Diego Arévalo | 09.05.2018
Artículo escrito por Diego Arévalo
El 2017 nos dejó una joya audiovisual en el terreno de los videoclips. El viaje alucinado de La Chamana de los Hongos de Rafo Ráez y Los Paranoias ha sido materializado en plastilina, a 12 fotografías por segundo, con una factura técnica y creativa insólitas en lo que se refiere a producciones nacionales. En este micro universo creado por Wuf Studio, en el que toda la materia está sometida a una continua metamorfosis, un lobo motociclista es bautizado por una chamana en una ceremonia de iniciación que implica el consumo de unos champiñones psicodélicos.
“Es bien divertido, pero a veces no sabes lo que te va a salir”, me cuenta Elva Arrieta, directora de arte quien junto con el director y animador Valentín Falconí, fueron los encargados de llevar el proyecto a buen puerto. “Conocimos a Rafo en una muestra pictórica y quedamos para trabajar juntos algún día. En enero del 2016, vino a mi casa para hacernos escuchar un disco suyo inédito. Coincidimos que la canción que más nos daba para expresarnos era La Chamana, no solo por lo musical, sino porque la letra. Pensamos que esas ideas se podían expandir”.
Elva me explica que La Chamana está inspirada en una persona de la vida real, en una gran amiga que tuvo el cantante. “Rafo nos contó la historia. Fue alguien que conoció en su juventud y a la que quiso bastante. Estudiaban juntos. Nunca nos describió cómo era físicamente. Era la persona con la que hablaba de filosofía y con la que podía sostener ciertas charlas profundas. No era una amiga más, era la amiga. Para él, era la chamana de los hongos”.
Un taller habitado
Ojalá todos tuviéramos una amiga así, pienso, mientras me distraigo con las fotografías de retratos de Tim Burton sosteniendo a su Edward Scissorhands en la mano, Freddy Mercury con su bléiser amarillo, Chuck Norris suspendido en plena patada voladora pero, sobre todo, con el artista favorito de Elva situado en el centro de la pared: Vincent Van Gogh, al lado de sus girasoles. Todos hechos a plastilina por las manos ágiles del artista. “Todas estas esculturas se quedaron en Barcelona. Algunos amigos me las compraron o simplemente se las dejé. No las podía traer conmigo en la maleta por lo delicadas que son”.
En el taller, sin embargo, Valentín me hace ver la escultura de un gordito barbón, gafas grandes y boina. Mi ignorancia me obliga a hacerme el desentendido. “Es George R. R. Martin”, dice Valentín, quien se confiesa como un auténtico fanático de Juego de Tronos. Además, saca de un recipiente de cristal otra de sus criaturas, uno de sus mayores tesoros, una mezcla de ave y humano que lleva marcada la firma de uno de los ídolos mundiales de este arte: Jan Svankmajer, creador de películas geniales como Alicia y Fausto, autor del que seguramente ha tomado nota fotograma por fotograma y a quien conoció en alguno de los festivales de animación a los que pudo asistir mientras se encontraba dando vueltas por Europa.
Valentín se fue a España gracias a una beca universitaria. Allí adquirió más experiencias y conocimientos que lo han ayudado a perfeccionar su dominio con la plastilina y la animación, destrezas que lo apasionan desde niño –como convertir a sus profesores en personajes de plastilina y hacer que se peleen entre ellos– y que desembocan en la breve, pero hipnótica experiencia de La Chamana. Sin embargo, esta experiencia no es nueva para él, ya que también colaboró con Gianmarco para la creación de su videoclip Cuéntame y que lo ayudaron a darse cuenta de que podía dedicarse a esto al 100%.
Rock y plastilina
Basta darle un vistazo a los videoclips para ver una evolución brutal. En La Chamana no solamente podemos ver la meticulosidad de la puesta en escena, de su destrucción y renacimiento constante, sino que por momentos la animación se percibe como un auténtico masaje para los ojos, ¿cómo lo consiguieron? “Es una técnica del stop-motion que es bien rara, se llama Stratacut. Consiste en hacer como una escultura, una especie de pionono largo. La finalidad es que a medida que la cortas, vas mostrando cada una de las capas que tiene esta escultura por dentro. Por dentro puedes hacer transformaciones. Por ejemplo, este ojo puede transformarse en hongo y luego en una calavera. El pionono nos tomaba como dos o tres semanas armarlo, y luego necesitábamos solo un día entero para destruirlo”.
Para La Chamana uno de los principales retos a los que se enfrentaron Elva y Valentín era darle al trabajo final un espíritu realmente rockero. “Pensamos que sería paja mezclar la música de Rafo con esta onda psicodélica. Iluminarlo todo con las luces clásicas del concierto de metal, de rock, que son el rojo y el azul. Tipo AC/DC. Toda la filmación se hizo de noche, para tener un mayor control sobre la iluminación”, recuerda Elva.
El proceso de producción no fue nada fácil: con el trípode pegado literalmente en el suelo (moverlo ligeramente durante una de las grabaciones es una catástrofe para esta forma de expresión), Elva y Valentín se metieron en esta aventura que les tomó cerca de 8 meses de trabajo continuo. “Lo chévere es que Rafo estuvo bien involucrado en todo el proceso e intercambiamos ideas constantemente. Compartíamos imágenes y esas cosas. El videoclip tiene bastantes referencias de Rafo porque él nos contaba que de niño quería ser historietista. El logo de la chaqueta del lobo, por ejemplo, que fue lo primero que se hizo, es de él”.
“Ya puedo morir tranquilo”, fue lo que les dijo Rafo Ráez a Elva y Valentín después de ver el trabajo final. Después vendrían otros reconocimientos. En diciembre del 2017, ganaron el premio a Mejor Videoclip en el Festival Transcinema, y hace poco obtuvieron el 1er lugar en los #20videoclipsdel2017 de Movistar Música. Ahora planean mandarlo a festivales internacionales. ¡Felicitaciones y larga vida a La Chamana!
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