Redacción | 08.10.2015
El Premio Nobel de Literatura reconoce por primera vez el género de no ficción al galardonar a Svetlana Alexievich, cronista de origen bielorruso. El tema central de su obra es la Unión Soviética. En su extensa bibliografía, que siempre ha buscado dar voz a aquellos que han sido parte de un drama histórico, Alexievich ha retratado la realidad de las poblaciones que habitaron la antigua URSS, así como los sufrimientos de Chernóbil, la guerra de Afganistán y los conflictos del presente.
La Academia Sueca reconoció con este galardón la valentía literaria de la escritora y periodista bielorrusa, cuya obra definió como “memorial del sufrimiento” de nuestra época. Svetlana Alexievich, que desde años estaba entre los autores favoritos para hacerse con el Nobel, narró el drama del fin de la URSS, y ha escrito libros que, al hacer un retrato crudo y sin concesiones de la sociedad soviética, han sido prohibidos en su país. Muchos de sus compatriotas la leen, aunque el régimen autoritario del presidente Alexander Lukashenko impide sus apariciones públicas en Minsk, donde reside parte del año.
Nacida en el oeste de Ucrania, en 1948, en una familia de profesores, Alexievich comenzó a recoger en una grabadora los relatos de mujeres que combatieron durante la II Guerra Mundial. Estos testimonios fueron la base de su primera novela, La guerra no tiene rostro de mujer, escrita en ruso como todo el conjunto de su obra. Desde entonces, Alexievich sigue utilizando el mismo método para escribir sus novelas documentales, en un proceso que le ha servido para realizar una cartografía existencial del individuo soviético, pero no como figura política, sino como ser humano, sosteniendo los pilares de cada retrato desde la base de lo íntimo y personal. Su obra más famosa, La plegaria de Chernóbil, ha sido traducida en varios idiomas y publicada en todo el mundo.
En una entrevista, Svetlana Alexievich señala que estuvo buscando durante mucho tiempo un método literario que le permitiera “la aproximación más cercana posible a la vida real”. El escritor Alés Adamóvich, al que ella considera su maestro, le sirvió a Alexievich para encontrar la manera de abordar sus temas con técnica de montaje documental. Para la cronista bielorrusa, la realidad era algo que, desde el principio, la atraía como un imán, que la torturaba e hipnotizaba, y quería capturarla en papel.
Sus libros son de esta manera una crónica de la historia de sus compatriotas, durante varias generaciones, a los que Alexijévich no pudo y no puede dejar de entrevistar personalmente como esa reportera que lleva dentro, y cuya labor ha sido premiado por el mayor galardón de las letras a nivel mundial. Un reconocimiento que la convierte en la decimocuarta mujer que gana el Nobel de Literatura desde su creación en 1901.