Adiós Roberto Bolaño: Una apreciación más que personal

© Roberto Bolaño: la batalla futura

Me enteré de que en el CCPUCP echaban un documental sobre Bolaño y no lo dudé. El solo hecho de ver al chileno en pantalla grande paga la entrada. Además, si eres bolañero tienes que verlo, y para mí era algo más. Siempre soñé con ver a Bolaño en el cine, y a mí modo fue un sueño cumplido verle en este documental: Roberto Bolaño: la batalla futura. También significó el final de un ciclo muy personal que comenzó una tarde del 2011 cuando preguntando en las librerías sobre autores contemporáneos hispanoamericanos, todos los libreros coincidieron en un mismo nombre: Roberto Bolaño. Y lo más curioso entonces es que no estaban seguros de su nacionalidad. Y después de seis años de haberlo leído y releído, lo único cierto es que tampoco puedo decir a donde pertenece Roberto más allá de la territorialidad de sus páginas.

El mismo año en que murió Stalin, que es el mismo año en que se conquistó la cima del Everest, nació Roberto Bolaño en Chile, como también pudo haber nacido en Costa Rica o Paraguay, pues él no tiene el acento Mapocho por ningún lado. En el documental, aparece un retazo de entrevista en que le preguntan sobre su identidad nacional como escritor, a lo que responde Roberto que los mexicanos le consideran un escritor español, los españoles un escritor mexicano, y él lo que se considera es más bien un escritor de lengua española. Sin embargo, más adelante declarará: “Mi ciudad es Blanes, yo me siento blanense”. Así que más que nacionalidad de lo que aquí se trata es de la pertenencia a una lengua (algo inmaterial) por un lado, y los intramuros de una ciudad (algo que se toca con los pies transitándola a diario) por el otro. Yo soy mi lengua (lenguaje) y mi ciudad.

Juventud rebelde y perdida
Bolaño tiene una característica temática, y es la mitificación de una juventud rebelde y perdida, pretendidamente salvaje, pues en su obra la juventud es tomada como experiencia romántica. En Los Detectives Salvajes, sus personajes desaforados boicotean recitales de poetas rivales mientras planean secuestrar a Octavio Paz, el Vargas Llosa mexicano; ninguno de esos personajes parece conocer la biblioteca, pues la rechazan como espacio institucional, en vez de ello hacen algo más tiernamente transgresor: robar libros. Roberto dijo: “Uno empieza comprando libros, robando libros y acaba leyéndolos”. Nada más cierto.

Da gracia ver a los supuestos personajes de sus novelas, tomados de amigos reales como Ramón Méndez y Carmen Boullosa, que aparecen en este documental ya mayores y arrugados, pues desmitifica toda esa narrativa romántica bolañera. Conmueve oír la voz de la madre de Bolaño contando como su hijo se ganaba la vida en España haciendo taxi, o escuchar al mismo Bolaño discutir apasionadamente con una intelectual en un programa de radio chilena. O cuando un amigo del escritor recuerda el momento posterior en que Bolaño y Parra se conocieron en Tres Cruces, y Bolaño se decía “y pensar que en un año más no tendremos a Parra” (dicho lo cual todos en el cine nos rompimos a reír. Parra tiene más de cien años y Bolaño murió teniendo 50). Todo lo que empieza como comedia acaba como tragedia.

Exiliado en su propia biografía chilena
El documental recuerda con nostalgia esa arcadia de la infancia del Roberto niño, entre paisajes del pueblo y los interiores de su vieja escuela donde aparece colgada una bandera chilena hecha jirones, como un sudario para un país traumatizado por el 11 de septiembre de 1973.

Cristián Warnken, el entrevistador de la Belleza de pensar, declara respecto a esa época: “Fuimos la Camboya del Neoliberalismo, fue brutal”. Y no exagera, pues en buena parte Chile se reconstituyó sobre los cimientos de horror de las caravanas de la muerte. Cuenta el documental cómo Bolaño reaccionó horrorizado al enterarse que la habitación donde estaba hospedado tras volver a Santiago para la Feria del Libro de Chile, había sido donde torturaron a un poeta durante la Dictadura.

El tema de la violencia significó en la vida y obra de Bolaño la espina dorsal. Su escritura, y el documental lo hace patente, es una permanente autoreferencia, pues se trata de un autor que se reescribe hasta hartar como es el caso de esa novela fallida Amuleto, que bien podría haber sido un apartado en Los Detectives Salvajes. Estrella Distante esta presente en Nocturno de Chile y es una expansión también de un capítulo de Literatura Nazi en América. Da la impresión de que Bolaño intentara reencontrarse consigo mismo en un eterno dejavú, porque si se reescribe tanto es porque Bolaño está tras Bolaño, es el detective de sí mismo. Y este es el ejercicio de tener el valor de verse al espejo de su sombra maldita. Pues la Cesárea Tinajero de Los Detectives Salvajes es Bolaño mismo, una metáfora de él.

Y esto porque el Roberto adulto que escribió sobre un Roberto joven yendo con una meretriz a bordo de un Impala en dirección al desierto de Sonora la noche del año nuevo de 1977, va a la busca de una poetisa autora de un solo poema sin palabras, una poetisa que es su propia metáfora de como el Bolaño joven (Belano en la novela) soñaba con que sería el Bolaño adulto, esa proyección vergonzosa que de jóvenes todos hemos tenido de nosotros mismos en el futuro como exitosos y triunfantes.

Puesto que esa búsqueda del poeta perdido es la búsqueda precisamente del Bolaño adulto, real, crudo, el que escribe la novela sin casi esperanzas, ahogado en deudas, mantenido por su mujer, escribiendo con dos hijos en las rodillas, con más de 40 años y el hígado estropeado; ese Bolaño real escribiendo/describiendo a ese Bolaño adulto con el que de joven soñó con ser... Es Bolaño ajustando cuentas con el tiempo y consigo mismo. Un sueño hecho un fracaso. Y ese es el aterrador espejo en el que tuvo el valor de verse Roberto Bolaño. Ponerse a sí mismo como estaba el día que acabó de escribir una novela que nadie sabía si valía 5 centavos.

Bolaños, así, con ¡S!, que es como lo llaman hasta ahora los escritores y críticos que le son adversos y/o envidiosos; logró a fuerza de reescribir su obra también reescribir su vida, hacerla un cuento. Pues Bolaños es la cenicienta de la literatura, que tras ser ignorado de repente con una sola novela gana dos premios (el Herralde y el Rómulo Gallegos), y lo maravilloso e injusto de todo esto es que terminó triunfando para morirse casi al poco rato. Todo lo que empieza como tragedia acaba como comedia.

Pesimismo literario
Solo una cosa me desveló con fuerza este documental a través de entrevistas a Bolaño que me eran inéditas. Algo que ya sospechaba de tiempo atrás, pero que en mi caso han servido para cerrar el círculo que comenzó esa lejana tarde del 2011 en que lo leí por primera vez en PDF. Y es cierta visión cínica, a lo Cioran, de la literatura de parte de Bolaño, la cual francamente me aburre por lo derrotista. El pesimismo es el padre de todos esos malos libros de superación que se venden como pan caliente en las ferias de libros.

Es cierto que un autor consagrado en vida es un autor condenado al olvido en muerte. Pero es el colmo que Bolaño afirme con ínfulas pontificias que todos los escritores están condenados al olvido, incluidos ¡Cervantes y Shakespeare! Se olvida el chileno que Homero y Virgilio sobrevivieron a algo peor llamado los bárbaros. Se perderán muchos entre los autores contemporáneos, quizá también Bolaño, pero no hasta el punto en que no quede nadie, esto no es la escena final de Hamlet. A la matanza del tiempo siempre sobrevive alguien, y ese hablará por todos.

Esta nota no es un análisis de un documental (por lo demás meritorio por las entrevistas a Fresán, Bisama, Herralde, Délano, etc.), sino un recuento, un balance contable de todo lo que aprendí, tomé y rechacé del escritor del morral, el peatón de la Avenida Bucarelli, Blanes, Los Ángeles, impenitente fumador, bebedor de cafés con leche, biógrafo de ficticios poetas nazis, enumerador infatigable de feminicidios e ilustrador de nuestra actual panorámica de la frontera.  Porque sí, fui bolañero, o bolañito, término que acuñó Javier Cercas, amigo de Roberto para referirse a sus lectores e imitadores idólatras. Llegado a este punto y desmitificado el autor que me fue más referencial y por el que hice tantos amigos, solo me queda decir: Todo lo que empieza como poesía acaba como crónica.

Porque a un Hola le sigue un Adiós. 

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