Lo primero que leí de Castro Cobos fueron sus comentarios sobre las películas de Bruno Dumont. El cineasta francés me había impactado como solo lo hacen aquellas obras que nos cambian para siempre y, después de un largo paseo en solitario, me dirigí inmediatamente allí donde todos buscamos respuestas rápidas a nuestras interrogaciones: la cajita de Google. Ahí coloqué: “Bruno Dumont crítica peruana” y me arrojó al blog de La cinefilia no es patriota, que ya estaba en desuso.
Cómo olvidar los susurros apresurados y casi agonizantes de Godard, siempre tan intelectual –inevitablemente intelectual– y a toda máquina, como una ametralladora de ideas. Esa voz que señala, advierte o hasta anticipa las enfermedades del mundo; una voz seca, austera, tensa, reflexiva, irónica y arenosa como si sufriera de los bronquios; jadeante cual soldado herido en el campo de batalla. Una voz cavernosa, que pareciera –precisamente– que viene desde el otro lado.
Artículo escrito por Diego Arévalo y Hans Alejandro Herrera
Probablemente sea una de las muestras más ambiciosas de la museología peruana hasta la fecha. Con más de 300 piezas procedentes de diversas colecciones privadas y públicas, la exhibición de piezas inéditas (cuatro fardos funerarios extraídos de una misma tumba) y el empleo de diversas tecnologías que recrean la estética de la sociedad de artesanos más importante de la américa precolombina hacen de Nasca un evento de paradero obligatorio.