Hans Alejandro Herrera | 10.12.2018
De colores psicodélicos, lujuriosos como una selva, sus pinturas parecen canciones estruendosas que buscan escaparse del lienzo. La apuesta de Alvaro de la Puente en Autotélico, su última muestra, refuerza que la pintura abstracta todavía tiene mucho qué decir.
Es sabido que un pintor pinta desde siempre. En el caso de Alvaro esto sucede desde hace veinte años. Teniendo ocho años manifestó su inclinación por la pintura y la escultura. Con tres muestras individuales y unas diez colectivas en su haber, su camino prueba su indeclinable afán experimentador. En su casa y taller, con Paganini de fondo, va trazando los equívocos del acierto. Así como en la escritura la obra está sujeta a los límites del lenguaje, en la pintura hay unos límites físicos, las del cuadro, que no es otra cosa que una alegoría tangible del mundo real, de los límites del mundo real.
En el cuadro Lluvia de colores hallamos el detalle de una línea de pintura verde desbordando el cuadro. No es un desborde brusco, enorme y evidente, sino delicado y sutil. No es otra cosa que un color hieratizado al secarse como una gota atrapada por el tiempo. El derrame del color da la impresión de ser una soga que amarra el lienzo; la pintura sobrepasa el soporte y ya está, rompió los límites, se salió del cuadro. "Simplemente dejé que la gravedad haga lo suyo al dejarla escurrir hasta el punto en que deseaba en que el color se plasme. La fuga del color físicamente se está escapando del soporte mientras tu ojo es llevado por la línea que te hace descubrirlo", nos comenta, mientras agrega que al dar con la técnica: "Me sentí bien porque la estética y el recorrido visual estaban bien. Además, había una especie de intensidad agradable de ver y arrastrar la vista".
Alvaro es un jalador de ojos. Sus cuadros circulares envuelven al espectador y hacen que la mirada vaya en círculos sobre colores de una lujuria psicodélica. Los cuadros que son diagonales son las más veloces por su intensidad al arrastrarte la vista y llevarte a donde el pintor quiere. El artista confirma así una proximidad con el científico que no cesa en experimentar, como él mismo nos señala: "La fase experimental siempre genera sorpresa porque hay esta clase de hallazgos que luego aplico en el cuadro. En esta etapa, ocurren todos los accidentes, todo lo que no debes hacer y también estos hallazgos. Porque en esa fase pruebas antes con los materiales a ver cómo se comportan".
En conjunto, Autotélico tiene una composición que la hace unitaria y coherente. Todas comparten un influjo en el comportamiento natural del color generando la sensación de movimiento. Y es que la solución que Alvaro ha encontrado a este conjunto ha sido la experimentación. "Para esta muestra tengo ya un poco la técnica resuelta". Sobre el momento en que tiene acabada una pieza menciona que el cuadro se cierra cuando el pintor intuye que ya no puede abordarla más. "Es instintivo. Percibes que si lo sigues tocando va a cambiar para mal. Así que ya está, ya cumpliste. Si tienes ganas de seguir y experimentar pasas al siguiente cuadro. Es cuestión de saber hasta dónde llegar".
Heredero de una tradición vanguardista con ecos en Pollock y Kandinski, la propuesta de Alvaro de la Puente con Autotélico tiene la ratificación de la apuesta por un camino difícil todavía para muchos de comprender, que no responde a razonamientos depurados sino más bien a pulsaciones personales que son las que nos hacen precisamente humanos. Como él mismo menciona: "Mi cuadro es mi obra y tiene un sustento psicológico detrás de ello".
La exposición Autotélico va hasta el 24 de enero 2018 y puede ser visitada en la Galería 113 de Casa Fugaz de martes a domingo de 11 am a 6 pm. Ingreso libre.
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