Crítica: 'El hoyo', de Galder Gaztelu-Urrutia

"¿Les suena de algo el confinamiento por un tiempo indeterminado?".

Crítica de cine por Javier Gragera

"Cuidado con quien pisas al subir porque puedes encontrártelo al bajar". Tal vez el director español Galder Gaztelu-Urrutia no tuvo en mente este proverbio sobre la ambición humana cuando empezó a construir la pesadilla futurista que es El hoyo, su opera prima, pero la reflexión viene como anillo al dedo. Porque el discurso de esta película tiene la estructura de lo vertical y la lógica del ascenso y el descenso. Del arriba y abajo.

El relato nos ubica en un escenario irreal y altamente sugerente: una prisión sellada a cal y canto por muros de hormigón donde cientos de celdas se suceden una encima de la otra. Cada celda la ocupan dos prisioneros. Y en el medio, hay un foso, el mencionado ‘hoyo’ del título, que comunica a modo de columna vertebral todos los habitáculos y por donde se abre paso una plataforma llena de comida que alimenta a los reclusos. El problema es que la plataforma inicia su periplo desde el nivel superior y el alimento es el mismo para todos. Los de abajo no tienen más remedio que rebañar entre las sobras que les dejan los de arriba. Y eso si les llega algo. La alegoría de esta historia viene servida en platos de comida fina.

Una de las principales virtudes de El hoyo es la construcción de una atmósfera. Con recursos mínimos, casi teatrales, donde la acción no se mueve nunca del mismo escenario, el filme nos mete de lleno en un universo claustrofóbico, sombrío y deprimente, donde sus personajes solo conocen un rito: el de arrodillarse ante los restos de un banquete que depende de la avaricia de todos aquellos que tienen que comer de él. ¿Les suena de algo el acopio desmedido de víveres y las baldas vacías de los supermercados? ¿Les suena de algo el confinamiento por un tiempo indeterminado? Pues eso. Imposible no pensar en nosotros mismos.

De arranque, la propuesta funciona de manera contundente. Entramos en el encierro a través de los ojos de su protagonista, un treintañero bienintencionado que, además de tener que aprender las reglas del juego para sobrevivir y pasar sus horas muertas leyendo El Quijote, mantendrá duras luchas internas antes de saber cuál es su lugar en esta historia.

Pero lo que iba camino de convertirse en una ambiciosa alegoría sobre la lucha de clases y los límites de la cordura y la dignidad humana en situaciones extremas, da un repentino volantazo a mitad de ruta para cambiar de registro e imprimir cada vez más acción y brutalidad al asunto, algo que, además de desdibujar el perfil psicológico sus personajes, presumiblemente provocará más de una indigestión en el público en general, poco habituado a los excesos y lo ‘obvio’ del gore y la carne cruda.

En su epílogo, puro vértigo, da la impresión que el director de la cinta nos quiere hacer pensar que incluso para bajar, para descender a lo más profundo de nuestro propio infierno, tenemos que pisar cabezas. La violencia viaja de arriba abajo y de abajo arriba, indiscriminadamente. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

+ INFO
Título original: El hoyo
Dirección: Galder Gaztelu-Urrutia
Guion: David Desola, Pedro Rivero
Reparto: Iván Massagué, Zorion Eguileor, Antonia San Juan, Emilio Buale
Fotografía: Jon D. Domínguez
País: España (2019)
Duración: 94’

La película está actualmente disponible en Netflix 

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