Javier Gragera | 16.04.2015
Un muro puede ser muy elocuente, de eso no cabe duda. Cuando regresé a Lima hace ahora más de dos años, una de los acontecimiento culturales que más me llamó la atención fue la celebración del Festival de Arte Urbano Latidoamericano, que convocó a una treintena de muralistas internacionales para reciclar los viejos muros del centro histórico y convertirlos en lienzos gigantes al aire libre. Por aquel entonces, Lima me pareció una ciudad que avanzaba con paso firme hacia la modernidad; una capital contemporánea que aceptaba las nuevas lecturas del arte y que se abría a ellas con entusiasmo, encantada de la vida.
Reconozco que me sentí emocionado. Aquella no era para nada la imagen que me había llevado de Lima cuatro años antes, cuando viví la ciudad en 2009. Paseaba por el casco histórico, siguiendo la ruta trazada por los murales de artistas urbanos tan sorprendentes como el chileno INTI, el mexicano Saner o los peruanos Entes & Pésimo y WA, y me sentía testigo privilegiado de un gran cambio, reconociendo con asombro que la vieja Lima de su damero histórico entonces se veía más guapa y más fresca, emperifollada con audaces trazos del siglo XXI.
Mi admiración de aquellos días se materializó en dos artículos que escribí y que fueron publicados en El Viajero, el suplemento digital de cultura urbana y viajes del periódico español El País. El primero –Lima se maquilla con aerosol– era un texto que elogiaba la iniciativa de transformar el centro histórico de la ciudad en un referente del arte urbano a nivel mundial. El segundo, por su parte, consistió en una foto-galería que ponía en evidencia algunos de los murales que por aquel entonces alumbraban la ciudad. Su título: Lima abre la calle al arte urbano.
Obra de Phetus realizada en el centro histórico de Lima / Foto: Javier Gragera
Ahora, todo esto ha quedado relegado al pasado. No es más que historia consumida, agotada por el tiempo y sentenciada al olvido por las decisiones del nuevo equipo municipal que ha tomado las riendas de la ciudad. Los murales del centro histórico de Lima fueron sepultados por la aburrida censura de una pintura monocromática, muchas veces amarilla. Eso es algo que lleva en boca de todos desde hace unas semanas. El revuelo mediático ha sido intenso, y el descontento se ha hecho patente en muchos sectores de la sociedad. Pocas veces como ahora unos muros dieron tanto que hablar en Lima.
Pero, ¿es cierto que lo que se ha perdido es irreversible? ¿El poder de una gestión municipal puede poner freno al empuje del arte y a la euforia de las nuevas formas de creación urbana? La respuesta, como no podía ser de otra forma, está en la calle. Lima ha reaccionado, y lo ha hecho bien rápido. Desde aquella mañana del sábado 14 de marzo, cuando el alcalde Luis Castañeda dio luz verde al borrado de más de 20 murales del centro histórico de la ciudad, han surgido diferentes iniciativas que pretenden rescatar al arte urbano de esta amenaza de naufragio cultural.
Una de ellas se llama Las Paredes Hablan, que consiste en la convocatoria a nivel nacional de un concurso de murales en espacios urbanos del distrito de Barranco. Su objetivo es reubicar a la pintura mural en la conciencia ciudadana como medio de expresión artística y cultural. Para la celebración de este concurso, la Municipalidad de Barranco ha puesto en mano de los artistas 15 muros del barrio, lo que pone en evidencia que entidad pública y arte urbano no son realidades opuestas ni enfrentadas, sino que más bien deben ser complementarias.
Dona tu Fachada es otro ejemplo contestatario a favor del arte urbano. Sus precursores son José Antonio Torres, artista visual, y los arquitectos Eduardo Zambrano y Claudio Parodi, quienes han creado esta iniciativa que busca hermanar a ciudadanos y artistas urbanos. Para ello, han creado una página de Facebook en la que la gente puede ofrecer la fachada de su casa para que un muralista la intervenga. Al día de hoy, ya tienen más de 5 mil seguidores y tiene en ‘stock’ más de 60 fachadas donadas.
En Lima, el arte urbano se resiste a salir de la calle. Otras iniciativas que lo evidencian: Borraron uno, Pintaremos mil, una campaña de marcado carácter juvenil que organizó una pintada itinerante de murales a finales del pasado mes de marzo; FITECA 2015, que ha convoca a todos los artistas urbanos de Lima entre abril y mayo para muralizar el distrito de Comas y llenar con mensajes y colores los muros de su comunidad; Muros Libres, de San Isidro, que recientemente inauguró en el parque Santa Rosa un mural del artista limeño Radio (Valentino Sibadón); y Lienzos Urbanos, una exhibición colectiva de artistas urbanos que ha sido convocada por Art Jam y Arte Manifiesto, en el Centro Cultural Ricardo Palma de Miraflores. Pareciera que la ceguera artística de unos pocos ha avivado las ansias creativas de otros muchos. Y eso es un síntoma de buena salud cultural.