Butaca Arte y Comunicación | 27.03.2025

Entrevista realizada por Martín Velásquez
He vuelto al departamento del undécimo piso en la Calle Andalucía, en Miraflores. Cuántas veces no he venido ya antes. Entre los años 2011 y 2015, se convirtió en una especie de oficina. Mi trabajo: asistencia de dirección teatral. Si hoy puedo arriesgarme con cierta soltura a llevar la batuta en algunas obras de teatro, se lo debo en buena medida a aquella etapa de mi vida en que me formé como director, no en una escuela, sino directamente en la praxis del oficio. Y qué mejor que de la mano de uno de los dramaturgos-directores más arriesgados y controvertidos de la escena contemporánea peruana: Jaime Nieto.
Como parte de las actividades del décimo aniversario de BUTACA Arte & Comunicación, y en colaboración con EnLima Agenda Cultural, estamos entrevistando a referentes de la comunidad teatral peruana. Hoy me toca hacer la segunda.
Me acompaña el equipo audiovisual de EnLima. Jaime nos recibe en su siempre acogedor departamento del piso 11. Ahora se encuentra reposando en casa por la indisposición de una de sus piernas, que se llevó la peor parte en un accidente de bicicleta.
EL DRAMATURGO
¿Qué está haciendo Jaime Nieto en estos momentos de su vida?
Tratando con muchas ideas, con muchos proyectos. Para empezar, he escrito una obra después de casi nueve años. La última obra larga que escribí fue Vecinos, eso fue en 2015. Este año van a ser diez. Y en 2016, estrené Un lugar donde brille el sol, que fue una obra para Microteatro. Esa obra pequeña fue la última que escribí. Entonces, el año pasado decidí escribir de todas maneras una nueva obra. Al fin del año pasado terminé En la oscura profundidad del mar, una obra de formato largo, que pienso estrenar el 15 de mayo de este año, en Casa Bulbo.
¿A qué se debe esa “tardanza” de un nuevo texto?
A muchos factores. Entre ellos, la presión de la televisión. En ese momento estábamos terminando los primeros ocho años de Al fondo hay sitio e iniciando un nuevo proyecto que se llamó De vuelta al barrio. Decidí, ya por presión, dejar un tiempo de escribir para poder entrar a la nueva serie y realmente hacerlo bien, porque escribir para televisión es muy absorbente. Entonces, pasó un año, pasaron dos, vino la pandemia, y así el tiempo fue pasando, fue pasando, fue pasando… hasta que decido retomar el teatro, pero no con un texto mío. La verdad no me sentía con ganas de escribir. Retomé agarrando el texto de Claudio Tolcachir, Próximo, que me había encantado y lo había visto en Buenos Aires en 2018, pre-pandemia, y con la pandemia adquiría más actualidad aun. Se entendía más con la pandemia que previo a la pandemia. Luego decidí reponer El dolor por tu ausencia porque no tenía un texto. Y pensaba reponer Vecinos en Casa Bulbo…Pero ahí me cuestioné. “Pero Vecinos es Jaime Nieto de hace diez años”. Han pasado diez años y una pandemia. No somos los mismos. Entonces, me propuse agarrar una serie de fuentes, como siempre, experiencias de vida, algunas películas que tenía como referencia, y escribir un nuevo texto. Y así salió. Es la primera vez después de muchos años que escribo un texto completo, porque -tú conoces un poco mi manera de escribir- yo voy escribiendo con los actores, entrego las primeras escenas... Pero esta vez sí me senté de largo y, pum, escribí el texto ya completo.
Parto de lo que dices, que ya no somos los mismos. Desde el 95, que empiezas a hacerte un nombre con Carne quemada, ¿qué tanto ha cambiado tu dramaturgia?
En realidad, hago teatro desde mucho antes, pero digamos que, en teatro profesional, este año cumplo treinta años de dramaturgo y director. ¿Qué ha cambiado de mi dramaturgia? Bueno, Carne quemada se escribió partiendo de experiencias personales, como siempre. El hecho de tomar experiencias personales, eso sí no cambia. Saco cosas de mi vida, saco cosas de la gente que veo alrededor. Hasta ahora no ha llegado el momento de escribir algo sobre un hecho o un acontecimiento concreto, sino que básicamente tomo experiencias de vida y le doy forma en escena. Carne quemada, en realidad, empezó con la primera escena: una relación de pareja, Joe y Martha, que se está yendo al diablo. Y ya de ahí… “¡Ah! ¿Y qué pasa si le meto un asesino en serie?”, porque yo soy fanático de un grupo: Gabinete Caligari, con su Olor a carne quemada. Había visto Asesinos por naturaleza. Había visto Pulp Fiction. Entonces, tenía una serie de referentes ahí que me mandaron de largo a escribir Carne quemada.
¿Carne quemada iba a ser un guion de cine inicialmente?
No, desde siempre estaba pensada para el teatro, sino que yo, la verdad, no he estudiado teatro propiamente dicho. Mi formación no es teatral, mi formación es cinematográfica. Entonces, cuando la gente leía ese guion, decía “esto no se puede hacer”. ¡Claro que se puede hacer!
Pero las influencias de cine estaban…
Claro. O sea, definitivamente me era difícil, muy complicado, en esta primera obra, hacer cosas teatrales, a pesar de que hay mucha teatralidad en la obra: El monólogo de la cabeza, los monólogos de Marty, los monólogos de Joe, los monólogos de Sonia. Pero la construcción era totalmente cinematográfica y además me basaba en género cinematográfico: el cine negro, el cine gore. Entonces, había toda una serie de elementos e influencias cinematográficas muy claras: Joe Stone - Oliver Stone. Tarantino - Nick Tarantino, que es obviamente el personaje que hace Robert Downey Jr. en Asesinos por naturaleza. Es tal cual.
¿Y qué patrones han perdurado en tu dramaturgia?
En realidad, desde esa fecha, en Carne quemada, lo que de manera inconsciente me propuse fue sacudir al público. Es decir, sacar al público de su zona de confort. Ver algo que no suele ver en el teatro. ¿Por qué? Porque a mí como espectador me gusta eso. Yo cuando voy al teatro, me gusta que me saquen de mi zona de confort. No me gusta ver una obra complaciente con el espectador. Me molesta. A pesar de que me gustan mucho los musicales. Me encanta Wicked, que puede ser lo más “complaciente” del mundo, pero si lo ves, sobre todo si ves la versión cinematográfica, te das cuenta de que tan complaciente no es. Este no es el estilo de obras que hago, pero es eso. Creo que eso sí no ha cambiado: sacar al espectador de su zona de confort, contar historias de una manera muy cinematográfica y ahondar en el lado oscuro de los personajes, básicamente, porque estoy totalmente convencido de que hay luz de oscuridad en todos, en algunos personajes más oscuros que otros. Y ese tránsito entre luz y oscuridad de los personajes creo que, de manera inconsciente en un periodo, y ahora de manera consciente, lo estoy tratando más. Si hablamos de Adiós al camino amarillo, por ejemplo, estos personajes están realmente desesperados porque la vida los trata muy mal y encuentran como única salvación que pase este cometa y los mate. Y lo terrible es que el cometa pasa de largo y no acaba con ellos. Y siguen sus vidas miserables. Dick y Pussy está en tono de comedia, pero al final todos vuelan con una bomba. Está el personaje del demonio, del bien, de la oscuridad, que es el personaje de Meff, y están Dick y Pussy, que son los personajes puros, que son la luz. Entonces está ese elemento de los dos. Después viene Tinieblas; después viene Vecinos. Sala de ensayo ya es una comedia un poco más ligera donde se abordan ya otros temas. Hormigas sí es totalmente oscura.
¿Hay alguna obra de la que te arrepientas?
Yo no me arrepiento de ninguna obra de las que he hecho. Yo siempre he salido satisfecho de las obras que hice. Con esto no quiero decir que no les he visto errores. Siento, por ejemplo, que en el caso de Hormigas ya llegué a un punto tan alto, tan alto, que ya no tenía cómo cerrar eso. Y siento que las últimas diez páginas deberían ser reescritas. Quizás no el final, pero sí la resolución, porque ya la obra llegó demasiado lejos. ¿Cómo bajas de eso? Eso sí sentía en la obra. Pero no me arrepiento de haberla hecho. Al contrario, me encanta y recuerdo con mucha emoción, y con horror también, las escenas que había en esa obra… porque no sé cómo realmente se hicieron.
NECESIDADES UNDER
¿El público ha cambiado?
El público sigue siendo el mismo. Es más, el teatro siento que no ha cambiado. En treinta años, tenemos una aparente libertad creativa, pero es aparente nomás. Hace veintinueve años, que escribí Deseos ocultos, en todo caso, tenía problemas para encontrar actores. Trabajamos con un grupo bastante divertido, un elenco muy joven. Pero ya había problemas. Te estoy hablando del año 97. Estamos en 2025 y sigo teniendo problemas para encontrar un elenco. Porque definitivamente los actores buscan encontrar, sobre todo a partir de determinada edad, una zona de confort. Y yo creo que el teatro ahorita se ha quedado estancado en una zona de confort, en donde los actores están cómodos haciendo lo que hacen y no arriesgan a hacer cosas nuevas. Ojo, hay muchas cosas que no veo, que no he visto, de teatro under. Hablo más o menos del teatro de salas convencionales. Hay algunos dramaturgos que sí arriesgan un poco más que otros. Con el auge ahora del teatro breve -no puedo decir Microteatro porque Microteatro es un formato-... Yo creo que el teatro breve hace bien y hace mal a la vez.
Qué interesante, ¿cómo hace mal?
Porque cuando existía el formato Microteatro, que era el único que existía -todo el mundo iba a Microteatro- obviamente si, de seis obras, tres estaban bien y tres estaban mal, bueno, era lo normal. Pero, lamentablemente, hoy en día cualquiera se sienta a escribir una “microobra” y la monta. Y está bien, no voy a decir que no. No está mal que montes tu obra. Pero creo que hay muy poca exigencia. No hay la exigencia que hubo cuando existía este espacio de Microteatro, donde los escritores se exigían realmente para poder presentar una obra. Hay obras para todos los gustos. Yo no voy a emitir un juicio de valor ni un juicio crítico sobre lo que se monta. Creo que no me gusta ser juez y parte a la vez. Sí creo que este montón de espacios que se han abierto es muy bueno para que la gente empiece a foguearse… Pero ya cuando lo empiezas a hacer “a salchicha”, como producción en serie, escribir, escribir y escribir, para que en realidad a veces ni se gane, sino solamente por estar en escena, o sea....
Tienes la sensación de que hay más cantidad que calidad…
Sí, exacto. Sobre todo estoy hablando del teatro en formato breve. Hay mucho, hay muchas salas, pero personalmente yo voy a ver en las que están actuando mis amigos y nada más. No es como antes que uno iba a Microteatro y sabía que había directores más o menos interesantes, que estaban presentando propuestas interesantes. Hoy en día la idea de la propuesta interesante no existe. Existe “en lo que menos se gaste”, mientras que uno en Microteatro -el espacio que dirigían Jordi y Rafo- la gente se exigía más. A pesar de que también había obras muy ligeras, igual en esas obras ligeras había exigencia. Hoy en día la exigencia es nula.
¿Qué otro tipo de teatro te gustaría ver? ¿Cómo es el Jaime Nieto espectador?
El Jaime Nieto espectador es bien fácil de atrapar si es que le muestras un buen texto y una buena actuación. Yo soy un buen espectador. Me encanta ir al teatro y cuando voy al teatro voy ‘cero prejuicios’. Si voy a ver una obra y pienso que hay algo que no me va a gustar, no voy a verla, por principio. Y no porque sea mala, sino simplemente porque a mí, personalmente, como espectador, hay géneros, formatos y estilos de actuación o de teatro, de planteamientos, que no me gustan. Entonces, hay tanto que ver, porque en realidad la cartelera es muy amplia hoy en día, que no se puede ver todo. Antes uno podía darse el lujo de decir “bueno, vamos a ver”, porque había diez, quince obras… Pero ahora qué hay, ¿treinta, cuarenta? Hay mucho que ver; entonces ya uno selecciona. Trato de ver quién dirige, quiénes actúan, y en base a eso más o menos conocer la propuesta. Ya es por una cuestión de opción y de gusto. Prefiero ver algo que vaya más con lo que me gusta, con el tipo de obra que me gusta.
¿Sientes que hay una necesidad de trabajos escénicos de corte más contracorriente, más under?
Sí. Yo creo que definitivamente hay una urgencia de. Creo que hemos llegado a un momento en que estamos dando vueltas en nosotros mismos, como si nos mirásemos al ombligo. Y no salimos de eso. Si leemos textos contemporáneos de fuera, vemos que realmente la dramaturgia está a otro nivel y las puestas en escena también. Y no es necesario irse a Londres o a Buenos Aires, todo está hoy en día en YouTube, ¿me entiendes? A veces yo digo: Sí, vi el montaje tal... Y “Ah, claro, como puedes viajar”. No, no, yo no viajo, yo veo YouTube. A mí me gusta mucho la ópera. Y en YouTube está un montaje que acaban de hacer en Holanda hace tres días. Un súper montaje. Hace tres días. Ahí está, ahí lo he visto, lo he visto en Youtube dos veces. Entonces, creo que nos contentamos con lo que hacemos y hay una falta de referentes. Esa es mi mayor observación al teatro, sobre todo de gente joven, que no tiene referentes. Y no los busca. Sobre todo cuando uno es joven, piensa que el teatro nace con uno, o que el arte nace con uno… Y eso es mentira, pues. Tenemos que pensar que, hay hacia atrás, mucho, mucho hecho, y que hay que aprender de todo eso. Yo aprendo todos los días. Yo considero en realidad que todos los días para mí es un día de clase, de sentarme, a ver una película, analizar una obra, analizar una puesta en escena. Ahora, por ejemplo, que tengo un poco más de tiempo libre, es lo que me divierte hacer realmente. Y creo que eso no se hace. Nos contentamos con vernos a nosotros mismos en vez de indagar qué es lo que se hace afuera. Porque afuera hay mucha información y, repito, no necesitas tener la plata para viajar. Está en YouTube.
EL SEÑOR DE LOS MILAGROS, MARÍA MARICÓN Y EMILIA PÉREZ
Creciste en el seno de una familia católica.
Sí.
¿Te defines así? Lo digo porque los contenidos que haces en tus obras…
Yo últimamente ya he decidido no definirme. Decirme “soy Jaime”. Yo he crecido una familia católica, creo en la Virgen, creo en la Procesión del Señor Los Milagros. Pero mi manera de ver las cosas es mi manera de ver las cosas. Para mí, ir a una procesión es casi una fiesta popular, ¿me entiendes? La procesión del Señor de los Milagros es quizás una de las pocas costumbres que tenemos los limeños para salir a las calles a compartir con otros limeños o gente de fuera. No tenemos manifestaciones de uso de espacios públicos como en provincia, por ejemplo, donde tienes, en Puno, la Fiesta de la Candelaria; en Cusco, el Qoyllority, el Inti Raymi... Acá en Lima no tenemos nada de eso. Entonces, esas pocas manifestaciones culturales son religiosas y, como en todas partes, la religión se fusiona con lo pagano. Esa festividad, por ejemplo, que son las procesiones, donde está la Virgen pasando, y en eso está la guitarra, el cajón, la música criolla, eso me gusta. Y voy porque me gusta esa festividad popular que en Lima se ha perdido completamente. No hay fiestas de carnavales acá. Tienes el carnaval de Cajamarca, Ayacucho, Puno, pero acá no existe una fiesta de carnavales. ¿Por qué? Entonces, ese elemento dionisíaco, por llamarlo de alguna manera, se ha perdido. Y ahora, si me preguntas por la definición de católico, pues no sé. Yo tengo una manera de ver la religión. Mi familia era católica, sí. Yo he estado en un colegio de curas y de monjas, pero a mí nunca me han dicho “si haces esto, te vas a ir al infierno”. Sí me enseñaba mi tía abuela, me acuerdo, los cuadros en las iglesias: “Mira, ése es el cielo, ése el infierno”, pero señalándomelo, mostrándomelo, no diciéndome “te vas a ir ahí”. Nunca hubo un dios castigador ni culposo. En el colegio también. Era un colegio de curas gringos americanos. Los americanos eran mucho más liberales, las monjas eran mucho más liberales. Entonces, no había problema.
¿Cómo asumes la postura de ciertos grupos conservadores que pretenden cancelar trabajos artísticos, tomando el caso de María Maricón?
Me parece deplorable, sinceramente, que haya ocurrido lo que ocurrió. Primero, definitivamente, como en todo teatro -tú que haces teatro sabes- un afiche pasa por una supervisión. Tú tienes que presentar el diseño de afiche al teatro antes de ponerlo afuera.
Más tratándose de una institución como la Católica…
Claro. Si yo veo un afiche que dice tal, yo digo “Mira, ¿sabes qué? No. Cambien el afiche.” Entonces, yo creo que en el caso de María Maricón, hay una serie de responsabilidades. Yo no conozco el texto, no conozco la obra. Quiero verla, porque más curiosidad me da. No sé si en algún momento se monte, espero que sí; fuera de la institución, sería mejor todavía. Pero definitivamente no podemos censurar nada y menos cuando ha sido aprobado. Ese espectáculo ha sido aprobado hasta por el Ministerio de Cultura. Entonces, lo terrible parte cuando ya se da marcha atrás por una presión religiosa. Y eso sí es totalmente terrible, terrible, terrible. Totalmente criticable la actitud del Ministerio de Cultura, la actitud de la Universidad, la actitud del Centro Cultural, porque definitivamente ese afiche fue aprobado por las personas que estaban ahí. Es más que un formalismo, obviamente, pero te lo piden. Pero si yo sé que esto va a traer problemas, digo “Oye, mejor, ¿sabes qué? Modifica, haz un cambio por aquí, que esto que es lo otro”. Pero eso no se hizo, entonces hay una serie de responsabilidades ahí que implican básicamente a la Universidad, porque ésta debió salir en defensa de su alumnado, pero obviamente sintió la presión social y… plup.
Yo tengo la sensación de que los nuevos creadores, escritores, productores, directores, están muy ceñidos a un discurso, de cultura woke específicamente. ¿Qué sensación tienes tú al respecto?
Totalmente de acuerdo. Hoy día “tenemos que ser” políticamente correctos. Entonces, “tenemos que ser wokes”: “Hay cosas que se pueden decir y hay cosas que no se pueden decir”. Hablemos, por ejemplo, de la famosa comunidad gay. Dentro del discurso progresista de la comunidad LGTB -yo sé que me van a odiar por todo lo que voy a decir, pero no importa- existe casi un decálogo de cosas que tenemos que mostrar. Hay que hacer visible a la comunidad… pero con los diez mandamientos de la comunidad gay. Es decir, ¿para qué están los diez mandamientos del cristianismo? Para romperlos, obviamente. Ya, eso está bien, pero hay que cumplirlos. O hay que hacer, por lo menos, que se cumplan en los textos. Todo tiene que estar ceñido a un mundo proper. Obviamente, no puedo hablar de las personas porque no conozco a las personas ni voy a hablar más de nadie, definitivamente. Pero es obvio que esos mandamientos se rompen. Entonces, ¿por qué no hablar? ¿Por qué hablar de la gente que cumple los diez mandamientos y no hablar de los que no los cumplen? Es decir, de la gente que vive del lado de la luz y no del lado oscuro -volviendo al tema inicial de la luz y la oscuridad-. Las obras que he visto tratan de pintar un mundo ideal, un mundo utópico, un mundo en el cual existe una visibilidad de la comunidad LGTB. Por eso es que ha saltado tanta gente con la película de Emilia Pérez. Y Emilia Pérez, para mí, es una obra maestra. ¿Por qué? Porque es una ópera. Está concebida como una ópera. México es un pretexto. Y si consideran a Sofía Pérez Gascón una mala actriz trans… Qué, ¿todos los actores trans tienen que ser buenos? Ya pues, es una mala actriz trans nominada al Óscar. Perfecto, la nominaron. Ya, ¿y? Tuvo la suerte de que la nominaran. “No, pero es que es mala actriz, que da mala imagen a la comunidad trans…” Mala imagen y qué. ¿Todo tiene que tener buena imagen? Pregunto. Entonces, es eso: Todo tiene que ser políticamente correcto, no podemos ser incorrectos. Y ahí hay problemas. Porque creo que el ser humano es todo. El ser humano no es perfecto. Y no podemos pintar un mundo ideal en el escenario. Si estamos pintando un mundo ideal en el escenario, no estamos haciendo arte. En una homilía que hizo el Papa la semana pasada, habló de mirar hacia el lado de los que no están dentro del sistema, de los pobres que tienen problemas y, de todo aquello de lo que no se suele hablar, hablar de eso. Yo creo que es justo lo que hay que hacer. Hablar de eso que ciertas clases sociales quieren imponer pero hay otro que no lo tiene.
¿Crees que, a nivel institucional, se están apropiando de las necesidades culturales de alguna minorías para dictar un discurso?
Claro. No quieren la igualdad, quieren la diferencia. Y que se les trate de manera diferente. Y yo sí estoy en total desacuerdo. Yo soy Jaime, tú eres Martín. Y somos como somos. No podemos estar dentro de los esquemas de nadie ni de nada, como artista al menos. Yo como artista no puedo estar dentro de. Yo tengo una libertad creativa. Y si mi libertad creativa me provoca hacer una película como Emilia Pérez, la voy a hacer. Y si encima la nominan al Óscar, ¡Aleluya! ¡Gracias!
¿El arte debería ser incorrecto en estos tiempos?
El arte tiene que cuestionarlo todo, absolutamente todo. El arte tiene la obligación de cuestionar, de molestar, de provocar. Si el arte no molesta, no provoca, ¿para qué está? ¿Para decorar? Yo puedo pintar un cuadro para decorar mi sala, que tenga colores que vayan con los muebles. Igual puedo hacer una película decorativa, que alegre a todo el mundo, que diga que en determinado grupo minoritario, todos son buenos, que todos son inteligentes, que todos se aman, que no existen problemas de pareja… Perdonen, el mundo no es perfecto, no se vive en un mundo perfecto. Y el arte que ha perdurado es, justamente, el arte que ha provocado, el arte que en su tiempo provocó, esos autores, esos dramaturgos… ¡Tennesse Williams! Las películas en el cine tenían una censura, el código Hays, famoso, entre los años treinta y sesenta. Las obras de Williams provocaban porque hablaban de temas bastante fuertes para la época y en el cine tenían que suavizarse. Pero en el teatro estaban ahí. El mismo Truman Capote, Burroughs… Y, ahora, hablando de cine, tenemos ciertas películas como Baby Girl, tenemos La sustancia, tenemos Anora, tenemos la misma Emilia Pérez. Todo el mundo está hablando de las películas. ¿Por qué hablan de las películas? Porque están provocando. Entonces, eso es creo lo que nos falta aquí en el teatro, en nuestro teatro. Ese elemento de provocación. Ojo, no todo el mundo tiene que hacer lo mismo, porque, sino, ya qué aburrido, ¿no?
¿Molesta que sea lo que mayormente, o casi en su totalidad, se muestre? ¿Falta más “carne”?
Claro. Definitivamente se hacen obras que no se hacían antes, sí, y se tocan temas que no se tocaban antes, sí, pero igual todo dentro de determinados parámetros. No hay un riesgo hacia tocar temas más oscuros. Shopping on fucking fue escrito en 1996. Estamos hablando de hace treinta años. Nosotros la montamos en 2013, hace doce años. Y ya los ingleses están en otra cosa. No todo teatro tiene que ser un teatro de shock, definitivamente, pero sí creo que es importante que exista un teatro que provoque y que no sea políticamente correcto. O que sea políticamente incorrecto, más bien.
COLOFÓN
¿Qué sueños mantienes? ¿Hay algo que quieras hacer y que no has hecho aún?
Pucha, sí, claro. Quiero hacer una película; estoy detrás de eso. Quiero hacer un musical; estoy detrás de eso. Tengo muchas ideas, muchos proyectos. Quiero hablar sobre los años ochenta. Tengo muchas, muchas ganas de escribir. Creo que estos años de no hacer, de no escribir, me han alimentado las ganas. Además, creo que ya hemos pasado por una pandemia que nos ha cambiado la vida y creo que todavía no estamos hablando de eso. En mi nueva obra hablo un poquito. Cómo es el mundo antes y cómo es el mundo después. Como decíamos ayer con un amigo: AP / DP. Antes de la pandemia y después de la pandemia. Es un mundo totalmente distinto. La visión del mundo ha cambiado completamente. No somos los de antes.
Muchas gracias, Jaime.
Gracias a ti, Martín… Pensé que iban a estar más pendejas tus preguntas.
Añadir nuevo comentario