Delfus Bar: Templo azul del rock clásico

Delfus Bar se caracteriza por su fachada de color azul. © Manuel Marías

Artículo escrito por Manuel Marías

Templo azul de puerta de doble ala, oráculo del rock peruano. Templo azul de doble barra, encajado entre una cebichería y una casona estilo alemán, entre edificios de diez pisos, frente a un hotel de cuatro estrellas en Miraflores. Templo azul de dos pisos, un escenario, taberna alta y angosta como un poste, inmemorial y memorable como el Cavern Club para Los Beatles, o el Troubadour para Dylan y Hendrix. Templo azul, bar de culto, donde hoy hombres de blues se atrincheran para un jamming, mientras otros declaman poesía o discuten El Quijote. Templo azul llamado Delfus Taberna Bar, el último bastión del rock clásico en Miraflores.

Ubicado en San Martín 587, hoy el Delfus se presenta como la extensión de un proyecto nacido en 1971. Este abril cumplirá 18 años bajo este nombre, con los decibeles reducidos y las fiestas vertiginosas de antaño como recuerdos, convertido ya en un local de jazz y blues en el centro de Miraflores. Un local rústico, atiborrado de cuadros y afiches de colección, donde aún se escuchan tributos a Oasis, a Calamaro, a Spinetta, entre otros grandes, y con asiduos clientes que conocen cada playlists y jamás piden un tema al azar. Una casa con un aforo de 90 personas, con sus noches de piano, de impro, de stand up comedy y presentaciones de libros. Con el rock clásico de toda la vida, sólo que ahora acústico.

Los primeros pasos
Es martes, y el compositor y músico cusqueño, Delfín Garay, llega tarde a su propio bar. Dice que estuvo celebrando el cumpleaños de su hermano, uno de los integrantes de Trébol, la primera banda de rock en cantar en quechua. Entra cómodamente como quien entra a su habitación, en sandalias y shorts, da un par de órdenes al barman y se sienta junto a las escaleras, cerca a un gramófono obsoleto.

“Siempre supe que quería cantar. Llegué a Lima en los ochentas persiguiendo un sonido especial. Un día fui a Radio Miraflores para una cita con un productor cusqueño que me dijo que a la vuelta había un bar que buscaba un cantante”, cuenta Garay. “Nunca había cantado de noche. No dudé. El bar se llamaba Sargento Pimienta.”

Eran tiempos oscuros, de huelgas, apagones y toques de queda. La guerra de Sendero Luminoso se decantaba en el interior del país y en los márgenes de la capital, pero Miraflores aún disfrutaba de sus últimos años de paz. El Sargento Pimienta era entonces uno de los pubs de más prestigio, el predilecto del jet set de la época. Allí era común escuchar a bandas en vivo como Frágil y Los Cómplices, toparse con artistas como Pedro Suárez Vértiz o personalidades como Julio Ramón Ribeyro y Joaquín Sabina. El local acaparaba toda una esquina, parte de lo que ahora funciona como una cebichería.

“El dueño, Eduardo Chaparro, me escuchó y me dijo que vaya los martes a cantar trova, Silvio, Sui Generis, Almendra.” Y así pasaron los años, cantando en vivo de martes a domingo, hasta que un día Garay probó suerte en la televisión, como comediante quechuahablante para un programa de Tulio Loza.

Travesías de extrabares
Cuenta Garay que una noche, cuando aún era “Sargentito”, un hombre que se había sentado en la barra de pronto tuvo un ataque de ira, sacó un revólver y disparó contra un poster de Los Beatles. “¡Por qué se tuvieron que separar!”, se lamentó el hombre. Otras anécdotas en el Delfus incluyen al saxofonista George Garzone o a un guitarrista de The Eagles que había llegado de incógnito al Perú en busca del ayahuasca.

En los noventa, cuando los dueños del Sargento Pimienta decidieron mudarse al local de Barranco, el espacio pasó a llamarse La Parada, y unos años después se convirtió en una tienda de botones. Garay, cansado de un humor fácil y banal, había dejado la televisión para producir sus propios temas y dirigir una área de un sello discográfico internacional.

A comienzos de los 2000, cuenta que se encontraba anulado creativamente tras sufrir una ruptura sentimental, hasta el día en que pasó caminando por el viejo Sargento y vio que estaba en plena transición indefinida. Supo que era su oportunidad de llevar a cabo un proyecto de ensueño: administrar su propio bar. Vendió su estudio de música en Alcanfores y alquiló el local para revivir el lugar que lo había visto nacer como músico. Se asoció con César Bustamante del grupo Frágil y así nació El Club del Sargento, que más tarde terminaría adoptando el nombre de Delfus Bar.

Comunidad Delfus
Hace 6 años le cerraron el local por la bulla y tuvo que adaptarse al rápido crecimiento residencial de la zona. Fue entonces que conoció a músicos de jazz y poco a poco fue acaparando el calendario con eventos de este y otros géneros de música más maleables al entorno y la época. Ahora dice haber encontrado un balance elemental y que puede tener la puerta abierta y una banda en el segundo piso al mismo tiempo, sin molestar a los vecinos.

Este clásico “dive bar” sigue a flote gracias a una comunidad de clientes asiduos que saben que siempre encontrará actividades culturales en vivo, como intervenciones de artistas independientes, stand up comedy, cuentacuentos, entre otros. Garay, quien en sus ratos libres escribe aforismos e incita la fusión de jazz con sabor andino, se considera sólo el guardián del Delfus. Ya vendrán otros.

MÁS INFORMACIÓN
Nombre: Delfus Taberna Bar
Dirección: Calle San Martín 587, Miraflores
Teléfono: 997-680-240
Horario: De lunes a jueves 7 pm a 1 am, viernes y sábados 7 pm a 3 am

Comentarios

Lo máximo el Delfus, y lo que era el Sargento. Delfín ha podido devolverle el sabor y el ambiente que tenía en los 80s, tanto así que muchos de los que éramos asíduos al bar hace 30 años seguimos yendo. Ese sitio es la catedral del rock peruano, de ahí salieron Danai, Trama, Deja Vu, Nicola Pedreros, Tatiana Astengo, Julio Andrade, y muchos más. Ojalá Delfín siga con el local muchos años más y nos permita recordar una época maravillosa.
Excelente local para música acústica. Allí debuté como solista en Lima, en mis viajes de auto-exiliado. Y forjamos una amistad con Delfín.

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