Rock, rave y revelación: el viaje de Primal Scream llega a Lima

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Escrito por Nayo Aragón

Si no conoces a Primal Scream y quieres saber de qué van, escucha este tema:

Básicamente, ahí está condensada su esencia. Rock alternativo con una voz a lo Mick Jagger, percusiones electrónicas bailables, samples de coros y trompetas soul, psicodelia, y flower power en ocho gloriosos minutos. “It’s beautiful, it’s really beautiful”, dice la voz de la chica sampleada cuando termina ese pasaje final maravilloso.

Primal Scream es una banda insignia del indie británico cuyo mayor atributo siempre ha sido dejarse llevar por su espíritu experimental y su afán por incorporar, en su collage sónico, las tendencias de cada época de la música electrónica. Su trayectoria bien puede marcar las idas y venidas de las modas, sonidos y corrientes del género en la isla durante las últimas cuatro décadas.

Pero sus inicios fueron otros. Primal Scream nació en 1982, en Escocia, como el proyecto alterno de Bobby Gillespie, quien buscaba un espacio para cantar mientras, en paralelo, fungía como baterista de las también leyendas del noise rock The Jesus & Mary Chain.

Mientras ese grupo se hacía célebre por sus caóticos conciertos, Gillespie -que, icónicamente, tocaba la batería de pie- empezaba a forjar un sonido distinto. Renunció a JAMC cuando los díscolos hermanos Reid lo obligaron a elegir entre disolver su banda y quedarse con ellos a tiempo completo, o marcharse. Fuera del noise, Primal Scream se volcó al jangle pop: un subgénero del indie de la época caracterizado por guitarras limpias y brillantes, y melodías breves y dulces que actualizaban, a su modo, el legado de los sesenta.

Muy a su pesar, Gillespie y compañía se convirtieron en pilares de un sub-subgénero dentro del jangle pop: el C86, bautizado así por un legendario cassette recopilatorio publicado por la revista musical NME, que reunía a las nuevas bandas de pop de guitarras del Reino Unido de, justamente, 1986. La colección abre con su tema “Velocity Girl”: una joya de pop perfecto de ochenta y un segundos de duración, tan influyente que incluso inspiró el nombre de otra banda.

Aburridos rápidamente de la movida C86, abandonaron el jangle pop pues, en palabras del propio Gillespie, “habíamos encontrado el rock’n’roll”. Grabaron un par de discos marcados por una devoción abierta por los Rolling Stones, que sin embargo no fueron bien recibidos. Pero fue justo entonces cuando el destino los alcanzó.

Alan McGee —fundador del legendario sello Creation Records y viejo aliado del grupo— los fue introduciendo gradualmente en la incipiente escena de música electrónica de finales de los ochenta. Tras una reticencia inicial, la banda quedó fascinada: empezó a frecuentar los primeros raves de acid house en depósitos abandonados de Inglaterra, a experimentar con el éxtasis y a dejar que DJs remezclaran su música.

Uno de ellos, Andrew Weatherall —un nombre de peso por sí mismo— tomó la infravalorada balada rock “I’m Losing More Than I’ll Ever Have” y la transformó por completo: añadió un loop de ritmo extraído de un oscuro disco italiano, un fragmento de Gillespie cantando una línea de “Terraplane Blues” de Robert Johnson y un monólogo de Peter Fonda tomado de la película sesentera de motociclistas The Wild Angels. El resultado fue “Loaded”, el primer gran éxito de la banda y uno de los primeros experimentos plenamente logrados de lo que más tarde se conocería como “dance alternativo”.

El sonido descubierto en “Loaded” marcó la impronta casi ideológica de su siguiente disco. La obra cumbre de Primal Scream, Screamadelica, apareció a finales de 1991. House, blues, soul, dub y rock psicodélico se funden en un caleidoscopio sonoro que es, al mismo tiempo, un imaginativo híbrido de pasado, presente y futuro, y un documento perfecto de su tiempo.

La obra contó con la colaboración de varias figuras de la escena acid house de Manchester y se erigió como una piedra angular del puente que une la música electrónica para bailar, la psicodelia y el rock alternativo. No es casual que Guy-Manuel de Homem-Christo, de Daft Punk, se haya referido a Screamadelica como “el disco que lo reunió todo en términos de género”.

Pero Gillespie y compañía siempre han hecho lo que han querido. Después de descubrir la fórmula ganadora de Screamadelica, la abandonaron, porque, al fin y al cabo, su ADN estaba en el rock. Give Out but Don’t Give Up (1994) marcó su regreso a un sonido abiertamente rolinga, esta vez con bastante más éxito que en sus primeros intentos.

Luego de sacarse del sistema el deseo de hacer un disco sólido de rock and roll y de integrar a Mani, exbajista de The Stone Roses, volvieron con dos joyas del dance alternativo. Vanishing Point (1997) y XTRMNTR (2000), ambos discazos, exploran los sonidos y atmósferas de la electrónica de la época. Como ejemplos están el dub expansivo de “Star”, del primero, y el techno antifascista de “Swastika Eyes”, del segundo, su trabajo más oscuro y contundente, como su título deja entrever.

A partir de aquí, Primal Scream vive la segunda mitad de su carrera jugando a ser dos bandas en una. Por un lado, los puristas del rock and roll rolinga —en esa línea destaca Riot City Blues (2006)—, y por otro, los visionarios hippie-ravers que alguna vez fusionaron el rock alternativo con la música dance. De esta faceta nos quedamos con More Light (2013), un caleidoscopio sonoro que evoca los mejores momentos de su trayectoria.

En líneas generales, son unos hippies de corazón que “nacieron en la generación equivocada” e hicieron algo interesante con eso: se volvieron el puente perfecto entre el indie, los ideales de los sesenta y la euforia raver durante el nacimiento del acid house. Y sus conciertos son el espacio donde celebran su versatilidad, con sets que funcionan como una perfecta conjunción de ambas vertientes de su sonido.

Así llegan a Lima, como parte del Veltrac Music Fest 2025, junto a artistas de distintos géneros y generaciones como James, Molchat Doma, Dillom y Santiago Motorizado, entre otros. Para todos hay.

La cita es el 9 de noviembre en Costa 21.

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