Cada año alrededor de San Valentín, atravieso el mismo ritual y vaivén emocional. Primero finjo que no me importa tanto. No es que lo odie. Me gusta que exista un día en que la gente se pone cursi y vulnerable, todxs y todo en simultáneo. Odio que la calle se llene de gente y de tráfico y, tal vez, odio que la fecha me importe tanto. Después, en la víspera, integro y acepto todo lo anterior.