Ana Lucía Alva | 18.01.2025
Escrito por Ana Lucía Alva
Pensar en el cine de David Lynch es entender el mundo de los símbolos, las claves y la profundidad del existir. ¿Cómo es posible ir tan lejos, tan pronto? Fue algo que siempre me preguntaba cuando exploraba su filmografía en la universidad. Defender lo sensible, reivindicar la propuesta, poder viajar en un paisaje de muerte, mientras que al mismo tiempo se escribe en un lenguaje que es completamente vida... El maestro del dualismo, del ser o el hacer y del sentimentalismo sobre la experiencia humana.
Son las dos de la tarde, y afuera el sol quema como si fueran las doce del mediodía. Es verano y la tentación de ir a la playa pasa por mi mente cada quince minutos, pero hoy no puedo. Estoy sentada frente a mi computadora y es imposible dejar de pensar en lo espeluznante y surreal que resulta saber que el creador de obras como Eraserhead, Blue Velvet, Wild At Heart, Mullholland Drive, la saga de Twin Peaks y The Straight Story ha dejado la tierra. Tomo un sorbo de té, porque más de dos cafés al día no me sienta bien, e intento poner en palabras lo que uno siente cuando un genio del arte que más ama, parte.
El cine de David Lynch abraza la oscuridad mientras nos transporta a un portal superior. Desde su ópera prima, Eraserhead (1977), este director implantó una forma particular de hacer cine, obras abstractas que crean su propio conjunto de símbolos no tradicionales. En este film se marcan sus primeros trazos hacia lo que termina siendo un director de culto, y un genio de la vida. Ir directo hacia lo más rebuscado y sentir una completa libertad para construir universos (sin tener que seguir ninguna regla establecida, o respetar políticas académicas) definitivamente es un don. Es aquí cuando surge la creación de una estética visual que retrata una realidad onírica utilizando el subconsciente. Definitivamente, estamos ingresando a aquella carretera perdida llamada Lynch.
Salgo a dar una vuelta con mi perro y pienso en su trayectoria. ¿Cómo es posible construir sobre el significado? Camino y pienso en The Elephant Man (1980), un viaje donde el personaje finalmente logra destruir el “mito” y queda revelado como un ser inteligente y de buen corazón. Es ir desde el “reconocer”, hasta el “reconocernos”. El sentido esencialmente inestable y movedizo.
Con una versión propia de Dune (1984), mi favorita Blue Velvet (1986), la saga de Twin Peaks (1989), y su siguiente largometraje Wild at Heart (1990), logré entender que cada obra tiene su invisibilidad y que, habitando otros mundos, uno puede entender cómo transitar el suyo.
Llego a mi casa y me vuelvo a sentar frente a la computadora, intento buscar algún artículo que pude haber escrito sobre Lynch, pero no encuentro nada. Tal vez sea el momento de hacer más té. Hierbo agua y pienso cuando cursaba cine y cómo el universo “Lynchiano” siempre fue un entorno que me costó. Me frustraba. Vuelvo al 2017, son las 10 de la noche, termino la clase y voy directo a la videoteca de la facultad. Llego agitada y procuro que no haya cerrado aún, me atiende alguien cansado y logro sacar Indian Empire (2006). La idea de una película y una pizza nunca había sonado mejor. Llego a casa y la veo. No existe situación más incómoda para mí que no entender una película. La retrocedo, pongo pausa, vuelvo en ella, leo en internet, y así como esas, mil acciones más. Pero no entiendo. Llamo a una de mis mejores amigas y empezamos a charlar. “Jugar en este universo surreal es abrirse a que no todo tiene respuesta y, por ende, explicación”. Lo entiendo. Existen muchos mundos de interpretación que se encuentran más allá de los mismos conceptos.
Son las seis de la tarde y el sol está por desaparecer. Ahora es mucho más cómodo sentarme a escribir, aunque ya estoy por terminar. No me queda más té y pienso en toda una generación que está de luto hoy. Un día de verano en descontento. Prendo la luz y me vuelvo a sentar. Esta vez más cómoda. Abro un mensaje de mi mejor amiga; “yo pensé que nunca iba a morir”.
Gracias, Lynch, por lanzarte hacia el verdadero viaje del alma, coquetear con la absurda posibilidad del existir y arroparte con la oscuridad de la noche. Dejas imágenes y sonidos que quedan atrapados en el tiempo, por siempre. Me resulta muy irónico pensar que estoy escribiendo algo sobre ti y tus películas, cuando a ti no te hubiera gustado, porque como alguna vez dijiste; “las películas ya hablan por sí solas”.
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