Paranga: La postura de un artista frente a un país absurdo

Alejandro Hernández (Paranga) utiliza la sátira en sus cuadros para invitar a la reflexión. / Foto: Javier Gragera

El descontrol, lo perturbador, la perversidad, el poder, la violencia, sumados a la rabia, la inocencia, la ingenuidad, lo colorido y lo caricaturesco, son parte de las características, en varios casos contrapuestas, del trabajo pictórico de Alejandro Hernández (Paranga). Obras que anuncian, denuncian y del mismo modo atrapan y asombran.

Paranga propone, a través de la sátira y mediante el uso de elementos simbólicos pertinentes, sin dejar de mencionar el manejo de una técnica altamente expresiva y singular, un modo de reenfocar algunos aspectos típicos de la sociedad limeña actual, muchos de ellos, lamentablemente determinantes en el aparente deterioro de un país sumergido en inquietudes sociales históricas e incómodas, que parten desde la política, la sexualidad, la religión, los medios de comunicación, la familia, el arte, entre otros; y cuyas preocupaciones, aún lejos de ser superadas, se mantienen sorprendentemente vigentes, como si de una suerte de afán por mantenerse imperturbables se trataran.

Puntos de referencia
Durante la historia de las sociedades, la sátira ha servido como una forma alterna de ver con ojos críticos lo absurdo que puede llegar a ser el comportamiento humano, pero liberados del predominio de sensaciones que puedan parecer angustiantes, utilizando para ello el humor irónico. Y es que el humor es una reacción natural del ser humano, que en ocasiones es capaz de facilitar el reconocimiento de nuestras incongruencias.

Dentro de los referentes del imaginario visual y teórico de Paranga, La nave de los necios, obra satírica y moralista del teólogo humanista Sebastian Brant (1949), analiza algunas actitudes de su época sin salvarse siquiera entidades como la Iglesia medieval. En la obra, una nave cargada de necios, locos y pecadores está a punto de naufragar. Se trata, pues, de una sociedad que ha roto amarras con la Edad Media y no encuentra puerto. Rigurosamente, el autor fustiga actitudes que son en buena medida intemporales.

Por su parte, Foucault, a través de su Historia de la locura en la época clásica, juega también un papel importante en el trabajo de Alejandro. El teórico ofrece a través de su obra el origen de las prácticas sociales y discursos que marcaron las posibles condiciones en las que se entiende a la locura de manera subjetiva.

“¿Cómo era considerada la locura en aquel momento? Como una gran sinrazón, de la que el loco no es culpable y cualquiera, si es débil o complaciente, puede caer en sus garras. Por otro lado, se piensa que el loco es el poseedor de una verdad, de la verdad última del ser humano; la locura no
 es otra cosa que la forma que toma la muerte en la vida y muestra, al mismo tiempo, el fondo animal y bestial de todo hombre que se deja dominar por sus deseos y pasiones”.

Asimismo sugiere como muchas de estas prácticas (algunas fueron con el tiempo recortadas intencionalmente), confluyeron en la manera en la que actualmente entendemos a la locura. La locura, en cuanto a su proceso histórico, no tiene un valor natural para Focault, sino que es construida socialmente.


La sátira sirve para ver con ojos críticos lo absurdo que puede llegar a ser el comportamiento humano.

Los referentes visuales de Paranga van desde el Bosco (La nave de los necios) como eventualmente Pieter Brueghel (El país de Jauja), quienes también adoptaron el interés por la representación de la insensatez de los hombres en sus contextos particulares. Por otro lado, la generación a la que el artista pertenece, marcada por un constante desbordamiento de imágenes, es también un importante referente, en el que destacan los dibujos animados de los 90’s tanto como los actuales, de carácter predominantemente violento, aunque moralizador, sugeridos a través del tratamiento gráfico y el manejo expresivo.

Paranga
“La estética no debe quedarse en lo placentero”, sugiere Alejandro. Para él hay una necesidad de enfrentar el lado políticamente incorrecto del accionar del ser humano desde todas las perspectivas posibles, incluyendo la del arte. “Mi trabajo intenta conciliar aspectos opuestos”, afirma.

Agrada la manera en la que el pintor se muestra además acorde con lo que propone. Alejandro muestra una personalidad muy clara, de expresión directa, cruda, aunque burlona y divertida, tanto en actitudes e ideas que escapan a su pintura. Es admirable que tenga como parte del motor de su impulso, la búsqueda de ser cada vez un mejor puente de reflexión a través de sus habilidades. Y es que la acción constante y determinada se ve no sólo a través de él, sino que está reflejada en la calidad y en la totalidad de su producción artística.

El lenguaje de lo insensato, individual que Alejandro inaugura en la galería de Fundación Euroidiomas, ofrece cuadros de gran formato en los que, a modo de pequeñas historias, nos muestra fragmentos de nuestra realidad en su versión más caótica y disparatada. Estas pinturas, aún con una firme postura crítica, sugieren reflexionar sobre nuestra sociedad con fines más positivos. Quizás, como comenta Paranga: “Debamos volvernos todos un poco más locos”.

El lenguaje de lo insensato, la séptima individual de Alejandro Hernández (Paranga), se podrá visitar en Fundación Euroidiomas (Libertad 130 Miraflores) del 9 al 30 de septiembre, de lunes a viernes de 10 am a 8 pm y sábado de 1 a 6 pm. Ingreso libre. Recomendable especialmente para almas descontentas, pero que asimismo buscan nutrirse de voluntad, un poco de esperanza y algo de humor respecto a la realidad actual.