han contado mis familiares pueden ser mentira, como entiendo que mi propio punto de vista como narrador puede tergiversar la historia a pesar de intentar ser lo más objetivo posible. Creer en un reportaje es, de parte del lector, un acto de fe. Del lado del periodista, es la capacidad de demostrar con pruebas y retórica que la fuente que usa dice “la verdad”. Pero la objetividad no existe ni existirá nunca, por suerte.
5. ¿Con qué otros autores te sientes en sintonía?
Admiro el trabajo de cualquiera que desafía sus limitaciones por el terco e insensato vicio de contar historias, robándole tiempo a su propia vida, armado solo con el idioma que domina mejor, sus lecturas y las lecturas de los escritores que ha leído. De esos hay muchos acá y en todas partes. Ahora, si me preguntas por mis autores favoritos: de un lado van Borges, Kafka y Cortázar, del otro Auster, Vargas Llosa y Carver, y de la vereda del periodismo los viejos maestros Gay Talese y García Márquez.
6. ¿Te ha resultado fácil publicar este libro?
Sí, con la editorial con la cual colaboro (Ediciones Altazor) y gracias a los amigos de esta casa.
7. ¿Se puede vivir de la literatura en el Perú?
No, para la inmensa mayoría, por ahora, es imposible. Pero es más fácil publicar y recibir dinero por lo que publicas que antes, y nuestros tirajes de mil ejemplares, patéticos si uno mira a Brasil o México, son exorbitantes gigantes al lado de lo que ocurría hace apenas veinte años. Por desgracia, eso no habla de calidad literaria (disculpen los paños fríos al optimismo).