Sebastián Zavala Kahn | 11.11.2016
Crítica cinematográfica por Sebastián Zavala Kahn
En una cartelera como la nuestra, que favorece el cine comercial y estadounidense sobre cualquier otra propuesta que podríamos disfrutar, tener una cinta como El sol abrasador es un verdadero lujo. Escrita y dirigida por Dalibor Matanic, se trata de una coproducción entre Croacia, Serbia y Eslovenia, que cuenta tres historias de amor en tres décadas diferentes, en el contexto de la guerra en Yugoslavia.
Lo curioso de El sol abrasador es que la misma pareja de actores interpreta a los protagonistas de las tres historias. En 1991, vemos a Ivan (Goran Markovic) y Jelena (Tihana Lazovic), dos jóvenes inocentes y enamorados, que viven en un pueblo en donde el odio interétnico les impide estar juntos. En el 2001, vemos a Ante (Markovic) y Natasa (Lazovic). Natasa ha regresado al pueblo anteriormente mencionado después de una década, destruido por la guerra, para tratar de comenzar una nueva vida con su madre, mientras que Ante es un carpintero que las ayuda a remodelar su antigua casa. Y finalmente en el 2011, vemos a Luka (Markovic) y Marija (Lazovic). El primero ha regresado de la ciudad a su pueblo natal para una fiesta, en donde se encuentra su antiguo amor (Lazovic), quien ahora se dedica a criar al hijo que tuvieron juntos años atrás.
La idea de repetir actores para contar diferentes historias que se llevan a cabo en contextos similares (y en las mismas locaciones) es muy arriesgada —si no se maneja con cuidado, tiene el potencial de confundir al espectador—, pero Matanic sale airoso de este desafío. El director croata sabe diferenciar cada historia y cada protagonista del resto, otorgándole un estilo y una temática única en cada momento. La primera viñeta tiene mucho que decir sobre la muerte y la intolerancia; la segunda, sobre las consecuencias del odio entre personas y el estrés postraumático; y la tercera, sobre el arrepentimiento y el perdón. El hecho de que Matanic sea capaz de utilizar a los mismos actores y el mismo contexto para transmitir todos estos temas de manera tan profunda y emotiva, es de elogiar.
Ayuda también el que las actuaciones sean sobresalientes. Tanto Markovic como Lazovic son lo suficientemente talentosos como para construir personajes con traumas y preocupaciones similares, pero con personalidades distintas. El primero es convincente a la hora de interpretar a un joven e inocente músico, a un fuerte y serio carpintero y a un arrepentido universitario. Y la segunda es creíble en los momentos más emotivos —sus escenas de llanto son desgarradoras—, logrando desarrollar personajes con los que uno se puede identificar sin problemas, desde la joven enamoradiza, hasta la mujer traumada por el conflicto interno, y la madre solitaria.
Poco sé sobre la guerra en Yugoslavia, pero El sol abrasador contiene suficientes temas universales como para que el contexto tan propio de dicho país no le impida a uno disfrutar de estas tres historias. De hecho, El sol abrasador no es una película bélica en su concepto más tradicional. El filme se centra más bien en retratar con un enfoque intimista cómo un conflicto así puede afectar a nivel psicológico a la gente común, incluso años después de que este haya terminado. Es una película sobre el amor y el odio, sobre cómo el primero puede ser destruido por el segundo, pero también sobre cómo el amor, eventualmente, puede resurgir entre las cenizas del odio. Una historia, en definitiva, sobre antiguos rencores y pasión intensa; resulta imposible no relacionarse con estos sentimientos.
Matanic filmó su película de la manera más verosímil posible, casi como si fuese un documental. El maquillaje es casi inexistente: cada primer plano revela la textura de la cara de nuestros protagonistas, sus imperfecciones, sus lunares, su acné, la cartografía facial de sus expresiones. El manejo de cámara es bellísimo, incluso en los momentos más desgarradores. Matanic favorece las cámaras en mano y los planos largos, tomas que siguen a nuestros personajes por detrás mientras caminan, mientras absorben el amor y el odio que el mundo les tiene que ofrecer.
El tratamiento visual es casi publicitario a nivel superficial —muchos lens flares y lentes largos para desenfocar los fondos—, pero complementa a la perfección la intimidad de estas tres historias. Casi no hay planos abiertos. Matanic está interesado en los rostros de sus personajes, en sus expresiones y en sus movimientos, y no tanto en las locaciones. La dirección de fotografía es naturalista, haciendo un uso limitado de iluminación artificial, favoreciendo el abrasador sol del título, siempre presente, siempre haciendo que nuestros personajes suden y brillen y quieran expresar sus intensas emociones.
Como muchas películas independientes y europeas, El sol abrasador no le tiene miedo al sexo y los desnudos. Sin embargo, jamás se vuelve en un producto explotador, haciendo uso del sexo únicamente cuando es necesario para la historia, cuando tiene que mostrar una evolución específica de sus personajes, o las consecuencias de sus embriagadas decisiones. Una secuencia en particular, al igual que el resto de la película, es muy realista en su representación del sexo oral, pero es necesaria para transmitir la pasión, el calor que ambos personajes sienten, y el inmediato arrepentimiento.
No obstante, el filme cae en algunos de los clichés que muchos esperarían de una película independiente europea, lo cual podría no ser del agrado de algunos espectadores. El ritmo es algo lento, especialmente para aquellos acostumbrados a las producciones hiperactivas Hollywoodenses, y la mayoría de emociones son transmitidas con crudeza por los actores —especialmente Lazovic—, lo cual podría resultar por momentos una performance sobreactuada.
La película maneja suficientes sensaciones únicas —consideren la escena de la fiesta, económica en la ambición de sus planos, pero muy sensorial—, como para que sea fácil de entender y experimentar. El sol abrasador es un filme que enriquece y le otorga una muy necesitada variedad a nuestra limitada cartelera local.
El sol abrasador se proyecta en Sala Cine-Arte de UVK Larcomar hasta el 16 de noviembre 2016, con proyecciones a las 3pm, 5:30pm, 8pm y 10:30pm.
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