Alice Zeniter, escritora: "Bolaño es mi dios"

Alice Zeniter | © Sebastián Arévalo

Entrevista realizada por Hans Alejandro Herrera

Alice Zeniter, escritora francesa ganadora de la edición española del prix Gouncourt nos visitó a propósito de la presentación de su última novela: El arte de perder. Amante de los libros de Bolaño, con una fuerte conciencia feminista además de una temática que va en busca de los límites de la identidad, Alice nos expresa su búsqueda de la piedra filosofal literaria, el modelo para una novela del siglo XXI.

¿Ya has estado anteriormente en Latinoamérica?
Solo he estado antes en México. Esta es mi primera vez en Perú.

¿Has tenido alguna aproximación a las letras hispanoamericanas?
Bolaño y Borges están por encima de todos, son mis dioses.

Y del Perú, ¿qué autores te han llegado que no sean Mario Vargas Llosa?
Creo que ninguno.

Es patente la presencia de la identidad como motor en tu obra. En Domingo sombrío hablas de los cambios políticos a raíz del fin del Telón de Acero en Hungría, y la transición del socialismo al capitalismo pero también hablas de una generación de colaboracionistas argelinos que apoyaron el régimen colonialista francés en tu otra novela, El arte de perder, ¿cómo explicas tu interés por abordar la construcción de las identidades?
En primer lugar, quiero precisar que yo no estoy hablando de colaboradores argelinos. Más bien lo que quiero mostrar en El arte de perder es que ésta gente no estaba a favor del colonialismo francés, sino que esto era un discurso oficial inventado por los franceses para decir que la colonización fue buena. Y la prueba era que ésta población argelina los apoyo. En realidad, es gente que se vio obligada a luchar con los franceses por razones económicas o simplemente porque se vieron envueltos y perdidos en batallas de pequeños clanes. En lo que respecta a la identidad, quiero decir que en un contexto histórico y político la idea es que la identidad pasa por una construcción. Hay una plasticidad de la identidad, es decir, hay una evolución. El contexto histórico político y social son importantísimos para la construcción de esta identidad. Nadie se hace solo. La identidad de uno no se forma sola y tampoco se trata que las elecciones que tomamos se destruyan estos contextos políticos y sociales. Pero este tema de la evolución es parte constante del ser humano. 

Hay una ola de autoras que van marcando la hora como Amely Nothomb, Aurora Venturini. ¿Te sientes dentro de una generación  de escritoras que puedan marcar la pauta narrativa? ¿Cómo percibes la situación de la mujer en el mundo literario, están en condiciones de igualdad frente a los escritores masculinos?
Yo formo parte de una banda de escritoras que llegaron después de que la nueva novela que tuvo mucha influencia. Nosotras llegamos unos 40 años después. Lo que nosotras proponemos es no quedarnos encerradas en esta especie de herencia. Nosotros queremos escribir la novela como se escribía antes porque a partir de la nueva novela francesa prácticamente han desaparecido los personajes. Ya no hay ficción, ya no hay intriga. Ahora tenemos a esta generación de nuevos escritores, hombres y mujeres que quieren nuevamente que la ficción este en el centro, en el corazón de nuestras obras. Quieren que la literatura ya no sea un simpe trabajo de investigación deconstruida, que la novela no sea simplemente una puesta en abismo, es decir, que sea un metalenguaje, que sea todo un metalenguaje, una meta novela en que en la novela hable de la novela; además, otro punto, actualmente hay una generación de autores que tiene 30 años ahora que no son solo mi generación, sino que son mi banda, mi pandilla de escritores, tenemos a Ducrozet, Désérable, Bonnefoy.

Y la mujer está aquí por completo. En términos de cantidad de libros publicados las mujeres están más que representadas realmente, pero ¿cuál es el pequeño problema que hay? Un reconocimiento oficial. Porque se dice: "Ok, la mujer publica está presente", pero hay una duda. De si las escritoras mujeres escriben solo para las mujeres. A veces, los lectores ven que está escrito por una mujer y dicen: "Este libro es para mi mujer". Mientras tanto, nosotras sí podemos leer libros escritos por hombres como si estuviesen escritos en un lenguaje universal más comprensible para todos.

Volviendo a Bolaño, él dice que la novela clásica como la conocimos, la de Dickens, Stevenson había terminado aunque continuaría por un tiempo más. ¿Cuáles son las  perspectivas hacia otro tipo de novela? Sobre todo a nivel estructural y de qué va a tratar. Y, sobre todo, ¿cómo percibes tú que Bolaño representara un quiebre en la novela? Porque con Detectives Salvajes y luego con 2666, se apuesta por nuevas formas narrativas, algo comparable a lo que sucedió con Rayuela de Cortázar.
En esta novela clásica que prácticamente ha desaparecido, sucede que hay una ilusión de la novela como una especie de espejo, en la que el lector se ve reflejado, un espejo que refleja la sociedad, como si no hubiera ninguna especie de compromiso por parte del autor. Eso fue antes, como una especie de naturalismo objetivo. Lo que hace Bolaño es volver a poner en el centro de su obra la posición del autor como una autoridad de su novela misma, lo que él nos quiere decir es que esto es un laberinto hecho por el autor, en que él tiene completa libertad. Lo que vea o deje de ver el lector, lo que crea o pueda creer el lector del libro a Bolaño no le importa en lo absoluto. Lo hace de una manera muy lúdica. Y para mí, esta es una característica de la nueva novela, el hecho de aceptar que la novela no es simple reflejo. Y que no es simplemente un reflejo la novela sino una construcción. Cada montaje que se hace en una novela, cada escena, cada elección, cada decisión, es una decisión política estética, y me refiero a que lo que el autor incluye o deja de incluir, lo que pone, cómo lo pone, cada elemento es finalmente una decisión política y es una decisión estética.

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