Sebastián Zavala Kahn | 21.10.2015
Decir que desarrollé mi gusto por las películas yendo al cine sería lo políticamente correcto, supongo, o al menos lo que a muchos cinéfilos conservadores les gustaría escuchar. Y aunque es cierto hasta cierto punto, también debo admitir que llegué a desarrollar una pasión por lo audiovisual de otras maneras. Lugares como el ahora difunto Blockbuster, Polvos Rosados, e incluso el “casero” que vendía películas a dos cuadras de la casa de mi primo, fueron parte intrínseca de mi infancia y adolescencia, por lo que no puedo dejar de mencionarlos.
Pero creo que lo ideal sería comenzar con mis primeros recuerdos. Me acuerdo, por ejemplo, de haber sido dueño de varios VHS de Winnie Pooh cuando tenía 5 o 6 años, y recuerdo que los compraba en una tienda que vendía VHS piratas en Miraflores, a tan solo unas cuadras de mi antiguo departamento en General Córdova. Fue mi primera colección, supongo, aunque aquellas cintas lamentablemente ya no existen; fueron perdidas en alguna mudanza, o quizás nos deshicimos de ellas cuando 1) dejé de ver Winnie Pooh, o 2) el VHS pasó de moda. No lo recuerdo, desafortunadamente.
Después de eso vienen los recuerdos de Blockbuster, aquella cadena de tiendas de alquiler y venta de películas, que existió durante varios años en el Perú, y que quebró –varios años antes que en los Estados Unidos, cabe añadir– debido a la piratería local. Estoy casi seguro que en casa alquilábamos películas cada fin de semana, pagando nuestros 12 soles para poder disfrutar de alguna obra maestra –o muy probablemente alguna comedia ligera o filme infantil– durante tres (miserables) días.
Una vez que me compraron mi primera consola de videojuegos, el Nintendo 64 (eso fue el año 1999, si mal no recuerdo), también me dediqué a alquilar cartuchos. El recuerdo más fuerte de aquella época es de un sábado por la tarde, en el que mi mamá me llevó al cine (francamente no recuerdo qué película terminamos viendo). Antes de ir al UVK de Caminos del Inca (sí, ya existía) me llevó a Blockbuster y alquilé Superman 64. En mi defensa, la caja no tenía ninguna advertencia sobre lo desastroso que era aquel juego, y de hecho recuerdo haber estado sentado en la sala de cine, viendo alguna película, emocionado con el cartucho en mis manos dentro de su bolsa con el logo de Blockbuster. Fue recién cuando llegué a casa que descubrí que Superman 64 es uno de los peores juegos de la historia, razón por la cual lo jugué una o dos veces, máximo. Una decepción total.
Me pasé incontables horas entre los pasillos del Blockbuster, buscando la película perfecta para ver el fin de semana.
No es ningún secreto que las prácticas de Blockbuster no eran las mejores; sus precios eran altos (los 12 soles para tener una película por tres días se volvieron ridículos una vez que la piratería entró a tallar - no entiendo esta palabra), el tratamiento a sus trabajadores era casi inhumano, y su selección de películas no era la más variada. Es cierto, de cuando en cuando podías encontrar alguna joya, algún filme poco conocido o alguna cinta independiente, pero la mayor parte del tiempo favorecían a los blockbusters gringos. Huh, supongo que ahora entiendo mejor el nombre de la cadena.
Sin embargo, como mencioné antes, no puedo negar la influencia que tuvo la tienda en mi vida. Me pasé incontables horas entre sus pasillos, buscando la película perfecta para ver el fin de semana, ya sea con mi familia o con unos amigos. Y una vez que sus precios bajaron y comenzaron a vender películas usadas, ya sea en VHS o DVD, fui incluso más veces. Fue en esta tienda que compré algunos de mis DVDs originales de Harry Potter, Star Wars y El Señor de los Anillos, por ejemplo. Hasta cierto punto, Blockbuster ayudó a que comience mi colección de películas, gracias a que uno podía encontrar VHSs y DVDs a 20 ó 30 soles. Nada mal.
¿Por qué quebró Blockbuster en el Perú? Podría argumentarse que la venta era lo que se iba haciendo más atractivo, que el alquiler ya no tenía sentido, y que los precios de la conocida cadena norteamericana simplemente eran muy altos. Pero lo cierto es que la piratería tuvo la culpa. El 3 de enero de 2007, Blockbuster cerró su última tienda en Lima, en una calle de Miraflores. A nivel mundial, en septiembre de 2010 se declaró en quiebra, y fue cerrando sus tiendas por todo el mundo.
Los precios de la conocida cadena norteamericana Blockbuster simplemente eran muy altos.
A nivel mundial, la quiebra de Blockbuster también se debió a otro factor: el streaming. Es cierto, Netflix no tenía la fuerza que tiene hoy en el 2010, pero se estaba convirtiendo en una opción importante para el disfrute de cine de todo tipo, ya sea comercial o independiente. Pagando una mensualidad, uno puede disfrutar de una increíble selección de películas y series, lo cual sale mucho más a cuenta que ir a un local y tener que elegir solo un par de opciones. (Además, sus series y películas exclusivas, como Daredevil, Sense8 o Beasts of No Nation, son verdaderamente excelentes). Recordemos, también, que Netflix comenzó como un servicio de entrega de películas a casa, lo cual era mucho más conveniente para quienes les daba flojera tener que salir de la casa e ir a un local.
Curiosamente, la muerte de Blockbuster no significó la muerte del alquiler o compra de películas en formatos físicos. Al menos, no del todo. En los Estados Unidos, Family Video todavía sobrevive como una pequeña cadena de tiendas de alquiler y compra de películas y videojuegos, la cual superó en tamaño a Blockbuster en el 2013. (Sí, todavía quedan algunas tiendas de Blockbuster por allá; no son parte de la franquicia original, simplemente son locales que fueron comprados por empresas pequeñas o individuos). Supongo que también ayudó el que formen una alianza con Marco’s Pizza para vender pizza junto con las películas. Es una estrategia poco convencional, pero al parecer ha funcionado.
Aquí en Perú también quedan unas cuantas tiendas de venta de películas, aunque no lo crean. La más famosa, supongo, es Phantom, la cual tiene varios locales en diversos centros comerciales (de hecho, están a punto de abrir uno nuevo en el Real Plaza Salaverry) y que ha logrado sobrevivir gracias a su énfasis en videojuegos. Es cierto, venden películas y CDs de música (!), pero gracias a las pre-ventas de consolas, juegos esperados y gran presencia en las redes sociales, han conseguido mantenerse relevantes a pesar de usar un modelo de negocio algo anticuado.
West Coast Video solía ser una de las principales competidoras de Blockbuster en los 90s y principios de los 2000s.
Por otra parte, también tenemos a West Coast Video. Para quienes no lo recuerden, solía ser una de las principales competidoras de Blockbuster en los 90s y principios de los 2000s. Que yo recuerde, tenían solo un par de locales –uno en Miraflores, cerca del cruce de República de Panamá con Benavides, y otro en Magdalena del Mar–. Tengo varios recuerdos relacionados a esa tienda; recuerdo haber ido incontables domingos con mi papá para alquilar y comprar películas, y recuerdo que su selección de filmes era un poco más variada e interesante que la de Blockbuster. Hoy en día, West Coast Video sobrevive como un servicio de venta de películas online, algo así como un Amazon local. Confieso nunca haberlo usado, pero lo actualizan con cierta frecuencia y tienen una buena selección de DVDs, Blu-rays y hasta videojuegos para consolas actuales como la Wii U de Nintendo o la PS4 de Sony.
Por último, recuerdo otra cadena: Drugstore Home Video. Tenían un local en Chacarilla; uno en la avenida Conquistadores, San Isidro; uno en Raúl Ferrero, La Molina; y otro en la avenida La Encalada, en Surco. De hecho, fue la última cadena en quebrar –la tienda de La Encalada cerró a finales del año pasado, y ahora Drugstore se dedica a organizar eventos y a alquilar una pequeña sala de cines para proyecciones no profesionales–. Es por ello que se llaman ahora Drugstore Home Theatres, pero sin importar cuánto tiempo pase, jamás dejaré de recordar sus comienzos –fue precisamente durante los últimos años de vida de su local en Surco que les compré varias películas en DVD y Blu-ray en remate.
A pesar de que muchas de estas tiendas ya no existen (a excepción de Phantom, claro está), jamás dejaré de recordar todos los buenos momentos que me trajeron a lo largo de mi vida. Opciones como el streaming son muy prácticas y hacen que uno tenga incontables opciones de películas y series a la mano, pero los formatos físicos siempre tendrán un encanto que los formatos digitales jamás podrán superar. Estoy seguro de que aquellos que, como yo, se criaron yendo a tiendas de video, sabrán a qué me refiero.