Javier Gragera | 11.01.2019
Roma está dando mucho que hablar, tanto por lo que vemos en la pantalla como por lo que sucede fuera de ella. Tras ganar el León de Oro en el Festival de Venecia y ser elegida por la Academia para entrar en la carrera al Oscar, la película del mexicano Alfonso Cuarón ha desatado una encendida polémica en España. El origen del conflicto ha sido el idioma. Y en este caso, la decisión de Netflix (plataforma que tiene los derechos de difusión) de subtitular Roma para su proyección en las salas de cine y adaptar ciertas expresiones y modismos del lenguaje del español mexicano al español de España. Hablando en plata: ha puesto otras palabras en la boca de sus protagonistas para facilitar su compresión al público español.
Las reacciones a esta iniciativa no se hicieron esperar. Uno de los primeros en poner el grito en el cielo fue el propio Alfonso Cuarón. “Me parece muy ofensivo para el público español”, afirmó el realizador mexicano a EFE. Más crudo y directo fue su compatriota y novelista Jordi Soler, quien considera que lo hecho por Netflix es “paternalista, ofensivo y profundamente provinciano”, y además arremete para despertar viejos fantasmas al considerar que su objetivo “no es para entender los diálogos; es para colonizarlos”.
Esta práctica es moneda corriente en la plataforma Netflix, que en muchas ocasiones ofrece al usuario que navega desde España la posibilidad de subtitular las películas de producción latinoamericana al ‘español peninsular’, que se sobreentiende como la versión del idioma más neutra posible. En lugar de proponer una transcripción literal de los diálogos, este tipo de subtítulos discrimina la jerga y moldea a su antojo la construcción de algunas frases.
No todos están en contra de que se ofrezca al espectador herramientas que, si bien pueden ser discutibles porque atentan contra la pureza de la obra, facilitan su accesibilidad a públicos diversos. “Si permiten que más gente pueda entender, no me parece mal”, ha dicho Jaume Ripoll, confundador de Filmin, otro importante portal de cine en streaming. Ripoll confiesa que hubiera agradecido los subtítulos la primera vez que vio Y tu mamá también, otra de las películas de Cuarón, para haberla entendido en toda su complejidad.
Netflix calla y otorga
Ante la polémica, Netflix reaccionó tras bambalinas, sin realizar ningún pronunciamiento público, y ayer retiró de su plataforma la opción del ‘español peninsular’ en la película Roma. Netflix logra así apartarse del ojo de la tormenta, pero sin posicionarse ante la opinión pública en el debate de fondo: el del español como lengua mestiza de todos los latinoamericanos. De hecho, la única película peruana que tiene la plataforma online en su parrilla, Soltera codiciada, comedia dirigida por Bruno Ascenzo y Joanna Lombardi, ofrece también los subtítulos de la discordia. Por el momento, y hasta que nadie diga lo contrario, el espectador que la vea subtitulada en ‘español peninsular’ estará obligado a leer “¡espera!” cuando un personaje haya dicho en realidad “¡aguarda!”.
En esta cuestión, llama la atención que nunca suceda a la inversa: que al exportar un producto cultural de España al resto de países latinoamericanos, a nadie se le ocurra cambiar la palabra ‘gilipollas’ por ‘pendejo’. Cuando el intercambio llega de Europa a América, la transición sí se considera innecesaria. Entonces nadie duda de que el español es una lengua común que nos pertenece a todos por igual, y que si algo no se entiende, pues se tira de contexto y punto.
Además, no nos engañemos: hablar español en Latinoamérica es un laberinto. Y a veces da gusto perderse en él.
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