Miguel A. Vallejo Sameshima | 27.05.2017
Entrevista realizada por Miguel A. Vallejo Sameshima
El poeta, editor y periodista César Ángeles Loayza reúne en Cortes intensivos. Entrevistas y crónicas (1986-2014) entrevistas y testimonios de veintiséis artistas, escritores e investigadores contemporáneos. Esta publicación es fruto de un trabajo editorial autofinanciado por una campaña de preventa, y reúne veinticinco años de trabajo que brindan un enfoque personal a la vez que reflejan el sentir de varias épocas. La mayoría de los textos de este libro aparecieron en el suplemento Domingo de La República y la revista SÍ entre fines de los años 80 y principios de los 90. En esta entrevista, Ángeles responde con su visión sobre el espíritu de una época y la vincula al presente.
¿Por qué publicar un libro de notas periodísticas culturales de hace dos o tres décadas?
Este libro tiene una línea de memoria histórica sobre la violencia política vivida en el Perú. Al mismo tiempo, reúne un concierto de voces múltiples, lo que constituye otro de sus valores: me gusta pensar que se puede leer como se escucha un concierto o, también, como una novela, por su polifonía de testimonios (incluyéndome). En este sentido, creo que Cortes intensivos… trasciende las precisas fronteras espaciales y marcos temporales en los que ha sido concebido, para postular una manera diferente de ejercer el periodismo (no solo) cultural, válida para otras latitudes y coordenadas históricas.
¿Cómo se estructura el libro y qué autores forman parte de él?
Cortes intensivos… se estructura en dos grandes partes: Entrevistas y Homenajes, a las cuales les precede un epílogo en clave personal titulado Hallazgo de la poesía. De este modo, se traza una amplia curva que articula heterogéneos acercamientos tanto al proceso creador y las ideas de mis interlocutores, como al drama nacional de un país donde todo se halla(ba) en tensión y cortes sucesivos. Los propios nombres de las secciones, en la primera parte, así lo remarcan: Cirugía plástica, con artistas como José Tola, Juan Javier Salazar y Enrique Polanco, entre otros; Espada clavada en la lengua, que incluye entrevistas con los poetas Enrique Lihn, Blanca Varela, Enrique Verástegui, Wáshington Delgado, Eduardo Chirinos, por mencionar algunos nombres; y Un país en el quirófano, con investigadores como Alberto Flores Galindo, Luis Lumbreras y Martha Hildebrandt.
A estos diálogos se suman homenajes en formato de crónicas sobre algunos personajes a quienes no entrevisté, mas tienen diferentes significados para mí, como Martín Chambi, Víctor Humareda o los poetas Luis Hernández y Emilio Adolfo Westphalen, entre otros.
¿Cuál fueron sus criterios para elegir los textos que incluyó en Cortes intensivos?
Observo que en el Perú hay un franco declive de una relación sensible y fértil con los libros, con la lectura reflexiva y crítica más exigente. Específicamente, en nuestro país, este problema adquiere ribetes dramáticos prácticamente en todos los niveles sociales y educacionales. De ahí que la investigación, el trabajo artístico y la creación literaria son esenciales para el cambio de esta situación, al cultivar el pensamiento crítico, la sensibilización con el ser humano y la vida en general, así como, en muchos casos, la solidaridad y valores democráticos entre las personas. La investigación periodística y académica de carácter cultural, cuando se realiza de forma responsable y comprometida, constituye un aporte.
En tal sentido, reunir en un solo libro material sobre autores, obras y acontecimientos de la cultura peruana e internacional sirve para potenciar una mayor imaginación y una liberadora sensibilidad desde el lenguaje. Dentro del marco de la revalorización del pensamiento latinoamericanista, promuevo también la difusión de una parte de mi quehacer crítico, desde el ámbito del periodismo, tanto en el Perú como en los otros países donde he radicado (España, Francia y Alemania). Es urgente la reflexión y el debate sobre lo que la cultura contemporánea viene generando en el terreno de la estética y dentro del ámbito de lo social.
En sus entrevistas realizadas hacia fines los años ochenta e inicios de los noventa hay un interés por la política. ¿Cómo ha cambiado eso en el periodismo cultural y por qué?
En el terreno del imaginario individual y colectivo, en los 80 y parte de los 90, todo estaba politizado y en tensión cotidiana, vinculado a la historia y diversos procesos culturales del país y la región. De allí que fue imposible, al menos en mi caso y de otros compañeros generacionales, concebir la literatura, el arte y la comunicación periodística al margen de lo que acontecía en dicho marco de violencia político-militar. En parte, eso explica también que mis textos y entrevistas buscasen perfilar una posición ante la época, y a la vez clarificar respuestas o formular interrogantes ante lo que nos estaba sucediendo. En algunos casos, lo logré junto con mis interlocutores; en otros, percibía evasión o contrariedad para ocuparse de este tipo de asuntos. De ahí que una constante de mi libro fue conducir hacia ciertos bordes del diálogo o el testimonio a los personajes que elegí.
Pienso que en el período de posguerra (sobre todo, luego de la captura de Abimael Guzmán), este panorama subjetivo y objetivo en conflagración cotidiana cambió, el neoliberalismo dependiente impuso más sus coordenadas, y poco a poco ganó terreno al hacer la memoria sobre todo lo vivido aquellos años. Hay diferentes tipos de memoria y narrativas; e inclusive hay una voluntad oficial y oficiosa de tergiversar los hechos o cultivar una desmemoria generalizada en la sociedad peruana. En mi caso, elegí el camino de una memoria crítica respecto del poder hegemónico, y que procure dar cuenta, hasta la actualidad, de los diversos ángulos y experiencias de esa época.
¿Por qué no continúa realizando entrevistas y notas culturales?
En relación a mis entrevistas, pienso que como todo en la vida dicho trabajo fue parte de un ciclo. En aquellos años era un joven que quería conocer el pensamiento y la obra de una serie de autores que significaban algo importante para mí. Además, en dicha época –que es la de mi formación, a todo nivel–, todo estaba estallando en un sentido u otro, y me interesaba atender a cómo los creadores e intelectuales se vinculaban, o no, con dicho marco de realidad beligerante, cuáles eran sus posiciones, y si mis ideas de la vida individual y social tenían algún respaldo en dichos personajes.
Sobre el periodismo cultural peruano, ¿siente que se ha perdido especificidad al hablar de cultura, en detrimento de otros enfoques?
Me imagino que hay diferentes periodismos culturales, así como hay diversos Perúes, por lo que no me animaría a referirme a algo tan global y homogéneo como el concepto ‘periodismo cultural peruano’. Pero entiendo por dónde va la pregunta, y sí creo que, como tendencia, en diversos ámbitos del llamado periodismo cultural predominan el sensacionalismo y la chismografía, así como poca reflexión crítica de corto o largo alcance. En realidad, tengo muy mala impresión sobre el periodismo peruano hegemónico, ya sea cultural, político o aun deportivo.
En periodismo cultural, ¿qué se ha perdido con la extensión más breve de las entrevistas y notas? ¿Se ha ganado algo?
El problema no es tanto la extensión. En general, puede ser parte de la época donde la fugacidad prevalece, y la gente suele no leer –ni planificar– nada muy extenso ni elaborado. Pero no todo lo breve es necesariamente superficial o banal. Hay muchos ejemplos en literatura y periodismo que pueden refutar esa idea. Lo que me fastidia y agota, en realidad, es la calidad de lo que se produce en periodismo (no solo) cultural. Hay mucha franeleada; este país es especialista en eso desde la fundación de la república criolla y su rancia herencia colonial, donde tantas cosas pasan por quedar bien con quien tenga cuotas de poder real o simbólico.
De ello también escribo en mi crónica sobre la muerte de Antonio Cisneros; cuando este poeta, de quien alguna vez fui colega en ‘Culturales’ de la revista SÍ –donde él era editor y me contrató–, me recibió el primer día diciéndome que no me pusiera revolucionario porque esa era una revista burguesa. Eso fue en 1991, pero como vemos diariamente no solo no ha cambiado aquella realidad, sino que se ha vuelto más grotesca y masificada. Ya solo recordar los videos de Vladimiro Montesinos sobornando a empresarios y mandamases de la prensa local nos hace pensar por cuáles niveles de cloaca puede desenvolverse el periodismo. Repito que habrá excepciones, pero respondiendo a su pregunta reitero que el problema no es tanto la extensión corta o larga de un texto, sino lo que dice.
Cortes intensivos. Entrevistas y crónicas (1986-2014), de César Ángeles Loayza, se vende en la Librería El Virrey, Librería Sur, Librería Inestable, Librería Blanca Varela - FCE, Librería del Fondo - Café-Galería, Escena Libre y Puna Tienda. El libro también se puede conseguir escribiendo directamente al autor: schadelblake@yahoo.es
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