Proyecto Ugaz: contar mientras está sucediendo

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Escrito por Rodrigo Ahumada

Conocí a Rocío Limo en noviembre de 2024. Dictaba un taller de dramaturgia que tenía como premisa partir de cartas, diarios, testimonios. Una propuesta que me atrajo por el poder de transformar lo personal y privado en una propuesta para el público. Buscar la ficción desde lo íntimo, como una herramienta para comunicar lo que a veces es urgente.

Recuerdo con claridad que una de nuestras primeras conversaciones giró en torno a la obra que ella venía escribiendo junto a Vera Castaño y que iba a estrenarse en junio de 2025. En ese momento no tenía título definitivo, pero sí una necesidad muy concreta: contar la historia de una periodista que no ha dejado de luchar, a pesar del poder que intenta silenciarla.

La historia detrás de la historia

¿Cómo construir un texto cuando la historia que estás escribiendo está mutando en tiempo presente? Esa fue una de las preguntas que me abordaron cuando conocí el proceso creativo de Proyecto Ugaz.

Es una inquietud ética, técnica y política. Porque contar la vida de Paola Ugaz —una periodista que ha denunciado el abuso de poder del Sodalicio y ha sido perseguida sistemáticamente por hacerlo— no es solo una elección teatral, sino una posición frente a lo que callamos y lo que decidimos contar.

Esta no es una historia del pasado, sino del presente. Las amenazas contra Ugaz continuaban. Los procesos judiciales seguían abiertos. La impunidad, vigente. Las dramaturgas y actrices, entonces, no podían cerrar el proceso. Tenían que acompañarlo.

Y como si la propia realidad quisiera intervenir la creación de la obra, en enero de 2025 el Papa Francisco anunció la disolución del Sodalicio. Un hecho histórico que desbordó lo escrito e hizo que el texto tenga otro final. No por capricho, sino por respeto a la verdad que el teatro también persigue.

La escena como espacio de resistencia

Me pregunto si el teatro es un documento cerrado o un cuerpo vivo. Si es que narrar desde lo abierto, desde lo que está sucediendo, puede ser más honesto que fingir una conclusión.

No sé cómo está planteada la estructura de la obra, pero puedo intuir el desafío que implica interpretar a una mujer que está viva, que podría asistir al estreno, que ha sido atacada por decir la verdad. Esto demanda una responsabilidad distinta.

¿Cómo darle forma escénica a una experiencia tan íntima y al mismo tiempo tan colectiva? ¿Cómo representar el miedo, el hartazgo, la soledad y la firmeza de una periodista que no se rindió?

La voz de Paola Ugaz se transforma sobre las tablas. De esta forma el teatro no se limita a la reconstrucción, se convierte en presencia. A pesar de toda la verdad y la denuncia, es una ficción basada en hechos reales. En donde dos actrices se permiten dudar, quebrarse, sostener la mirada. Proyecto Ugaz es, en ese sentido, una obra profundamente política. Porque la violencia que se denuncia no es solo la de los hechos, sino la de los discursos que intentan borrarlos.

El cruce de dos oficios incómodos 

El Sodalicio fue una de las organizaciones religiosas más influyentes del Perú. Fundada en 1971, llegó a tener presencia en 25 países. Durante décadas, fue señalada por imponer un sistema de obediencia total, encubrir abusos sexuales, físicos y psicológicos, y construir alianzas con sectores del poder político y económico.

Recién en 2024, luego de años de denuncias sostenidas por periodistas como Ugaz, el Vaticano expulsó a su fundador, Luis Fernando Figari, e inició el proceso de disolución. Pero la pregunta que todos nos repetimos es: ¿por qué demoró tanto la justicia?

En este contexto, el periodismo y el teatro comparten una virtud: ambos hacen preguntas que el poder preferiría callar. Proyecto Ugaz nace de esta simbiosis. La periodista investiga, revela y se expone. Las dramaturgas recogen esa verdad y la llevan a escena.

En un país donde las denuncias contra el Sodalicio siguen siendo minimizadas o desestimadas, este encuentro entre oficios se vuelve un acto valiente. La obra no solo dramatiza un caso, sino que interpela al espectador: ¿qué significa escuchar una verdad que incomoda? ¿hasta cuándo el poder podrá disfrazarse de fe? ¿quién nos cuenta la historia, cuando los periodistas también son perseguidos?

En esa tensión está la potencia del montaje dirigido por Diego Gargurevich y que se estrena este 03 de junio en el Teatro La Plaza.

Vamos a verla y saquemos nuestras propias conclusiones.

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