Pilar Fonseca | 08.03.2018
Escrito por Pilar Fonseca
Hace algunas semanas atrás leía en el diario español El País una crónica de la experiencia de Sabica Khan, una mujer musulmana que había sido acosada en su peregrinación a La Meca, lugar sagrado para los musulmanes. Contaba que mientras hacía el ritual sintió algo duro en su trasero, pero quisó pensar que esto se debía a lo atiborrado del lugar. Luego no pudo dudar de lo que estaba pasando cuando una mano tocó su trasero.
El caso de Sabica Khan abrió el debate #Mosquemetoo (#yotambiénmezquita), donde otras mujeres también comparten sus experiencias. Al parecer, este no es un caso aislado y según lo relatado, esto es algo sabido por los responsables. En otras palabras, aquí o allá no estás a salvo del abuso si eres mujer.
Esto me hizo meditar en lo cercano de esa realidad lejana a esta de feminicidios diarios. Estando en el Día Internacional de la Mujer, donde se conmemora la lucha de la mujer para una participación en igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona, me pregunto: ¿Hay algo que festejar este 8 de marzo? Mi respuesta es no.
No, mientras todos los días sistemáticamente nos vuelven indiferentes a estos intentos o hechos que acaban con la vida de un ser humano pues no se hace nada en materia legal, que es la primera a ponerse en práctica en estos casos. La justicia parece estar pintada o de adorno en el caso de Arlette Contreras, por ejemplo.
El patriarcado está instalado en cada discurso que va desde perra a feminazi. Loca, histérica, calentona o puta son tan sólo los matices en esa escala en la que se trata siempre de menospreciar una opinión o un sentir. Le pasó a Sabica Khan que al denunciar el hecho, luego de superar el miedo, tuvo que cerrar su Facebook por temor a las amenazas que recibía. Estamos en el siglo XXI y aún las mujeres no podemos expresarnos como queremos porque luego de superado el temor están los juicios de valor validados por este patriarcado absoluto y aplastante en el que siempre habrá alguien descalificando lo que decimos o tal vez, en hechos más penosos, haciéndonos incluso responsables de las desgracias que nos ocurren.
Mujeres en lucha
A pesar de las adversidades, este 8 de marzo se ha convocado a una huelga en 150 países que gritan querernos “libres, vivas, feministas, combativas y rebeldes”. La huelga es un llamado para visibilizar y darle valor a todo el trabajo invisible y visible que realizan las mujeres. Es un paro femenino general (laboral, de consumo, de trabajo doméstico, de soporte emocional) que quiere convertirse en una llamada contra cualquier tipo de violencia que viven las mujeres por ser mujeres. El fin último de este gesto de protesta es demostrar que, si ellas paran, se para el mundo. Por tanto, nos incluye a todas.
A pesar de los contratiempos en el camino, estamos resistiendo y no bajamos los brazos en este largo tramo donde repetimos a viva voz que no reclamamos alguna superioridad sobre el sexo opuesto sino más bien decirles a la cara: yo soy igual que tú. No estoy detrás de ti sino al lado tuyo. Igualdad.
Parte del cambio es que los hombres reconozcan todos los privilegios que tienen por ser hombres y que están normalizados, y en el caso de las mujeres, poder empezar a vivir sin miedo de caminar sola en una calle oscura, de no tener que cruzar la acera si vemos un grupo de hombres, de que me griten cosas en la calle, de que respeten mi decisión y voluntad cuando decimos no o, simplemente, evitar los comentarios de cómo “deberíamos” lucir o qué hacer.
El feminismo no es tu enemigo, hombre, seguramente si lo ves de cerca te darás cuenta de todas las taras de las que tú también puedes desprenderte y ser libre, porque así como encasilla a la mujer, el patriarcado hace lo mismo con el hombre, lo reduce a lo que debe ser. Es hora de abrir la reja de aquella jaula y volar juntos.
El artículo completo de Sabica Khan, por si es de tu intéres:
https://elpais.com/internacional/2018/02/12/actualidad/1518448573_709624.html
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