Pilar Fonseca | 03.01.2019
Conocí a Julio Hevia cuando fue mi profesor. No llevé uno sino dos cursos con él, Prácticas y Escenarios y Metodología de la Investigación en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Lima. Su forma de enseñar me encantaba porque Julio promovía el debate y el intercambio de opiniones en base a lo que aprendíamos. "No me hablen con ejemplos sino de conceptos", nos decía.
A él no le gustaban los alumnos que iban "a calentar el asiento", sino los que tenían ganas de preguntar y de cuestionarse a sí mismos. Era la clase de maestro que podía hablarte en lenguaje académico, pero también en jerga. Saltaba de un terreno a otro con mucha facilidad porque ninguno de los dos ámbitos le era ajeno. Julio Hevia era el profesor que todos ubicabámos así no nos hubiera enseñado nunca.
Ya en Metodología, se convirtió en mi asesor del proyecto de tesis. El trabajo que quería hacer era un ensayo con matices filosóficos y Julio era el indicado. Es así que cuando llegaba con las ideas revoloteadas y sin saber a dónde ir, él me daba el contrapunto. Viraba el timón y me conducía a una bibliografía que no sólo enriquecería más mi trabajo sino mi perspectiva.
Ese es el Julio que recuerdo y que, a partir de hoy, no es lo único que recordaré porque el profe Hevia también tenía un artista escondido con el que experimentaba y profundizaba en su interés por el psicoanálisis, la filosofía, la literatura, la música, el fútbol y el cine; un talento creativo que cultivaba en la tranquilidad de su hogar en Barranco.
La otra mirada del jugador
Alojada en la Galería del ICPNA de Miraflores, la individual Julio Hevia: La otra mirada del jugador son casi 80 obras que muestran su amplia mirada interdisciplinaria. Creaciones en las que experimentó con diversos materiales y estilos de composición. El trabajo expuesto son en su mayoría collages (técnica mixta) y también algunos dibujos sólo en tinta. El mundo onírico y del inconsciente está muy presente en cada uno de los primeros, mientras que se ve una vertiente más figurativa en los segundos. Las líneas rectas y angulosas delinean figuras más grandes donde se proyecta el nivel de abstracción del artista.
Eduardo Tokeshi, artista plástico y curador de la muestra, sostiene: "Empezó a desprenderse de lo figurativo para explorar una abstracción que a medida que avanzaba se volvía más compleja. Sus estructuras lineales, siempre tratadas con extrema finura, nos obligan a verlo en laberintos y paisajes. En la última etapa de su producción, Julio Hevia trabajó deslumbrantes y enigmáticos collages [...] se escuchaba a sí mismo y exploraba su propia sensibilidad. Aquí ya no era el intelectual estudioso de los fenómenos sociales, como la jerga y la replana, sino el hombre talentoso y silencioso que se encerraba durante horas para crear hermosos dibujos y collages".
Pamela Gutiérrez, su esposa, es quién me cuenta que su casa es su gran galería personal donde tienen más de 100 cuadros colgados, la mayoría de gran tamaño. "Cuando Julio terminaba un dibujo le ponía una especie de chapa. En la mayoría de los casos correspondía a un momento político, a algún gusto musical o alguna película. De hecho, nuestros hijos y yo establecíamos alguna conversación sobre el dibujo que afortunadamente quedó en nuestra memoria. Es así que, en conjunto, pudimos rescatar esos recuerdos y en función a ellos ponerles nombre a sus dibujos. Salvo Born to be Wilde, que Julio hizo al cabo de leer todos los ensayos de Oscar Wilde, y Lennon, después del concierto de Paul McCartney, los demás títulos intentan ser fieles a las propias alusiones de Julio o a su evidente referencia. También añadiría en ese grupo al titulado Bacon, uno de sus pintores favoritos, al quien le dedicó un dibujo después de visitar una retrospectiva que hicieron en el Museo del Prado".
"A él le gustaba explicarnos la historia del arte y era una práctica familiar. De hecho, en los viajes las prioridades eran las visitas a museos. La emoción más grande que vi en sus ojos fue en el Museo de Orsay en París cuando se encontró con Los Jugadores de Cézanne", recuerda Pamela.
Es inevitable no darse cuenta de lo enamorada que está Pamela de Julio, quien fue su profesor en la universidad donde se conocieron en el 89. No le veo los ojos pero seguramente le brillan al decir que el amor fue instantáneo. Fueron novios en el 92 y se casaron en el 94. Para ella, la manera de seguir amándolo es mantener y difundir su legado. “Hay un libro inédito, crónicas, ensayos que aún debe ver la luz”.
Vaya que es una buena historia de amor, pienso. A lo que Pamela me responde: "Lo fue".
+ INFO
Julio Hevia: La otra mirada del jugador
Lugar: Galería ICPNA (Angamos Oeste 160, Miraflores)
Temporada: Hasta el 6 de enero del 2019
Horario: De martes a sábado de 9 am a 8 pm y domingos de 9 am a 6 pm
INGRESO LIBRE
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