
En 1975, en una galería en Miraflores, Tilsa Tsuchiya inaugura una nueva exposición después de algunos años sin mostrar en el medio. La sala estaba casi vacía y se escuchaba una ópera de Wagner. Había una sola pintura colgada en las paredes: Una escena extraña pintada con diminutas pinceladas verticales; dos personajes sin brazos con las lenguas anudadas, en cuclillas, sobre una superficie amarilla que flota por encima de un vasto paisaje de montañas y niebla.
Una pintura distinta a las obras que la artista había hecho en los años anteriores; que se apartaba también de las tendencias imperantes en el medio, del indigenismo resucitado por el régimen militar, de la figuración expresionista de algunos de sus contemporáneos y de la abstracción lírica con referencias formales a lo prehispánico.
Rita Ponce de León, artista visual, Jaime Higa, artista gráfico y Celia Rubina Vargas, semióloga y profesora principal de la PUCP, conversan sobre esta obra en Una al mes, la serie de conversaciones mensuales en torno a un único artefacto visual u obra de arte que se ofrece para ser discutido y analizado por personas de distintas disciplinas. Esta serie propone pensar colectivamente momentos importantes de la producción del arte contemporáneo local.