Entrelíneas | 13.01.2017
Soy Juan Carlos Cortázar, limeño de 1964. Estudié sociología y luego gestión pública, por trabajo me ha tocado vivir fuera desde hace varios años. Vivo en Santiago de Chile con mi pareja, tengo tres hijos que viven en Lima. Aunque toda mi vida he sido un lector ávido, no me di tiempo (o permiso) para escribir ficción hasta hace pocos años. En Buenos Aires pude estudiar escritura narrativa en Casa de Letras, un maravilloso lugar para aprender en medio de la que creo una de las literaturas más potentes de la región. Allá publiqué la novela corta Tantos angelitos (Deldragón 2012) y los cuentos Animales peligrosos (Milena Caserola, 2014). En Chile he publicado cuentos, La embriaguez de Noé (Luna de Sangre 2016), y en Lima, hace poco, la novela Cuando los hijos duermen (Animal de invierno 2016).
1. ¿De qué trata tu libro?
Sobre lo difícil que es congeniar nuestra sexualidad con el hecho de ser padres (o madres). Lo complicado que es buscar una vida sexual plena a la vez que tener hijos. Ello a través de la historia de dos hombres homosexuales, uno salido del closet tiempo atrás, que regresa a Lima a vivir una temporada con su hijo adolescente y conoce a otro hombre, homosexual también, padre de una compañera de su hijo, pero que ha tomado la decisión de mantener una vida paralela a la de su matrimonio. Algo surge entre ellos, y es difícil. Ser homosexual y padre de familia, poder serlo abierta o, al menos, tranquilamente, la tensión que eso significa. De eso trata la novela.
2. ¿Por qué este libro ahora?
La motivación surge de la incomodidad con el discurso políticamente correcto sobre salir del clóset: que es valiente, heroico, honesto. La realidad es que tiene costos, y elevados, por ejemplo, en el ámbito familiar (los hijos…). Y lo contrario, armar una vida paralela es muchas veces considerado cobarde, pobre, deshonesto. La novela intenta entrar en los grises de estas opciones, sin maniqueísmos ojalá, sembrando preguntas, evitando el blanco-negro, el bueno-malo, sugiriendo que en este tipo de decisiones no caben ni héroes ni villanos.
3. ¿Cómo es tu proceso creativo?
En principio, trato de conectarme con una sensación, un estado de ánimo, algo que observo en mí y en los demás. En este caso fue la incomodidad que mencioné antes. Ello, con muchas vueltas, termina condensándose en una imagen, un personaje, una historia, usualmente borrosas. En la escritura cobran forma. Pongo cuidado en el lenguaje, en realidad, trato de desemprolijarlo paulatinamente, de apartarme de la prosa tan cuidada y perfecta que tenemos los peruanos. Tensionar el lenguaje. Tal vez este texto no es en el que más que he avanzado en esto, pero sigo intentándolo con las cosas que escribo ahora.
4. ¿Tu libro es pura ficción o está basado en hechos reales?
Trabajo con herramientas de ficción sobre situaciones, sentimientos, tensiones que he vivido o veo a otros vivir. La historia, en eso, no es nada original: cosas así nos pasan a muchos hombres y mujeres. Tal vez lo más “real” (si eso cabe) sea la vuelta a Lima, el reencuentro con lugares donde he vivido (Lince) o me moví de joven (el centro). En ese sentido, la novela también trata de eso: regresar.
5. ¿Con qué otros autores te sientes en sintonía?
Mis preferidos: Onetti, Saer, Donoso, Carpentier, Bernhard, Faulkner. Las cosas iniciales de Vargas Llosa. Ribeiro. En literatura que aborda la diversidad sexual me gustan mucho Isherwood, la última novela de Chirbes, Marchant Lazcano, Oswaldo Reynoso, Gabriela Cabezón Cámara, Marcelino Freire. En cuanto a escritores contemporáneos de la región: Costamagna, Meruane, Eltit, Zambra, Ronsino, Brizuela, Harwicz, Kohan, Claudia Salazar, Ricardo Sumalavia.
6. ¿Te ha resultado fácil publicar este libro?
Los editores de Animal de Invierno se entusiasmaron con el texto, y el trabajo fue bueno, fácil y súper amigable. La edición me dejó muy contento. Lo que viene luego, las presentaciones, las entrevistas, eso me cuesta un montón. Pero es parte de lo que hay que hacer.
7. ¿Se puede vivir de la literatura en el Perú?
Asumo que no. En realidad, creo que tampoco me gustaría vivir de escribir. Me siento más libre así, escribiendo lo que quiero.
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