El microrrelato en el Perú (y otros países hispanohablantes)

“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”, escribió Augusto Monterroso, el microrrelato más conocido en nuestra lengua. Críticos y escritores como Mario Vargas Llosa elogiaron este cuento, pues consideran que en sus siete palabras reúne todos los elementos de un relato de extensión tradicional: trama, suspenso, final sorprendente.

Pero la tradición del microrrelato es larga si consideramos como tales a las parábolas cristianas, los epitafios grecolatinos o los refranes de la Edad Media. Estos utilizan personajes y sintetizan una historia, tal como hacen los actuales. No hay una extensión universalmente aceptada, pero digamos que si un cuento tiene menos de trescientas palabras, es un microrrelato.

En el libro El microrrelato y la teoría de los géneros (2008), el español David Roas entiende que estos deben tener una estructura simple y espacios esquemáticos, así como exigir una participación activa del lector, y en ocasiones apelar a lo metatexual, es decir, relacionarse con otros textos o personajes conocidos. En esta brevedad, hasta el título significa mucho.

Desde hace unas décadas vivimos un crecimiento de este género en habla hispana, y el Perú no es la excepción. Podemos destacar no solo la aparición de autores especializados como Juan Rivera Saavedra, Fernando Iwasaki, Ricardo Sumalavia, José Donayre, Alejandro Susti, William Guillén, Sandro Bossio y muchos otros, de distintas generaciones, así como las antologías 201 en sus lados A y B (Roas y Donayre), Circo de pulgas (Rony Vásquez), ente otras.

Asimismo, destaca Micrópolis, primera editorial en el Perú dedicada estrictamente a la minificción, creada por Alberto Benza, que ya ha publicado veintitrés títulos de autores de distintos países, incluido un importante ensayo: El microrrelato peruano. Teoría e historia (2015), de Óscar Gallegos. Este año reeditarán dos libros clásicos que prueban la tradición del género en el Perú: Cuentos sociales de ciencia ficción, de Rivera Saavedra, y Contra el secreto profesional, de César Vallejo.

América Latina en pocas palabras
A propósito del microrrelato en América Latina, Benza considera que “se encuentra bien adaptado al ritmo vertiginoso de lo cotidiano. Existe mucha influencia por los medios de comunicación y por las nuevas tecnologías: Facebook, Twitter o Google Plus”. Podemos recordar que la brevedad permite la transmisión masiva en las propias redes sociales, como las llamadas creepypastas, pequeños relatos de horror en Internet.

Sobre las tradiciones literarias, asegura Benza que “hay países con bastante historia, como Argentina, México y España, pero cabe resaltar que uno de los países que ha tenido más crecimiento en producción y difusión del microrrelato es Perú. Si hablamos de modo comercial, el microrrelato ha desplazado en ventas a la poesía. Yo diría que el futuro es auspicioso para el microrrelato a nivel mundial”.
 

La escritora y editora Carolina Cisneros, quien junto a Benza viene compilando 69, antología de microrrelatos eróticos, considera que este género en habla hispana está creciendo cada vez más con nuevas propuestas de estilo y temáticas. “En una época se podía decir que los textos en español estaban más enfocados a los temas filosóficos, mientras que los anglosajones iban más a lo psicológico. Ahora eso está cambiando, existen nuevas propuestas, más apertura”, dice Cisneros.

De igual modo, Cisneros destaca la tradición de Argentina, por la Asociación Literaria Dr. David Lagmanovich, en Tucumán, dedicada a la investigación y promoción cultural. “México destaca con buenos escritores e investigadores”, añade la autora, y concuerda con el crecimiento local.

Por su parte, el escritor Christian Solano recuerda que en la última Feria del Libro de Buenos Aires se realizó una jornada entera dedicada a la microficción, con autores consagrados de la talla de Ana María Shua, Raúl Brasca y Andrés Neuman (ganador del Alfaguara de novela), y considera que “eventos como este son los que le otorgan carácter de legitimidad al género por estos días”.

A su vez, Solano enumera a grandes autores argentinos cultores del microrrelato, como Borges, Cortázar, Lugones, “porque los porteños no tuvieron la geografía para hacer realismo mágico”, comenta. Luego, asegura que el presente más auspicioso está en Chile, “donde destacan autores jóvenes como Lorena Díaz que además tiene una editorial de microrrelato, Claudia Andrade, quienes escriben a la luz de una generación consagrada ya como Pía Barros o Gabriela Aguilera”, y recuerda que en Chile, el Consejo Nacional del Libro y Lectura auspicia y financia incluso libros de microrrelato.

Fantástico, pero no siempre
Una característica del microrrelato es su propensión a lo fantástico, como podemos apreciar desde clásicos como Kafka, Borges o Cortázar. Para Benza, esto se debe a que “el factor sorpresa y la complicidad del autor son elementos importantes. Quizás un texto de la vida real no tenga el mismo efecto que uno fantástico, sin dejar de ser un buen texto. Un ejemplo claro es «Cuento de Horror», de Juan José Arreola: La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones.” Podríamos añadir «Novela de terror», de Andrés Neuman: Me desperté recién afeitado.

No obstante, las generalidades nunca son absolutas. Solano es un ejemplo de ello pues la mayoría de sus textos son estrictamente realistas. “Desde hace algún tiempo se viene dando mayor cabida a lo fantástico o lo metaliterario, eso nos deja ante remakes de tipo fantástico de cuentos clásicos, mitos o fábulas. Yo no estoy en contra de ello, pero me parece que en cierto punto resulta agotador, es como si no hubiera más de dónde coger que volver a reescribir la historia de caperucita roja”, apunta.

Solano intenta marcar distancia de la corriente orientada a lo fantástico. “Me pareció pertinente hacer algo distinto, lograr una voz. Claro, he escrito cuentos de corte fantástico, pero siempre hay un toque de cotidianeidad, algo que te sugiere que puedo ser yo el autor, quizá sea esa la razón por la que todos escribimos: para dejar una marca personal. O quizá solo estoy soñando en voz alta”, asegura Solano. En un microrrelato todo puede suceder, hasta lo más real.


Cisneros, Solano y Benza.
 

Breve muestra de microrrelatos de los entrevistados

Christian Solano

Tiene derecho a guardar silencio
"Que me dijera que había decidido divorciarse no me sorprendió tanto como sí el que me dejara a nuestro hijo. Habíamos hablado de separarnos, pero nunca habíamos decidido nada sobre el niño. Sólo atiné a pedirle que sea ella quien le dijera a nuestro hijo: no se le fuera a ocurrir a él que era yo quien lo separaba de su madre. Cuando con el tacto necesario intenté ponerlo al tanto, le dije que su mamá y yo nos separaríamos y que él vendría conmigo. Lo noté muy contrariado, parecía necesitar que su madre le confirmara lo que le estaba diciendo. Lo llevé con ella como habíamos quedado, pero no podía hablar. Su rostro se empequeñecía, como tratando de esconderse. Al cabo de buen rato de mirarnos a ambos, mi hijo aserió el gesto al preguntar: ¿Puedo llevarme mi pleisteishon? Lo abracé. Lloré. Él lloró conmigo. Ella observaba todo en silencio, a un costado. Le dije que lo mejor sería que comprásemos otro, que no debía preocuparse por nada, que yo lo amaba, que si estábamos juntos todo saldría bien y otras cosas como esa que ella decidió no decir".

Carolina Cisneros

Esperanzas
"Ella vivía dentro de un cuadro, en una casa muy iluminada. Era de noche.
En un estado de paz, observaba las estrellas a través de la ventana. Recordaba sus sueños e ilusiones. Solo faltaba la luna.
Un día el pintor, en un ataque de furia, decidió manchar la casa de negro. Ella quedó atrapada en la oscuridad".

Alberto Benza

Alzheimer
"Cada día conozco gente nueva".

Sarah Good
"El hombre, furioso, entró a su casa. Asustada, la esposa no pronunció palabra.
—La mujer sólo sirve para cocinar y lavar —gritó él, y luego le tiró una escoba—. ¡Ya sabes qué hacer!
Ella, enfurecida, agarró la escoba con firmeza y emprendió su vuelo por la ventana".

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