Sebastián Zavala Kahn | 27.11.2015
La piratería siempre ha sido un tema delicado aquí en el Perú. La mayoría de personas han sido partícipes de ella (incluyendo a su servidor y a muchos miembros de su familia y amigos), pero a la vez la condenan, conscientes del daño que le hacen a la industria y a las compañías distribuidoras. Sin embargo, considerando que este artículo se basará más en la nostalgia y en los pros y contras de la piratería como una forma de acceso a contenido difícil de encontrar en medios más legales, más se dirá sobre su efecto en el consumidor, y sobre cómo fue reemplazando a la tiendas legales, para a su vez ser reemplazado por los nuevos formatos digitales.
Es necesario comenzar hablando sobre lugares como Polvos Rosados, Polvos de Higuereta y Polvos Azules. Ir a esos sitios durante la época en la que Blockbuster todavía existía resultaba mucho más atractivo no solo por los bajos precios –recuerdo que los DVDs piratas comenzaron costando 13 soles, y hoy en día no suben de 4, a menos que estés buscando una película europea, rara o independiente– sino también por la variedad. Era casi imposible encontrar cine independiente o latinoamericano en un Blockbuster, mientras que si uno iba al pasaje 18 en Polvos Azules… Bueno, las opciones eran casi ilimitadas.
Hasta hace unos meses yo tenía un casero en Polvos de Higuereta que me conseguía películas raras y antiguas, pero lamentablemente comenzó a dedicarse a la venta exclusiva de blockbusters norteamericanos y uno que otro anime. En Polvos Azules todavía tengo puestos de preferencia, pero ya no voy con la frecuencia de antes. Sin embargo, siempre recordaré la primera vez que fui –¡para comprar juegos de PlayStation 1 con mi primo!–, todos los juegos vintage que he conseguido ahí –Conker’s Bad Fur Day para el Nintendo 64, toda una joya, muy rara– y las incontables películas en DVD –3 soles, caserito– y Blu-ray –5 soles, no más– que pude comprar.
Recuerdo también cuando iba a la casa de uno de mis primos en mi adolescencia. Él vivía cerca de un mercado en Surco, y en dicho mercado había un par de caseros que tenían una selección sorprendentemente variada de películas piratas, desde blockbusters contemporáneos, hasta, aunque no lo crean, clásicos en blanco y negro o cine independiente. Exhibían los DVDs junto a las papayas y los mangos, pero eso me importaba muy poco. Después de todo, fue gracias a esas visitas con mi primo que pude ver Alone in the Dark, aquel bodrio de Uwe Boll, por primera vez, o buenas películas como Hard Candy, Rescatando al Soldado Ryan o Psicosis.
Lamentablemente, ahora solo frecuento lugares como Polvos Rosados para conseguir videojuegos a menor precio que en tiendas como Phantom –especialmente cuando se trata de juegos de PS3 o Wii U más antiguos que lamentablemente ya no venden en tiendas oficiales–, para adquirir accesorios para mis consolas, juegos usados, o para comprar los DVDs de películas de peruanas de Fencopac a 10 soles.
Porque si hay una prueba máxima de que, a final de cuentas, la piratería ganó en el Perú, es la creación de Fencopac. Por años la pequeña industria cinematográfica en el Perú trató de combatir la piratería, lanzando comerciales en los cines, diciéndonos que era ilegal y comparándola con el robo de carros o el hacer trampa en la tarea del colegio. Sin embargo, la piratería prevaleció; no conozco a nadie que no haya ido al menos una vez a Polvos Rosados o Azules, o que no tenga un DVD o Blu-ray pirata. Lamentablemente, no todos pueden comprar películas originales de 100 o 120 soles.
Fachada del centro comercial Polvos Azules, en el centro de Lima.
Es por ello que aquí terminamos por decidir que la filosofía de “si no puedes vencerlos, úneteles” era la mejor opción. Ahora ya no se piratean las películas peruanas; los piratas, más bien, se han aliado con las productoras para lanzar los DVDs oficiales de sus películas en Polvos Rosados, Polvos Azules y El Hueco. Los piratas ganan, las productoras pierden menos plata, y a final de cuentas se promociona y se consume más cine peruano, el cual hoy en día está viviendo una suerte de resurgimiento comercial muy interesante, del cual hablé anteriormente en este blog. Ya no hay más comerciales sobre piratería antes de las películas en el cine (sólo la advertencia de que está prohibido filmar y tomar fotos) o en los DVDs. Polvos ganó, y no quedó más que trabajar en equipo con ellos.
Sin embargo, cada vez más gente usa servicios como Netflix, Popcorn Time y los Torrents para ver cine. Han habido muchos cambios en la disponibilidad de cine en formatos físicos, de eso no hay duda (yo todavía colecciono Blu-rays, la mayoría comprados por Amazon; le tengo una nostalgia alucinante a los formatos físicos), pero mucha gente fluctúa entre ir al cine y ver películas en su laptop. Ya no hay un intermedio. La disponibilidad de cintas en estos formatos es casi inmediata (y si una película se estrena tarde en cines peruanos, muchas veces se pueden encontrar antes en Internet) y a diferencia de los discos son gratis. En mi opinión, nada superará a ver un filme en cine; en una sala oscura, rodeada de gente igual de interesada en ver la película que uno, comiendo pop-corn, casi hipnotizados por una pantalla gigante. Pero estas opciones son válidas, especialmente cuando consideramos lo paupérrima que puede ser a veces la cartelera local.
Supongo que mi niñez y adolescencia podría describirse de la siguiente manera: comencé con Blockbuster, lo reemplacé con Polvos Rosados, y al final me fui con Netflix. El cine es un producto cultural muy interesante porque puede ser consumido de diferentes maneras, y aunque mucho se hizo por combatir la piratería en el Perú, no se puede negar que, a final de cuentas, le ganó a cualquier otra opción. Sin embargo, lo interesante es que poco a poco está siendo reemplazado por los nuevos medios digitales (Torrents, Netflix); por mucho que cambien los formatos y los medios a través de los años, siempre tendremos cine, ya sea a la legal o a la criolla.