Javier Gragera | 23.12.2015
José Ignacio Iturburu se puso a diseñar estructuras en triplay y madera para participar en De la huaca al boom: un rostro para Lima, la exposición que acoge hasta finales de año la Galería John Harriman del Centro Británico. La ambición principal de esta muestra colectiva es encontrarle una cara (o una máscara) a Lima, la ciudad fragmentada en múltiples identidades. Para ello, Patricia Ciriani, su curadora, ha convocado a un nutrido grupo de artistas para abordar este desafío desde distintas perspectivas creativas. La de Iturburu fue tal vez la misión más incómoda y encorsetada de todas: construir una serie de esculturas geométricas que sirviesen no solo para la contemplación, sino también crear un trazado y orientar al visitante en un recorrido marcado por estructuras-obstáculo. Eso llama mi atención: yo conocía la obra de Iturburu como pintor, pero desconocía que él también le hubiese metido mano a lo escultórico. Por eso, la primera pregunta cae por su propio peso.
P. ¿Es la primera vez que haces escultura?
R. No, en el 2013 empecé a trasladar el diseño de mis pinturas a trabajos en tres dimensiones. Aquellas fueron esculturas en tecnopor. Con el tiempo también he experimentado con otros materiales, como el triplay y la madera, que son los que he usado para construir las estructuras que presento en esta exposición.
P. ¿De dónde surge la idea de este trabajo escultórico?
R. Todo parte del concepto curatorial. Patricia [Ciriani] me propuso hacer un trabajo que estuviese a medio camino entre la obra escultórica y la instalación arquitectónica. En principio, la premisa era que las esculturas tuvieran mayor envergadura, de tal manera que por su tamaño dividiesen espacios y marcasen un recorrido en la sala. A diferencia de una exposición común, nosotros queríamos imponer a los visitantes un trazado preestablecido, encauzándolos en unos recorridos marcados por nosotros.
P. ¿Crees que se ha logrado ese objetivo con tus esculturas?
R. Creo que sí. Como te digo, al principio teníamos previsto que las esculturas tuviesen más tamaño, más altura, y que incluso llegasen a tapar la visión. Sin embargo, para poder diseñar esas estructuras se requieren unos conocimientos técnicos que yo no tengo. No soy arquitecto de formación, así que preferí quedarme en el plano de los escultórico. No me atreví a asumir el reto de impedir la visión y crear muros.
P. ¿Por qué utilizas como material la madera y el triplay?
R. Fue una cuestión de necesidad. Yo no disponía de la plata suficiente ni del taller para confeccionar las estructuras que había diseñado, así que hablamos con el señor Pacheco, que es el responsable de los montajes en la galería del Centro Británico. Él se encarga de colgar los cuadros, de instalar una nueva pared en la sala… El señor Pacheco dispone de un depósito donde guardan las planchas de madera y otros materiales que han sido usados en anteriores montajes. Nosotros decidimos reciclar ese material. En última instancia, mis estructuras se han armado gracias a la intervención del señor Pacheco siguiendo mis instrucciones.
P. ¿Cuál es el origen de las formas geométricas que tienen tus estructuras?
R. Mi propósito era construir una suerte de ciudadela personal, pero utilizando para ello los ingredientes que me ofrece Lima. Para ello, pensé en las huacas, en los edificios modernos, en la arquitectura improvisada al lado de la carretera, en los techos, en los plásticos, en la madera que se reúsa para armar muros, muros que luego se llenarán de polvo, de humedad, que se retuercen y se llenan de moho… El color y la simpleza de la arquitectura prehispánica de la costa también ha sido una fuente de inspiración. De esta manera, las formas de mis estructuras responden a un lenguaje propio, pero le deben mucho a las huacas y a la arquitectura moderna de la ciudad. Ha sido como desmontar Lima y volver a hacerla a mi manera.
El color y la simpleza de la arquitectura prehispánica de la costa ha inspirado las esculturas de Iturburu. / Foto: Javier Gragera
P. ¿Las estructuras que presentas son para ti el rostro que tiene Lima?
R. El intento de buscarle un rostro a Lima es utópico, es un objetivo fallido. Lima tiene demasiadas caras para poder definirla en una sola.
P. La geometría es fundamental en toda tu obra, y tus pinturas están marcadas por las líneas rectas, los ángulos, los puntos de fuga, los volúmenes… ¿Por qué tantas formas arquitectónicas en tu pintura? ¿Eres un arquitecto frustrado?
R. Tal vez sí… [risas]. De un tiempo a esta parte, las formas geométricas captan mi atención de una manera quizá inconsciente y se han vuelto casi una obsesión para mí, una constante en toda mi obra. Se podría decir que la arquitectura tiene un ingrediente metafórico, y para mí representa las ideas puras. Me gusta el arte que no imita la realidad, y que retrata lo que hay en la cabeza de uno. Mis obras son formas de ser, formas de ver las cosas, una representación abstracta de la razón humana. Las cosas son desde adentro.
P. ¿Las formas geométricas también pueden trasmitir emociones?
R. Si piensas en los trabajos de habitaciones que presenté en mi última muestra pictórica, Nocturno Posible, y los comparas con otros cuadros míos más antiguos, en los que aparecen pirámides y estructuras más macizas y herméticas, sin ventanas ni puertas de acceso, te das cuenta de que ahora yo me expreso a través de mis obras de una manera muy distinta. Esos lugares representaban mi intimidad, y yo dibujaba fortalezas, espacios cerrados, refugios inexpugnables. Ahora en cambio todas mis formas tienes aberturas, oquedades, ventanas y puertas que se abren al exterior para permitir ver lo que hay dentro. Creo que eso refleja una evolución en mi personalidad a nivel emocional, y como al día de hoy soy una persona más accesible al otro, alguien que sí se deja conocer.
P. Utilizas las formas geométricas para hablar de ti mismo…
R. El lenguaje arquitectónico, más que para construir cosas, para mí es una gran alegoría de lo que pasa en la cabeza de uno, de lo que cada uno de nosotros somos como personas. Mis estructuras son habitaciones, el lugar que uno ocupa en el mundo, y asimismo representaciones de la condición humana.
P. ¿Crees que las personas somos tan cuadriculadas como un plano arquitectónico?
R. A través de las cuadrículas también hay lugar para la improvisación, para la espontaneidad, para la destrucción. Las tramas no solo enmarcan cosas, también pueden superponerse, borrarse, pueden proliferar hacia arriba y hacia abajo… Lo caótico y la locura también puede dibujarse con líneas rectas. La ciudad de Lima, por ejemplo, es una gran cuadrícula que se proyecta con trazados y que sin embargo crece de manera irracional. Lima avanza devorando el desierto y al mismo tiempo puede que también esté devorando su propio futuro.
De la huaca al boom: un rostro para Lima se puede ver hasta el 31 de diciembre 2015, en Galería John Harriman del Centro Británico en Miraflores, de lunes a sábado de 10 am a 8 pm, y domingos y feriados de 2 a 8 pm. Ingreso libre.
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