De la posta médica al Gran Teatro Nacional, celebrando los veinte años de Amen

© Javier Gragera

Escrito por Diego Arévalo 

Porque un disco no son solo canciones. Son historias alrededor de este, son emociones muy particulares que circulan en cada uno de sus surcos y en los cartones de su portada con el que, seguramente, en alguna oportunidad habremos hasta dormido.
Daniel F

La posta médica queda en Ventanilla, naturalmente. Frente a ella se está celebrando un festival de rock o algo parecido. No importa. Basta con el armatoste del escenario y la presencia del público. Es el año 1995 pero el día no podemos señalarlo. En este lugar donde aún se pueden observar los vestigios del desierto... una banda de rock “amateur”, entre muchas otras bandas de rock “amateur” más, se prepara para tocar en público por primera vez. Una banda que, al igual que las otras, decide arriesgar y mostrar algunas de sus cartas para darse a conocer.

La diferencia con las otras bandas está en que de “amateur” no tienen nada. Son tres mocosos. Y a ninguno les queda grande las casacas de cuero negras que llevan puestas. El vocalista y autor de su repertorio no alcanza ni los veinte años de edad. Un día antes de la presentación, el artista adolescente sueña un sueño que no demoraría en convertirse en realidad. En su subconsciente, la Providencia le anuncia un nombre. Luego, una vez expulsado del paraíso onírico, los otros dos integrantes escuchan el nombre que tendrá la banda en boca de su líder.

Dios mediante, los tres fulanos suben a escena y tocan cuatro temas. El resto es historia. Una historia cantada con las manos del alma.

Amen es una agrupación que siempre ha estado ahí para transmitirnos el mensaje primordial: el del amor universal; luego, claro, están los típicos excesos –sexo, drogas, alcohol, ego, mujeres, etc.– y la infaltable violencia intelectual a las que nos someten algunas bandas de rocanrol para abrirnos puertas y ventanas. Las canciones de Amen siempre han estado ahí para aconsejarnos, para reunirnos, para cuidarnos, para no dejarnos solos. Para crear auténticos lazos de amistad. Porque sí: Amen es una de esas agrupaciones que ha calado tanto en el imaginario de tantas personas que regresar a su música es una forma de recuperar nuestra identidad, de contarnos a nosotros mismos, de recapitular y hacer un balance, de saber hacia dónde estamos dirigiendo nuestros pasos.

O, al menos, eso es lo que le sucede a cada persona con la banda de su predilección. Pero, ¿por qué nos decidimos por Amen? Yo ni siquiera recuerdo haberla escogido. Simplemente se dio. Quizá, escribiendo un poco acerca de cada disco, a propósito de su concierto acústico en el Gran Teatro Nacional este jueves 16 de agosto, pueda entender el porqué de esta elección y sentimiento. 

Pero tan solo el mirar la música en el viento, Libre (1997)
La libertad o nada. Es lo que nos grita éste álbum, que al mismo tiempo es una verdadera lección de rocanrol animal. Los jóvenes ejerciendo, con gran estilo y harta personalidad, su papel de jóvenes. Y en su ópera prima. Acaban de rebasar los veinte años y ya entraron a escena pateando puertas y ventanas. Y no solamente lo hacen cantando sobre algunos temas cardinales del rocanrol: la Libertad, el Amor, la Amistad, el Sexo, las Drogas; ahora me voy a detener en Una canción por Dios.  

¿Qué clase de pruebas tiene que soportar un hombre -en este caso, un chico- de fe para componer una canción así? Sencillez, humildad, entrega, honestidad, fe. Son algunas de las palabras que se me ocurren para hablar de ella porque no sé cómo describir la sensación que me produce. La canción es clave para entender el espíritu de la banda porque convierte a Libre en algo más que un disco: es un proyecto de vida. Proyecto con el que han seguido hasta el día de hoy.

El artista, creo yo, tiene la certeza –y esto es lo que lo diferencia de todos los otros artistas–, de que la trascendencia no está en su arte, arte hecho inevitablemente, con el afán de compartir, vivir y sobrevivir; sino en Dios mismo, y que esa trascendencia le pertenece a todos los hombres de fe. La obra es su álbum de fotos familiar, un bosquejo del espíritu, el registro del viaje, una forma de redención individual o, mejor dicho, grupal ya que estamos hablando de una banda.

En la portada del álbum tenemos a una trinidad de jóvenes. Todos con casacas de cuero negra. Los dos pendejos de los extremos nos miran desafiantes, rebeldes, sobrados, mientras que el tercer pendejo, el del centro, a diferencia de los otros dos, nos ofrece una mirada afable. Está acuclillado. El hecho de que nos esté mirando desde abajo es simbólico. Es la mirada de una persona que, a pesar de su corta edad, ya ha comprendido; de alguien que ya “posee debidamente su trinidad de realismo, de espiritualidad y de lo estético o intelectual”, como reza alguno de los cantos del viejo Whitman.  

La sangre llega hasta quemar, Amen (2004)
Ahora son una nueva familia. Es la tercera formación de la banda y tienen la mala -¿o buena?- suerte de volver a escena con un disco maldito. Este es un disco renacido de las tinieblas, este es el disco con el que les metieron cabeza. Por eso, Amen ya no lleva tilde. Sucedió que a los músicos les robaron sus canciones. Su productor. Se las llevó en un maletín quién sabe dónde. Al menos, eso es lo que he leído por ahí. Pero todo sucede por algo. No quedaba otra que seguir la huella y seguir andando. Y, entre las cosas vertiginosas que no sabemos que sucedieron entre ese paréntesis fatal, llegó el 2004 y su nuevo disco homónimo.  

Me gusta creer que no es el mismo disco, es decir, que no volvieron a grabar lo mismo del disco robado o, si lo hicieron, les terminaron saliendo versiones distintas a las originales porque es, nuevamente, un disco de putísima madre. Es un disco oscuro, bohemio, fraterno, tóxico, metálico, romántico, luminoso, espiritual, libertino. Es la flor negra de Amen. Basta con ver los títulos y orden de las canciones: pareciera el poemario de algún poeta maldito.    

La portada me encanta. Amor, humanidad, humildad, Dios. Esta portada expresa muy bien el espíritu del disco, de luz y oscuridad entremezcladas.   

Todas las cosas siguen siempre su curso, Tiempos de resurreción (2007)
Estaba en quinto de secundaria cuando salió este disco. Fue como caminar sobre nubes de algodón. Qué lindo se la pasaba uno sin responsabilidades y conversando o coqueteando con cualquiera. No compartía las canciones con nadie. No consideraba “normal” escuchar una y otra y otra vez las mismas canciones como un adicto. Hábito que me acompaña hasta el día de hoy pero con una mitología personal musical expandida. Es más, durante esos años escolares, no caía en la “extravagancia”, que sigue siendo común para nosotros los amantes del rocanrol, del placer de fumarte un disco entero de principio a fin.

Aquí, básicamente, estamos atrapados entre dos fuegos: el de la decepción amorosa -nadie está preparado para ser un chico abandonado-, y también el revés de ésta: el del enamoramiento incesante, ese otro vértigo, pero con el corazón resplandeciendo de felicidad. Aquí Marcello es más Romeo que nunca. 

El videoclip de Violar las leyes es el mejor de los videos que tienen, sin duda. Claro, peco de subjetivo, pero el concepto de la puesta en escena con todos los equipos musicales, el vestuario, la mujer sexy policía, la performance de cada uno de los integrantes y, sobre todo, el radical montaje, están a la altura de la canción y de la banda.

¿Estamos ante la mejor portada de Amen? Puede ser. Es la más artística, digamos. Se trata de una ilustración, de espíritu bastante infantil, en el que par dinosaurios, un par de diplodocus –esos que tienen el cuello largo–, se pasean en una suerte de edén, redimidos, agradecidos, con arcoíris, flores y guitarras voladoras en formas de mariposas: fueron los Tiempos de resurrección.

La simpleza de tu gran amor, Somos la gente Uno y Dos (2015)
No puedes ver dónde vas sin en tu camino no hay luz. ¿Recuerdan el comentario de Una canción por Dios? He aquí la materialización del proyecto. Si esta es la semilla, Somos la gente es el árbol que se han encargado de regar y cuidar y que han visto, pacientemente, crecer. Y nos ha dado unos frutos maravillosos. Este álbum doble –vaya rareza en estos tiempos– demuestra lo bien que ha añejado la banda, su constante búsqueda de plenitud espiritual, la sabiduría en su toma de decisiones: los ocho años que lo distancian del disco anterior no han pasado en vano.

“Valoro cosas que están muy poco de moda, como la piedad y el espíritu de sacrificio. Quien puede pensar en los otros es más capaz, tiene más cabeza”, dice Bolaño en una entrevista. La comunicación aquí es frontal, directa, siempre expresada con sencillez, en tono conversacional, confesional, siempre cantando la Verdad; la voz de Marcello también funciona como un instrumento más, ya que muchas de sus letras no riman, y hay que ajustarlas al compás de la música o viceversa;  sus letras nos señalan caminos, nos advierten, reflexionan, nos dicen que abramos bien los ojos; él ya ha pisado muchas minas y ha sobrevivido y ha conseguido juntar los pedazos rotos del espejo interior porque es un gran artista; pero los que no lo somos corremos el riesgo de quemarnos en una hoguera construida por nosotros mismos. Por eso conviene escucharlos con la mente libre de prejuicios y el corazón abierto.   

Tu veneno me hace tan feliz, Infectado (2017)
No les he contado, pero yo le perdí la pista a Amen durante muchos años. Sentí que se habían extraviado. Yo también me extravié, claro. Ni si quiera me enteré cuando sacaron su disco doble… Así de distraído soy. Pero cuando durante el invierno del año pasado me topé en Spotify, casi por casualidad, con la carátula de este disco quedé más que sorprendido. ¿Amen con disco nuevo? Ellos seguían vivos y yo también. ¡Qué alegría! Aunque, con bastante temor, lo confieso, hice clic. Cuando la canción Infectado reventó en mis oídos, no podía creerlo. Era la primera escuchada y ya me parecía que la conocía desde siempre. Fue un reencuentro maravilloso. Nuevamente Marcello hilvanando amor y enfermedad o la enfermedad del amor, como ya lo ha hecho con tantas otras canciones.

Este álbum es un recopilatorio de canciones regrabadas con más electricidad, mejoradas, claro que sí, de los discos pasados más uno que otro tema nuevo. Aquí las versiones de Dosis y Ahora volaré están mucho mejores que sus originales y esta insistencia registra bastante bien el espíritu creativo y artesanal de la banda. Bueno, son muchas las cosas que se pueden decir acerca de estos auténticos animales musicales, de una sola raza, la humana, con todas las sangres entremezcladas y con los pies bien anclados sobre la tierra. Músicos que buscan la elevación cada vez que se encierran en algún estudio profesional o casero, lo mismo da, lo importante es que la tribu entre en trance en cada sesión, enchufen sus insturmentos y comiencen a tocar con la sangre azul del blues en las venas, que tanto los ha caracterizado desde siempre.

20 fragmentos 
Bueno, termino este artículo compartiendo algunas de las líneas, versos, reflexiones y pensamientos preferidos e irrenunciables. Que sean veinte estrofas para celebrar los veinte años de Amen. Muchas gracias por tan grata compañía: Pulpo, Nathan, Chino, Marcello. Que esta celebración sea solo una nueva forma de volver a empezar.   

I
Y es que rock and roll es algo
que no puedes cambiar 
es como un par de botas 
que no puedes cortar 
más que tu hembrita que hay que visitar 
es como esa chatarra que me tengo que secar.  

II
El amor es la razón de todo ser
aunque al principio sea difícil de entender.

III
No me había fijado en lo que había pasado
pero ahora realmente me siento enfermado
Ven, ven, acércate,
ven y aplícame la dosis.

IV
Soy de todos un amigo
soy de nadie un enemigo
las cosas solo Dios las cambiará.

V
Creo que voy a quedar
como una cuerda rota
y nadie me va parchar.

VI
Ahora que al fin puedo ver
lo que dice el corazón,
tal vez no se haga fácil de entender
y es que hay mucha información, 
pero la simpleza de tu gran amor 
me mantiene aquí mostrando, 
mostrando que aún hay fe.
 

VII
Sensación nueva que tú me das 
ahora estoy justo a comenzar 
es un espectáculo a la espera 
la sangre llega hasta quemar.

VIII
Aquí estoy,
arriesgando
y aunque voy perdiendo
sigo jugando
y es que voy
buscando tu amor.

IX
Ahora todo es silencio
pero no hay tranquilidad
ya nadie sabe si está muerto
ya nadie sabe la verdad.

X
Pero no debo enojarme
por el trato que han de darme,
pues todo rotará,
cambiará,
y así pasaré mis días
entre sombras escondidas
para al final la luz poder hallar.

XI
Somos la gente, somos uno
yo soy tú y tú también eres yo
lo sabes bien pues estás aquí
y yo estoy ahí en tus oídos.

XII
Mira la muerte no existe
solo es una línea que pasas
no tienes que ponerte triste
recuerda que estoy en casa.

XIII
Son las siete de la noche 
ya me toca despegar 
y aunque no tengo maletas 
muy alto voy a volar, 
solo tengo una guitarra 
para poderme pegar 
depende de “la Minaya” 
si es que me quiere grabar. 

XIV
Eres solo un sueño que no puedo olvidar 
tan linda como el cielo, 
pero cruel como el mar.

XV
Y es que el sol se volvió tan rojo
había tanto fuego en mis ojos
burlé el encanto de tu enojo siempre y...
dije que era una maravilla
pero tan solo soy una ladilla
hey Dios ya sácame a la orilla...
¡Ayúdame!

XVI
Y aprendí que a veces
perder es ganar. 

XVII
No dejes que te arrastren
a sentir lo que no quieres 
aunque el mundo no te dé la razón
y ahora deja que la música
te drogue los sentidos
y vamos a fumar el amor. 

XVIII
No se puede escapar
tú lo sabes bien
la música llegó sin ropa
ya la puedes ver,
me enamora cada vez que la toco,
me pone carne de gallina,
y eso me vuelve loco.

IX
Sigo cayendo en este abismo
y no sé cuándo pararé,
has debilitado mi razón
y ya no quiero parar esta infección,
aún sigo muriéndome por ti
tu veneno me hace tan feliz.

XX
Y sigo andando por la vida
siempre con un trago a la deriva
sin encontrar alguien quien
pueda hacerme olvidar
sin encontrar un fin y una partida. 

XXI
Aquí no hay nada que importe
si sacas bien tu pasaporte
no importan tus amores,
no importan tus errores,
tus problemas,
tus dilemas
y nada que te puedas imaginar.

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