Sebastián Zavala Kahn | 31.01.2017
Crítica cinematográfica por Sebastián Zavala Kahn
El Soñador es la nueva película del joven cineasta Adrián Saba (El Limpiador). Estrenada en plena temporada del Óscar, el filme está sufriendo injustamente en la cartelera, ya que tiene que competir con producciones de mayor presupuesto y mucho más publicitadas, como la encantadora La La Land, la fascinante La Llegada, o la desgarradora Hasta el último hombre. Sin embargo, también entiendo, hasta cierto punto, por qué el público no elegiría El Soñador como su “película de fin de semana”. Se trata de una historia de corte onírico, algo difícil de seguir por partes, la cual, a pesar de tener momentos intrigantes, podría resultar muy densa para quienes estén acostumbrados a narrativas más ágiles.
Gustavo Borjas interpreta a Sebastián (alias “Chaplin”) un chico tranquilo y de pocas palabras que posee un valioso talento: abrir cerraduras. Es por ello que forma parte de una pandilla que se dedica a robar edificios industriales y almacenes en Lima. Sin embargo, Sebastián, siempre metido en sus sueños, quiere salir de esta vida. Se le presenta una oportunidad gracias al aparente fallecimiento de uno de los miembros de la banda, y a la presencia de Emilia (Elisa Tenaud), la hermana de dicho pandillero. Es aquí que el mundo real y el de los sueños comenzarán a mezclarse en su cabeza, y que decidirá encontrar alguna forma, por más lejana que pueda sentirse, de alejarse de este grupo de peligrosos criminales.
Adrián Saba tiene un estilo muy marcado, lo cual es de alabar considerando lo poco creativos que pueden resultar algunos directores contemporáneos, especialmente en nuestro país. No obstante, cabe recalcar que la visión de Saba, sensorial, onírica y muy visual, no siempre combina con la historia que quiere contar. Funcionó con la minimalista e intrigante El limpiador, pero no tanto con El soñador. En pocas palabras, la historia sobre pandilleros, gángsters y un romance poco desarrollado simplemente no calzan con el tono de ensueño que Saba le quiere otorgar, lo cual resulta en las escenas “imaginarias” que se sienten fuera de lugar y hasta innecesarias.
Son momentos espectaculares a nivel visual, pero poco tienen que ver con la trama de la película, y ni siquiera contribuyen a la caracterización de Sebastián. De hecho, uno de los mayores problemas de El Soñador es que resulta casi imposible identificarse con sus personajes principales —tanto Chaplin como Emilia carecen de personalidad, y se sienten más como entes vacíos que como seres humanos de carne y hueso, caminando por la vida sin decir mucho e interactuando con pocas personas—. Las secuencias de sueño deberían ayudar a que uno se pueda meter en la cabeza del personaje, a que uno lo pueda entender mejor, pero ese no es el caso.
Tampoco ayuda el que la mayoría de actuaciones sean tiesas y poco convincentes. Borjas mantiene la misma expresión durante toda la película y parece no tener ganas de reaccionar mucho ni a los eventos más chocantes, y Tenaud parece estar aburrida todo el tiempo. El único que logra insertarle algo de energía a la historia es el gran Manuel Gold, quien a pesar de estar en el mismo código de actuación de sus compañeros, logra otorgarle a su personaje algo diferente, más creíble y hasta por momentos divertido. Esto es prueba suficiente que el problema de la película no es el código de actuación (apagado, discreto), muy característico de Saba, si no la manera en que los protagonistas deciden interpretarlo.
La dirección de fotografía del talentoso César Fe es realista, hasta dura en algunas escenas, pero logra también transmitir atmósferas algo más vistosas en otros momentos. El bar al que acude la pandilla, por ejemplo, aprovecha mucho el color rojo para denotar peligro y tensión. Y la guarida de Teta (Manuel Gold) aparece casi siempre bañada de un verde intenso, permitiéndole a uno recordar el negocio al que se dedica el personaje, pero también transmitiendo una sensación de incomodidad y sospecha. Saba y su equipo aprovechan muy bien las locaciones —hace tiempo que no veía una película peruana que presentase lugares irreconocibles para mí, especialmente los del puerto del Callao—. Esto le permite al filme sentirse atemporal, como si se llevara a cabo en una versión alterna, casi abandonada de Lima y sus alrededores.
Las secuencias de sueño están elaboradas de manera muy visual, y el desenlace me recordó un poco, aunque no lo crean, a La La Land (con suerte, aquellos que ya hayan visto la película sabrán a qué me refiero). La metáfora visual del final es poderosa, y tanto Borjas como Tenaud dar mejores actuaciones en aquellos momentos donde solo necesitan intercambiar miradas o absorber sus alrededores. Un sueño en la selva requiere que tanto Tenaud como Borjas se desnuden, pero por alguna razón solo terminamos viendo el derriere expuesto de la primera. Esto me resultó algo injusto y hasta gratuito. (Aunque si consideramos que se trata del sueño de Chaplin, tiene algo de sentido).
El soñador cuenta una historia que, desafortunadamente, no combina muy bien con el estilo de su director —esto resulta en una cinta por momentos fascinante, pero a final de cuentas, muy irregular—. No cabe duda, sin embargo, que Adrián Saba es un talentoso director con una visión muy particular del mundo —por ende, una película fallida de Saba resulta más interesante que un entretenido filme de un director menor—. El Soñador debe verse en cines, y debe verse en su primera semana de estreno. Es muy injusto, pero dudo que vaya a durar mucho más.
Añadir nuevo comentario