Mariana de Althaus: “Veo a mi hija decidiendo no tener hijos y no sentir culpa por ello”

Mariana de Althaus. | © Manuel María

Entrevista realizada por Hans Alejandro Herrera

Mariana de Althaus me recibe en su casa de Miraflores. En una sala llena de libros y juguetes desperdigados en desorden. Tiene dos hijos, Octavio y Nerea, niños todavía. Mariana es una mujer de rasgos fuertes y dedos largos. La vida le ha enseñado mucho y tiene mucho que decir. Es una feminista concientizada. “Y tú, ¿eres feminista?”, me pregunta ella desafiante, a lo que respondo con honestidad: “No, soy humanista”. La respuesta parece no satisfacerla. Dramaturga de profesión y columnista con alto impacto mediático, Mariana tiene mucho que decir sobre este asunto, lo que da pie a una intensa conversación sobre relación entre géneros, redes sociales, arte y sociedad. Ella es una mujer que avanza hacia el futuro pisando fuerte el mundo que habita, y lo hace con mucha autocrítica.

¿Cómo describirías la condición de la mujer en el Perú en este momento a partir de tu experiencia?
No soy tan representativa de la mujer en el Perú. Tengo una condición privilegiada que no tiene la mayoría de peruanas. Sin embargo, es cierto que en los últimos años hemos pensado más en la mujer peruana y estamos muy conectadas con lo que está pasando. Hay por supuesto una gran desventaja y una situación de vulnerabilidad desde que la mujer nace. La mayoría de las personas que no tienen ni siquiera formación de primaria en el Perú son mujeres. Eso sigue sucediendo hoy en nuestro país.

¿Qué es el feminismo?
Es una lucha por la justicia por encima de clases sociales o razas. Es un grito desesperado que podemos decir que la sociedad está escuchando.

E implica al hombre…
Totalmente. Yo vivo con un hombre feminista, y no creo que pudiera vivir con un hombre que no fuera feminista. Por supuesto que las mujeres somos las principales responsables de este movimiento, pero nuestros aliados son los hombres. No se puede hacer ningún cambio sin los hombres.

¿Cuántas mujeres suman para no ser catalogadas de andar solas? ¿O hace falta siempre la presencia de un hombre para salir a la calle?
Lo que siempre hemos escuchado es que cada vez que salgamos fuera de casa nos aseguremos de ir con un hombre. Siempre ha sido así. Hemos normalizado una serie de conductas que parecían como lo obvio. La mayoría de nosotras nos hemos cuidado de no salir en la noche solas. Recuerdo una vez que, de muy joven, entré sola en un bar, a modo de desafío. Me sentía la protagonista de la película. Ahora veo lo ridículo de la escena, pero me parece conmovedor, estaba tratando de romper un molde.

¿Cuál es la peor experiencia machista que has padecido?
Yo he sido más o menos afortunada. No he sufrido nada grave. A la luz de todo lo que se está revelando hoy, lo que yo pueda decir parecería light. Las metidas de mano en los buses, en la calle, las cosas horribles que te dicen en la calle... Hay muchas situaciones que son violentas para una joven, como si fuera algo malo el tener un par de piernas [se ríe con sarcasmo]. Todos los seres humanos las tenemos. Y también en el mundo laboral he tenido algunas experiencias desagradables con algún actor o director, por discriminación. Pero nada demasiado grave para denunciar. Cosas normalizadas, como un código de cómo funcionan las cosas.

Recuerdo un meme en redes que decía algo así como que los mayores miedos del hombre es quedarse calvo y enfrentarse a una mujer empoderada.
La lucha del feminismo no solo busca erradicar el machismo, sino que también le da libertad al hombre para no responder a esos esquemas tradicionales que han perjudicado al género masculino, como que el macho es el que no llora, el que defiende a la mujer, el que paga la cuenta, el que no se quiebra. Y eso es también lo que las mujeres feministas combatimos. De verdad, para un hombre sensible una mujer feminista es lo mejor que le puede pasar.

Cuando comenzaste tu carrera como dramaturga, ¿cómo fue abrirse paso en un ambiente entonces dominantemente masculino? Antes, el rol de la mujer en el teatro normalmente era el de actriz.
Tengo la impresión de que al principio ser mujer me ayudó a llamar la atención, por una cuestión de porcentaje y por eso de que te conviertes en el nuevo “bicho raro”. Además, también me favoreció ser blanca. En este país no solamente hay una discriminación hacia la mujer, sino también está la discriminación racial. Pero luego lo que cuesta es mantener ese interés. Tu segunda obra no causa el interés de la primera y así sucesivamente. Por mi experiencia creo que algunas veces colegas masculinos han llegado a algunos lugares antes que yo por ser hombres. Digamos que a las mujeres les cuesta más obtener prestigio en el medio. Una cosa es visibilidad: “Ah, es una mujer escribiendo, dirigiendo”; y otra cosa es prestigio, es decir, que los actores quieran trabajar contigo. Cuando yo empecé en el teatro, las mujeres siempre tenían que hacer un esfuerzo doble.

En el teatro, ¿el techo de cristal ya ha sido roto? ¿O qué tan alto o bajo se encuentra?
[Hace un largo suspiro mientras mira hacia arriba] Eso es difícil… Creo que el machismo es algo… una especia de mal que sufren los hombres. No solamente que las decisiones las tome una mujer va hacer que las mujeres vayan a ser ministras. Yo sí veo mucho machismo de mujeres en el medio teatral; sin embargo, a su favor debo decir que, a diferencia de otros medios artísticos, como por ejemplo la literatura, yo tengo la impresión de que en el teatro las mujeres estamos un poco más adelante, es decir, tengo la impresión de que hay una participación más justa entre géneros. No sé si será que hay muchas más mujeres dirigiendo teatros o tomando decisiones, pero también es cierto que hay muchas dramaturgas que nos hemos impuesto a base de esfuerzo y trabajo. Ahora ya no es tan descabellado pensar que una mujer pueda escribir, dirigir y conseguir un prestigio equivalente a los hombres en teatro.

La mayoría de los críticos, sin embargo, son hombres.
Es verdad, la crítica es una profesión que se ejerce principalmente por hombres. Quizá por aspectos culturales. Sin embargo, la crítica sirve, orienta al lector de una determinada manera. Es una mirada más que un juicio. Esa crítica es la más interesante, pero es verdad que es la más escasa.

¿Cómo ves esta lucha por la mujer para la generación de tus hijos?
[Se toma su tiempo para responder y suspira] Ojalá estos no sean temas tan importantes para ellos y que tengan que luchar por otras cosas. Que no tengan que seguir marchando por ni una menos. Me cuesta mucho hacer entender a mi hija la necesidad de marchar por las mujeres, porque el mundo donde ella vive los hombres son iguales que las mujeres. En el pequeño mundo familiar en el que vive las mujeres están empoderadas, pero en el mundo entero, cuando ella crezca, dudo mucho que la batalla haya terminado. Pero la veo decidiendo no tener hijos y no sentir culpa por ello.

¿Qué opinas del mote de feminazis que ha sido acuñado por ciertos sectores?
Me parece algo frívolo llamar feminazis a un movimiento social, cuando los nazis mataron tantas personas. Nosotras no hemos matado a nadie, más bien a nosotras nos están matando. Vivimos cambios. A veces los cambios necesitan un poco de radicalización.

A todo esto, fueron tus profesores quienes te animaron a ser directora de teatro.
En efecto. Fueron mis profesores hombres los que me animaron a escribir y ser directora. A veces es un hombre el que tiene que avisarnos para que podamos conquistar nuevos espacios. Y muchos hombres son nuestros mejores aliados. Estamos en la misma lucha.

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