Amat Escalante: “Mientras escribo pongo una película que he visto muchas veces”

Amat Escalante | © Diego Arévalo

Siempre perturbador por la forma en que representa la violencia y la realidad marginal de su país, México, el director y guionista Amat Escalante nos ha sorprendido con La región salvaje, que ganó el Premio del Jurado al Mejor Guion en el 21 Festival de Cine de Lima. Conversamos con él para desentrañar los secretos de esta película que recurre al género de la ciencia ficción para retratar la relación simbiótica entre sexualidad y muerte.

La extraña criatura que aparece en el filme no estuvo planeada en el guion original.
Hubo dos versiones. De hecho, cuando nos dieron los fondos para apoyar la producción de la película fue con un guion que contaba las mismas historias, pero sin ciencia ficción. Desde un primer momento había en el guion una mujer misteriosa a la cual vamos descubriendo. Llega al hospital por la mordedura de un perro y así es como se introduce en la vida de los otros personajes. Ella iba a ser, por su libertad y ambigüedad sexual, la que abriera ciertas cosas en este grupo de gente. Pero en esta primera versión de la película no había ninguna criatura.

¿Por qué decidiste cambiarlo?
No me sentía satisfecho. En parte porque me gusta desnudar visualmente las cosas y verlas, ya sea de manera literal y metafórica. Había algo que no estaba pudiendo descubrir en esas versiones sin ciencia ficción. Entonces, se me ocurrió que podría haber algo fantástico detrás y, lentamente, empezó a surgir esta criatura que serviría para reflejar el miedo y el deseo que tienen los personajes hacia la sexualidad. A partir de aquí, la idea tomó vuelo y funcionó. 

¿Cómo afrontas normalmente la escritura de un guion?
Escucho música para estimular la imaginación y, a veces, mientras escribo, pongo una película que he visto muchas veces. La primera película que me gustó como cinéfilo fue La naranja mecánica y tal vez la he visto unas cien veces. Otras pueden ser Blue Velvet o El bueno, el malo y el feo. Me funcionan casi como música. Entonces, mientras escribo, tengo a mi lado la televisión encendida, y de repente saco cosas de ahí, alguna frase…

Los efectos especiales no son ajenos en tus anteriores filmes, sin embargo, ahora has tenido que ser más ambicioso en este aspecto.
La tecnología ha sido una herramienta esencial para que la imaginación no se tenga que bloquear tan fácilmente. Eso tiene que ver con una cuestión económica, ya que lo digital ha bajado mucho los precios de los efectos especiales. La toma del meteorito, por ejemplo, la hicimos después de editar la película. Se trataba de una idea incluida en el guion, pero que tuvimos que eliminar por cuestiones prácticas. Sin embargo, quise traerla de nuevo. Pude contar con la participación de Peter Hjorth, un supervisor de efectos visuales muy creativo y genial. Él ha trabajado con Lars Von Trier desde Bailando en la oscuridad hasta ahora. Es uno de sus colaboradores más cercanos. Tiene una gran habilidad y puse eso en sus manos.

Siendo tu filmografía una panorámica de la frontera, ¿cómo piensas abordar el contexto acutal en nuevos proyectos? 
Si hiciera algo en Estados Unidos probablemente sí haría algo sobre este tema. He recibido ofertas, pero por el momento ninguna me ha motivado lo suficiente. Si fuera en México, ahora mismo creo que no, porque me parece demasiado pronto y no me interesa mucho. Si volviera a filmar Los bastardos, por ejemplo, no sé si la haría igual a como la hice en el 2008. En un sentido ideológico, las cosas todavía no habían explotado como ahora. 

¿Te diste una vuelta por Polvos Azules como en otras ocasiones? 
Sí, pero lo he encontrado un poco más pequeño de cómo lo recordaba. Lamentablemente, no encontré los puestos de películas a los que normalmente iba. La primera vez que vine ya tenían Sangre, mi primera película. Lo especial fue que el vendedor sabía de todo. En México, también existe la piratería, pero el que te vende no sabe mucho. Así que me tomé unas fotos con el vendedor de Polvos Azules y le firmé el poster de la película.

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