Marco Yanayaco Evangelista | 02.11.2025

Escrito por Marco Yanayaco
Hace unas semanas tuve el grato honor de estar ante quizá uno de los festivales más entrañables y emotivos a los que he asistido este año. No solo por la cantidad de bandas anunciadas en el cartel, entre las extranjeras estaban Cursi no muere, La chica de las camelias y Retratos de heroína, sino también por las locales como Cataratas en Siberia, Fútbol Peruano 97, Angkor Wat, entre otras.
El evento tuvo como recinto el Machu Picchu Bar, en el Centro de Lima. Era la primera vez que iba y, de entrada, me pareció un espacio acogedor y amplio. Cuando llegué estaban en pleno ensayo y prueba de luces; al lado había una mesita con algunos discos que amablemente adquirí para aumentar mi colección. Entre ellos estaba “Biomecánica del crecer”, hecha por el mismo Movimiento Circular de los Árboles, donde aparecen temas de Retratos de heroína y La chica de las camelias.

Creo que no miento al decir que fue algo más que un show: fue un momento en el que se sintió el cariño de toda la gente por la música, donde mucho sentimiento salió a flote. “El Perú es un país que se ha vuelto más emo debido a toda la situación que estamos viviendo”, dijo uno de los músicos, y no creo que esté del todo equivocado. La música, en estos casos, es un acto de resistencia y el único lugar donde uno puede expresar toda su frustración. Bandas como Mi cadáver flota en el mar, 5 cm por segundo y Derain englobaron muy bien lo que es el screamo, jugando con el ruido, los gritos, las melodías y el uso de samples de noticias o reportes. Ese punto crítico y socialmente consciente no se deja de lado, y es algo que me sorprende. A veces pareciera que uno encontraría esto en una movida punk, pero la realidad te sorprende: ¿será la falta de compromiso o la hipocresía que ronda la escena? Lo cierto es que podrán decirse muchas cosas de la música, pero veo más compromiso, más honestidad y un cariño genuino.
Bandas como Fútbol Peruano 97, con sus temas cortos, gritados e intensos, transformaban al público en una plastilina que se rompía y volvía a armarse. Era increíble ver una masa volverse tan violenta y luego pasar a la calma tan rápido. Una presentación interesante y fugaz, pero que quedará en la memoria de los fanáticos que llevaban tiempo esperando verlos tocar. Particularmente no me sentí muy atraído a su sonido, pero el público respondió muy bien y salieron con todo. Hubo mucha entrega.

Por otro lado, el plato fuerte de la noche —y la experiencia más grata que me he llevado de una banda peruana— llegó con Cataratas en Siberia. Lo digo porque pocas veces tengo esa sensación de estar viendo algo fuera de lo normal, esa sonrisa que se me dibuja y que me es imposible ocultar. La escena sigue prosperando y hay bandas que pueden medirse y dar la cara. Este pequeño párrafo (ya ampliaré en otro momento) es para hablar de Cataratas en Siberia porque es una de esas bandas que justifican todo el buen reconocimiento que están teniendo. Sin recurrir a un marketing masivo, su música está llegando a todas partes, y esa es una buena señal: que tu música responda por ti. Era la primera vez que los veía en vivo e iba con altas expectativas por su EP “Todas las tardes que nos robó el fuego”, que me había sorprendido bastante. Y sí: no solo cumplieron, sino que superaron todo.
Pude conversar un poco con sus integrantes, preguntarles sobre los planes del tour en Chile y Argentina y sobre las bandas que conocen de esas escenas. Pero, hablando específicamente de su presentación, tienen todo lo necesario para destacar con facilidad. Hubo entrega, destreza y sentimiento: lo tuvo todo. Puede sonar muy fan de mi parte, pero júzguelo usted mismo después de escucharlos en vivo; es la única forma de contradecirme. Vayan y luego díganme que miento. Manden foto de sus entradas para corroborar.

La presentación de Cursi no muere fue demoledora. La lluvia de patadas y zapatillas volando fue indescriptible. La gente no solo coreaba los temas: los sentía en cada fibra de su cuerpo, y de eso se trata. Reventarse de la emoción hasta no poder más. La banda también dejó claro que no quiere ser solo un grupo que hable de depresión, sino transmitir un mensaje positivo. Pararse en medio de una tocada para hablar de la importancia de la gente que amamos y lo trágico de su ausencia rompe con el estereotipo de lo que muchos pensarían que debe ser una banda under, y me agrada que contrasten lo que uno podría asumir a simple vista. La entrega y el fanatismo hicieron que el local saltara; aún recuerdo ver a algunos del público al borde de las lágrimas, golpeándose el pecho o coreando las frases. ¡Esa es la actitud! Si consigues eso, ya está: puedes dar por hecho que el recital será perfecto. Nada más que decir de la banda argentina, que simplemente lo dio todo y revitalizó la noche.
La noche cerró con P1Y0, con un sonido potente, fuerte y cautivador. Todo fue muy entrañable; me llevo un grato recuerdo de la gente bailando y lanzándose por los aires, de lo pintoresco de las personas, de la buena onda de la organización y de todo lo que rodeaba el evento. Momentos así me hacen creer que la música es un motivante fuerte para la juventud y las nuevas generaciones. Ese compañerismo entre bandas —según varios testimonios del sábado— se vio cuando muchas se juntaron para cantar en el escenario, e incluso parte del público se unió. El valor de la cercanía y de ganarte el amor y la confianza de la gente demuestra que en la música no solo importa la competencia, sino también la amistad que surge de todo esto. No pude irme sin mi póster firmado por las bandas, para guardar este recuerdo. Me llevé muchas cosas en las que pensar, nuevas ideas sobre todo lo que está pasando en la escena del Midwest emo y el screamo.




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