Javier Gragera G. | 25.09.2016
Crítica de teatro por Javier Gragera
Medio Oriente es uno de los polvorines más longevo de nuestra historia contemporánea, cuyo epicentro es la ciudad de Jerusalén. Allí viven enfrentados dos pueblos, dos culturas, dos religiones. Por un lado, el pueblo palestino, la nación árabe; y por el otro, el pueblo hebreo, la nación judía. La suya es una lucha sin cuartel, en la que combaten por un territorio y por una idea de la justicia. Los orígenes del conflicto nos obligan a retroceder hasta mediados del siglo XX, cuando el Estado israelí, con la conveniencia de la ONU, ocupó civil y militarmente los territorios palestinos, que hasta la fecha eran una antigua colonia bajo el mandato del Imperio Británico. A partir de entonces, judíos y palestinos, dos naciones incapaces de entenderse, viven inmersos en una cultura de la guerra, con la violencia, el odio y el miedo enquistados a ambos lados de la frontera. No hay paz posible en esa tierra donde la propia existencia es una trinchera, y donde el ser humano ha demostrado su capacidad para hacer del enfrentamiento una forma de vida.
En este contexto socio-político, Creoenunsolodios, obra dirigida por Nishme Súmar que se presenta en el Teatro de la Universidad del Pacífico, pone sobre el escenario a tres mujeres que personifican los vértices de este triángulo de la guerra: Shirin, una joven palestina; Eden, una profesora judía; y Mina, una militar estadounidense. Ellas expondrán con monólogos cruzados los capítulos de una trama que funciona sobre la lógica del vaticinio trágico: en una fecha concreta, en un lugar específico, se perpetrará un acto de sangre que involucrará a las tres mujeres. Es una premonición que ellas mismas confiesan al espectador en el arranque de la obra. El destino, por tanto, está marcado de antemano, es inevitable, y ellas no son más que títeres cuyos hilos moverá ese único dios al que apela el título de la obra: Marte, por ponerle un nombre, el antiguo dios romano de la guerra.
El autor detrás de la obra es Stefano Massini, uno de los nombres más reconocidos de la dramaturgia contemporánea italiana, con éxitos de relevancia internacional como la trilogía sobre la saga de banqueros Lehman Brothers. El objetivo de Massini es presentar una historia que tiene a la violencia como elemento principal de la trama y que, paso a paso, va canibalizando a sus tres protagonistas. De esta manera, Creoenunsolodios nos hace reflexionar sobre el sinsentido de la guerra, que victimiza a todos los individuos implicados. No importa quién deba morir al final de la obra porque, para entonces, las tres mujeres ya habrán sido arrasadas por la violencia y tendrán que cargar para siempre con sus profundas secuelas.
En su afán por exponer un drama de connotaciones universales sobre la violencia, Massini parece discriminar deliberadamente en su libreto un acercamiento más cultural en el conflicto, más arraigado en su contexto social. De hecho, todo sucede en la ciudad israelí de Tel Aviv, pero podría suceder en cualquier otra zona de conflicto del mundo. ¿Qué opina una judía hoy en día sobre la ocupación de Palestina? ¿Cuáles son las causas que empujan a una joven palestina a abrazar la persuasión intransigente del terrorismo? ¿Qué hace EE.UU. metido en todo este embrollo? Son cuestiones que este montaje no se plantea, como si Massini diese por sentado que su público está bien informado, que sabe lo que se debe saber para entender los motivos de esta larga guerra, y que además no ha ido al teatro en busca de una clase elocuente de historia contemporánea ni tampoco busca discursos políticos. Esto puede no satisfacer las expectativas y necesidades emocionales de algunos espectadores, pero no deja de ser una decisión legítima del dramaturgo, que es dueño de su historia y de los objetivos de la misma.
Al frente de la puesta en escena, Nishme Súmar logra transformar con éxito el escenario en un territorio para la enunciación. Súmar prescinde de cualquier elemento superfluo y se ampara en la neutralidad de la escenografía para dar protagonismo absoluto a las actrices y la historia que nos tienen que contar. Una sobriedad escénica que rompe con puntuales y potentes efectos audiovisuales, que consiguen intensificar los puntos más dramáticos de la trama, además de sacar al espectador del sopor por momentos inevitable de un libreto reiterativo en sus fórmulas narrativas.
El elenco de la obra, formado por Jely Reátegui, Urpi Gibbons y Kareen Spano, se ajusta a las pautas que impone esta historia. Las tres actrices resultan convincentes en sus distintas interpretaciones y en su capacidad para interpelar al espectador. Especialmente meritoria es la actuación de Spano, quien asume el rol de Mina, la militar estadounidense. Su personaje parece por momentos una impostura, casi una farsa, pero eso forma parte del objetivo de su performance: ella encarna el cinismo de la comunidad internacional ante el conflicto palestino-israelí, que tiene presencia militar en la zona mientras los políticos miran para otro lado. Lo que la soldado Mina está obligada a hacer allí es una broma de mal gusto, y ella se comporta como un autómata que empuña un arma sin vocación ni sentimientos.
También cabe destacar del montaje el uso que se hace del cuerpo de las actrices para interpretarlo como otro espacio asediado por la guerra. En una situación de violencia, cada individuo debe defender o conquistar su cuerpo. Un proceso que se visualiza como una metáfora sobre el escenario, y que se intuye tras la cortina traslúcida de un baño donde las tres actrices se limpian con agua después de cada tragedia. ¿De qué están sucias? ¿Lo que las mancha se puede enjuagar con una esponja? ¿Cómo se limpia la mierda que se nos acumula dentro?
Marx escribió que la violencia es la partera de la historia. Difícil será por tanto purificarse para aquellos que, como estas tres mujeres, se han convertido en hijos bastardos de una guerra que no parece tener fin.
Creoenunsolodios se presenta en el Teatro de la Universidad del Pacífico hasta el 3 de octubre 2016, con funciones de jueves a lunes a las 8:30 pm, domingos a las 7 pm. Precio de entrada: General S/50; Reducida S/25.
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